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Diego Quemada-Diez presentó en el festival de Cannes La jaula de oro, su opera prima

El cine mexicano, uno de los más fecundos del mundo, afirmó Thierry Frémaux

Al conocer los testimonios de los migrantes, sentí el deber de contarlos, señaló el realizador

Foto
Diego Quemada-Diez (segundo de izquierda a derecha) con los actores Rodolfo Domínguez, Brandon López y Karen Martínez en la ciudad francesaFoto Ap
 
Periódico La Jornada
Jueves 23 de mayo de 2013, p. 9

Cannes, 22 de mayo.

Thierry Frémaux, delegado general del Festival Internacional de Cannes, elogió al cine mexicano, muy presente en los años recientes en el encuentro. Lo consideró uno de los más fecundos del mundo.

En una breve entrevista, dijo: México ha dado desde hace algunos años un formidable impulso al cine de América Latina.

El director del certamen, que en noviembre pasado asistió a la más reciente edición del festival de Morelia, Michoacán, reconoció que hoy día México es muy importante para el festival de Cannes. Elijo siempre las mejores películas, no busco privilegiar a México, del que cada año hay filmes y nuevos cineastas, destacó.

Según Frémaux todos los países que dan atención al cine tienen buenas películas, como México. Me gustaría que todos las naciones tuvieran la misma calidad que la cinematografía mexicana.

Destacó además que hay muy buenos festivales en México y citó en particular los de Guadalajara y Morelia.

Vivencia de los migrantes

Por otro lado, La jaula de oro, epopeya poética y dolorosa de Diego Quemada-Diez, llevó el miércoles a la edición 66 del festival de Cannes las vivencias de los migrantes centroamericanos, que arriesgan sus vidas para llegar al gran país del norte.

El largometraje de ficción –cuyo título se refiere al nombre que dan a Estados Unidos los mojados que lograron cruzar la frontera– narra la dramática travesía de tres jovencitos (uno indígena), por Guatemala y México.

Los grandes planes de paisajes idílicos –ríos, montañas, desiertos– contrastan con la crueldad de ese viaje, que emprenden cada año millares de hombres, mujeres y también niños, muchos de los cuales se quedan en el camino, víctimas de bandas de narcotraficantes, policías corruptos o las balas de estadunidenses que vigilan la frontera.

“La película –producido por Inna Payán– recoge sus testimonios, sus vivencias”, subrayó Quemada-Diez en una entrevista en Cannes, en el que el filme, que se estrena mundialmente el jueves, concursa por la Cámara de Oro que recompensa la mejor opera prima.

Quemada-Diez, quien nació en España pero está naturalizado mexicano, comenzó a trabajar hace 10 años en la película, uno de cuyos protagonistas es La Bestia. En 2003, viajé a Mazatlán para hacer un documental, y me hice amigo de un taxista que me invitó a vivir en su casa, que estaba al lado de las vías del tren. Todos los días veíamos a cientos de migrantes que se bajaban del tren y pedían agua, comida. Fue allí que empecé a recoger los testimonios a partir de los cuales construí el guion, explicó.

“Sentí que eran héroes, que sacrificaban su vida por sus familias. Y me afectó profundamente su drama, y la injusticia e impasibilidad global que los obligaba a dejar sus países, su familia.

Me sentí con el deber de contar a otros esas historias, dijo el realizador de La jaula de oro, una de las dos apuestas mexicanas en este festival, en el que Heli, de Amat Escalante, compite por la Palma de Oro.

Quería hacer algo cercano a la realidad, pero dándole una estructura dramática de ficción, explicó Quemada-Diez.

Batallé mucho tratando de conjugar la paradoja, destacó el cineasta, quien trabajó con actores no profesionales: Brandon Díaz y Karen Martínez, dos guatemaltecos, y Rodolfo Domínguez, un tzotzil de chiapas.

Decidí concentrar los testimonios de los migrantes en unos niños, señaló el cineasta, que buscó durante meses a sus actores en Guatemala y la ciudad mexicana de Chiapas, entrevistando a unos seis mil jóvenes. Lo más difícil fue hallar al chico que interpreta al indígena. Me sentía como un Quijote en las montañas de Chiapas. Porque casi todos tienen el pelo engomado y el celular pegado al oído, dijo.

Luego señaló que Rodolfo, quien interpreta a Chuak, estaba descalzo, no hablaba español, tocaba la jaramilla y conocía las danzas tzotziles.

Explicó que puso en su filme lo que aprendió con Ken Loach, con quien trabajó en Tierra y libertad, sobre la guerra civil en España; La canción de Carla, situada en Nicaragua, y Pan y rosas, sobre los migrantes latinos en California. “Es maestro, un mago. De él aprendí su método de hacer un trabajo comprometido con la realidad, aprendí que la cámara sea un testigo, un personaje más; a no usar grúas y nunca poner la cámara donde no estuviera un ser humano.

Aprendí a hacer un cine que tiene una función social, humana, espiritual, pero que no da doctrina, indicó el realizador.

Informó que el filme, que costó 1.7 millones de dólares, se ha vendido a varios países europeos, como Francia, donde se estrenará en noviembre. Me parece que el gran desafío es el mercado de Estados Unidos, para que el ciudadano medio, digamos de Kansas por ejemplo, jamás vuelva a ver de la misma manera a un migrante.