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Fuga de cerebros/II
L

a fuga de cerebros es un fenómeno mundial que en nuestro país se ha incrementado en años recientes, y si bien existe limitada información sobre las razones que motivan a los estudiantes mexicanos a residir en el extranjero, el doctor Francisco Marmolejo, director ejecutivo del Consorcio de Cooperación de la Educación Superior de América del Norte, refiere que encuestas realizadas por académicos en Estados Unidos señalan que las principales razones para que éstos no vuelvan son la escasa inversión en investigación, 30 por ciento; la falta de salarios competitivos, 26 por ciento; falta de desarrollo académico, 17 por ciento; poca cultura de investigación, 15 por ciento; nepotismo en lo relacionado a nombramientos y designación de plazas, y falta de oportunidades laborales, con 11 por ciento cada una.

De acuerdo con datos de la Academia Mexicana de Ciencias (AMC) publicados en 2011, de cada 3 mil doctores que egresan anualmente, sólo mil consiguen empleo o la oportunidad de continuar con sus investigaciones, y por cada investigador que no encuentra empleo el país pierde 2 millones de pesos en su capacitación. Mientras el entonces presidente de la AMC, Arturo Menchaca Rosas, refirió que entre 2006 y 2011 se contrató un investigador joven cada cuatro días; es decir, menos de cien científicos por año. Por otra parte, en un comunicado reciente del Centro de Investigación y de Estudios Avanzados (Cinvestav) se informó que más de 11 mil doctores mexicanos residen en Estados Unidos, cifra preocupante si se considera que sólo existen 30 mil mexicanos con ese grado.

El doctor Alfredo Álvarez Padilla, del Centro de Investigaciones sobre América del Norte (CISAN) de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), destaca que la existencia de redes de conocimiento y empresariales, la participación de capital financiero en el desarrollo de la ciencia y la tecnología, así como la calidad de las instituciones educativas y la existencia de políticas de atracción de talento, son las principales desventajas respecto de países como Estados Unidos y Canadá.

En 2009, Juan Carlos Romero Hicks, entonces director del Conacyt, negó la existencia de una diáspora masiva; explicó que aquellos becarios que no regresaron al país lo hicieron por motivos personales, y aseguró que existían vacantes suficientes para éstos, ya que anualmente se crearon mil plazas en los centros públicos de investigación e instituciones que dependen la Secretaría de Educación Pública (SEP). No obstante, aclaró que aunque la oferta y la demanda a veces no coincide, hay una gran colocación.

Mientras, en abril pasado, el actual director del Conacyt, Enrique Cabrero Mendoza, reconoció que casi la cuarta parte de los doctores mexicanos se encuentran en el exterior y no vuelven, y por ello informó que el gobierno ha comenzado a modificar el Programa de repatriación de investigadores para convertir a éstos en socios del desarrollo nacional, por lo cual han comenzado a trabajar en un proyecto para atraer a los investigadores mexicanos en el extranjero para que realicen estadías en el país, así como en la mejora de los laboratorios y centros de investigación.

En este contexto, aunado a la diáspora de capital humano, se debe considerar un fenómeno poco analizado: la fuga interna; es decir, aquellos profesionales de alto nivel que permanecen en el país pero realizan trabajos ajenos a su formación y competencias ante la falta de oportunidades. El periodista de ciencia Antimio Cruz, en un reportaje sobre esta problemática refiere que se desconoce el número exacto, pero podrían ser más de 25 mil mexicanos con posgrado los que se encuentran en esta situación. Por su parte, Heriberta Castaños-Lomnitz, especialista del Instituto de Investigaciones Económicas de la UNAM señala que hay abogados con maestría que trabajan como choferes; especialistas en química molecular que se dedican a vender medicamentos, o pymes creadas por científicos que no siempre funcionan.

¿Y si la cura para el cáncer o el diseño de un procesador más pequeño y eficiente se encuentran atrapados en la mente de un mexicano altamente calificado que no tiene oportunidades para desarrollarse? Redefinir una política integral de educación posgradual de alta calidad, realizar acercamientos con industriales y empresarios, destinar al menos uno por ciento del PIB a ciencia y tecnología, y proteger a los talentos mexicanos es imprescindible para unir esfuerzos en favor de la solución de los grandes problemas nacionales y el incremento de nuestra competitividad a escala global.

* Presidente de Educación y Formación con Valores AC, y analista en temas de seguridad, educación y justicia.

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