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A la mitad del foro

De las tinieblas

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Carlos Castillo Peraza, considerado el último de los ideólogos del Partido Acción Nacional, en imagen de archivoFoto Carlos Cisneros
E

l pacto no es institución permanente sino acuerdo temporal para hacer política y dejar atrás la parálisis de 15 años. De acuerdo, aunque provoque dudas y angustie a legisladores con memoria que evocan el acuerdo salinista con empresarios y sindicalistas que resolvía los acertijos de la economía y dejaba a los diputados y senadores en un rincón. Pedro Aspe, Arsenio Farell y Fidel Velázquez integraban la troika, el correo del zar.

Siempre de acuerdo con los dueños del dinero que formaban parte del cónclave palaciego, entrada de Orfeo a los infiernos en busca de acceso al primer mundo, al puro win-win. Pero esos no volverán. Como el PRI omnipotente, autoritario, arrasador del que tanto hablan los panistas que añoran el monopolio opositor; así como las criaturas de Felipe Calderón, quien aprendió de voz paternal que el priísmo era causa de todos los males, producto del maligno señor de las tinieblas, enemigo a vencer a nombre de Jesús, María y José. Ese no puede volver. No se reconocería en la generación híbrida formada en el ITAM, el Tec, la Anáhuac y las escuelas donde los curas fingían ser perseguidos mientras daban la bendición y una ayudadita a los inspectores de la SEP.

Todo cambió y el mismísimo Gattopardo se perdería en el caos anarquizante y los laberintos tecnocráticos de la oligarquía que se consagra al Sagrado Corazón y al alegre saqueo del dinero pú­­blico. Ya no hay ni recuerdos del oro del Kremlin que servía a la Federal de Seguridad para alegrar a los agentes de la CIA y dejar trabajar en paz a los tata-mandones del priato tardío. Vino el sufragio efectivo y, por fin, los del PAN supieron lo que quería decir el tenebroso Giuilio Andreotti, dirigente de la democracia cristiana, cabeza de gobiernos de coalición durante larguísimos años, al amparo de la guerra fría, de oximorónicas alianzas de la extrema derecha y la masonería de la persistencia; fusión con los que manejaban la banca del Vaticano y nada menos que con los capos de capos de la Mafia. Todo de negro hasta los pies vestido, decía Andreotti, Belcebú para los allegados: el poder corrompe a quienes no lo tienen.

Carlos Castillo Peraza advertía del riesgo de ganar el poder y perder el partido. Y de perder las tardes entre copa y copa. Ganaron el poder, el partido perdió hasta el modo de andar y los herederos de Felipillo santo vagan en busca de una higuera para col­garse. Disputan el control, el acceso, a la corrupción de los que tuvieron y ya no tienen el poder. Gustavo Madero lucha entre los ultramontanos para conservarse cerca del que manda y, sobre to­do, en pos del milagro de ganar la gubernatura de Baja California, o el premio de consolación de la presidencia municipal de Puebla de los Ángeles. Cordero ensaya poses de inquisidor de los Karamazov y recita misereres, lanza anatemas contra el PRI que se fue y no volverá: soy voz que clama en el desierto; hablo por el que se fue a Harvard. Porque el poder corrompe a los que no lo tienen.

Y tan orgullosos que estaban los que mandan, así sea p’a servir al patrón, con el sistema plural de partidos consolidado. Ahora sí, más allá del rango constitucional. En democracia se gana y se pierde, aprendieron a decir los tribunos de la transición en presente continuo. Nada importa, mientras haya ocasión de cambiar de partido como de camisa. Y sobre todo, si añadimos la sabiduría de Belcebú Andreotti a la malicia del Tlacuache Garizurieta, aquel de vivir fuera del presupuesto es vivir en el error. Así como llegó tarde la reforma agraria al sureste, llegó la izquierda de la democracia sin adjetivos tarde a Chiapas, a Oaxaca y, por último no el último, a Tabasco. A la tierra de Garrido Canabal, donde las cantinas y las iglesias cerraron como si anticiparan que volverían los mochos a mandar y a consagrar las leyes, mandatos y territorios de la república laica al Sagrado Corazón y a María Santísima. Con candidatos conversos, pero llegaron.

En Tabasco gobierna Arturo Núñez, experto en materia electoral, maestro en la gobernabilidad tan llevada y traída en estos días de ajetreado tránsito y penoso desgobierno. Llegar y denunciar que el antecesor, el químico priísta Andrés Granier, dejó una estela de inmisericorde saqueo. Actos de tragicomedia. Y la infaltable grabación de Granier presumiendo sus lujos, sus compras en Rodeo Drive, lo más elegante de Hollywood, dice; cientos de pantalones y camisas, más de 400 zapatos. Estaba muy pasado de copas, fue la inconcebible explicación. Y luego, encuentran en oficinas del ex tesorero 88 millones de pesos en pacas de 200, 500 y mil pesos.

Bulto casi tan impresionante como el de Zhenli Ye Gon, quien juró que le habían encargado esos millones de dólares colaboradores de la campaña presidencial de Felipe Calderón; uno de éstos, le advirtió: “ copelas o cuello”. El mensajero fatal era el hoy senador del PAN por Puebla, el mal encarado Lozano, que fue secretario del Trabajo al servicio de los patrones y sigue fielmente a Felipe Calderón, ahora como aliado del Cordero defenestrado del PAN, pero aún presidente en la Comisión Permanente. Los electricistas del SME forman el coro griego. Pero en Tabasco el indiciado es del PRI. Y la PGR, ante la montaña de billetes y otros indicios, gira orden de presentación del químico que perdió el poder y la razón bajo el influjo de Baco; no como testigo, sino como acusado. Pidieron la opinión del gobernador Núñez: de los delincuentes habla la procuraduría general (del estado), fue su lacónica respuesta.

Mientras se ponen en marcha por la ruta trazada, tanto por el pacto como instrumento de emergencia como por el Plan Nacional de Desarrollo, hay inesperada espiral inflacionaria y un casi ine­vitable incremento en el desempleo. Enrique Peña Nieto recibe buenos augurios en los medios de la globalidad; participa en la séptima cumbre de la Alianza del Pacífico y ahí se encuentra con el rey de España: media hora de plática y avances en el negocio de astilleros de Galicia, dijo la prensa española. Pero Pemex perdió cientos millones de dólares en la compra de acciones de Repsol, y al jefe político gallego lo ligan con un presunto traficante de drogas conocido como El Dorado.

No es el PRI el único almácigo de gobernadores corruptos en previsión de perder el poder. En Aguascalientes y en Guanajuato son panistas de fuste los indiciados. Y en la América nuestra, infeliz presa de dictadores. Efraín Ríos Montt fue sentenciado en Guatemala a 80 años de cárcel por genocidio; anularon la sentencia, pero volverán a condenar al viejo aliado de Alfonso Portillo, ex presidente extraditado a Estados Unidos para responder a cargos de lavado de 79 millones de dólares. Y nos recuerda Jorge Mansilla en La Jornada de ayer que hace unos días murió en su celda el general Videla; que en el altiplano de La Paz estará preso el dictador Luis García Meza hasta que cumpla 93 años de edad.

Tiempos propicios al cambio. Tiempos de recuperar el rumbo del Estado republicano laico. El que dispuso se pagara el rescate de Arnoldo Martínez Verdugo, líder comunista secuestrado y cuya vida estaba en juego. De un dirigente que supo caminar al paso de Enrico Berlinguer; de quien, nos dice su compañero de luchas Gerardo Unzueta, supo entender la importancia del momento en que se produjo la invasión a Checos­lovaquia, estar contra la decisión del PCUS y reclamar la desocupación.

Murió Martínez Verdugo. Siem­pre harán falta hombres como él. Caen los muros. Y perdura la primavera de Praga.