Opinión
Ver día anteriorJueves 30 de mayo de 2013Ver día siguienteEdiciones anteriores
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José María Pérez Gay
C

onocí a Chema Pérez Gay gracias a Bolívar Echeverría, su compañero en la Universidad Libre de Berlín. Ambos compartían inquietudes culturales y una rigurosa formación teórica, pero sobre todo venían de una experiencia deslumbrante al lado de Rudi Dushke, el precursor intelectual de la gran rebelión estudiantil de 1968 en Europa. Ambos, Chema y Bolívar, ya en México, siguieron sus propias inclinaciones vocacionales, filosóficas y literarias, cultivando con inteligencia la amistad que no les impidió diferir, digamos, en la valoración última de Marx. Dicha tolerancia en el plano de las ideas era una extensión del espíritu del 68, es decir, de la búsqueda radical de un mundo que la imaginación podía vislumbrar siempre y cuando la praxis pudiese sustentarse en una visión moral, ajena al simple cálculo político o a la perpetuación clasista de los viejos prejuicios cristalizados en el capitalismo.

En esa matriz de inquietudes y rebeldías que era el Berlín de los años 60, Pérez Gay asume y rechaza la solemnidad dogmática y represiva del socialismo real, pero también a los fieles de un ritual repetitivo y hostil que, en nombre de la Revolución, convierten ideas y emociones en simples prejuicios desnudos de toda inteligencia. Como escritor y periodista, Chema prefiere hurgar el lado oscuro de la humanidad, buscando en la memoria colectiva e individual las respuestas que ni el existencialismo ni la teoría crítica le ofrecen. (Me pregunto –escribe– si un recuerdo es algo que tenemos o algo que hemos perdido para siempre. Sabemos que los recuerdos no existen: rescribimos siempre la memoria del mismo modo como rescribimos siempre la historia).

En ese recorrido, Pérez Gay descubre con horror la supremacía de los abismos, esa indoblegable capacidad para la autodestrucción de los seres humanos que ninguna filosofía o religión explica, ni menos consigue domeñar. ¿Puede la sociedad evitar hoy ese destino cruel de extermino, superar la violencia y hacer del mundo otra cosa? “Los últimos años del siglo XX –apunta– han caído como una densa nube de silencio sobre muchas utopías, la palabra progreso ya no brilla con destellos juveniles y ningún fantasma recorre el mundo con su impulso airado y justiciero. La catástrofe tiene diferentes nombres, pero todos se parecen. La guerra nuclear, el cáncer o el sida. Y si las cosas siguen como van, dicen los especialistas de lo obvio, no tardará el día en que el holocausto nuclear convierta a este planeta en una esfera de fuego antes de hacerse añicos en la noche sideral”.

Chema, lector incansable, cuestiona, investiga y escribe páginas de extraordinario valor literario cuya lectura es siempre gratificante. Este guerrero de las letras, las ideas y la desolación de los imperios y las memorias perdidas, como lo llama Cordera, se detiene en Elías Canetti desentrañando el significado de cada punzada escrita. Al citarlo, podría decirse que sufre con él: “…Los filósofos nos dicen que la vida es ir muriendo y, al afirmar la hegemonía de la muerte, le restan fuerza a la vida, el único tesoro que tenemos. De este modo evitan la única lucha que vale la pena, la lucha contra la muerte”. Pero es en la poesía de Paul Celan donde Pérez Gay halla algunas de las claves que le permiten edificar su propia visión. No solamente estudia al poeta de habla alemana con resultados ejemplares sino que se funde con él en espléndidas e insuperables traducciones al español. Y al retomarlo reincide en sus preocupaciones de fondo: “Cualquier persona tiene derecho a olvidar –escribe Chema–. Nadie puede reprocharse el deseo de olvidar el horror y la muerte. La vida sólo es posible si hay olvido. Tal vez haya algo más piadoso para los muertos que el recuerdo: el olvido. El perdón no es sino una ratificación moral del olvido. Paul Celan no pudo olvidar ni perdonarse”.

Hoy que José María ya no está con nosotros han proliferado las manifestaciones de duelo que marcan el vacío que nos deja. Sus amigos más cercanos, como Luis Linares, han dicho justas palabras y lo han recordado para enaltecer su memoria. Otros, igualmente conmovidos, saludan al Pérez Gay comprometido con una causa sin ser propiamente un político, subrayando su amistad con López Obrador y la coherencia de su actitud, aunque se aquilata menos el papel que en ello tiene su extraordinaria formación intelectual, tan ajena a cualquier dogmatismo, la huella de su temprana militancia política en la izquierda. En ese sentido, quisiera traer a colación, como breve homenaje a nuestro escritor, varias líneas (interrogantes) escritas por él a partes iguales entre la melancolía y la esperanza, hace ya algunas décadas: “¿Somos obsoletos sobre el planeta los cuarentones y sólo buenos para recordar que leímos El capital y El malestar en la cultura en las universidades, dueños de una alegría de vivir y de un caudal de íntima ternura sólo rotos al descubrir que no éramos políticos? ¿Somos obsoletos los que salimos a las calles en el mayo de nuestros veinticinco años para protestar contra el genocidio en Vietnam y nos aterramos cuando los tanques soviéticos ocuparon Checoslovaquia? ¿Quién quita, sin embargo, a los cuarentones, el instante perpetuo de la Marcha del silencio por el Paseo de la Reforma, la noche en las barricadas del bulevar Saint Michel o el amanecer en las escaleras del Pentágono? ¿Quién nos puede regatear al final de este milenio la más larga de las resurrecciones?” No te equivocaste, Chema. (Todas las citas pueden hallarse en el buscador de la edición digital de Nexos.)

P.S. Es imposible imaginar a Chema Pérez Gay sin la presencia vital de nuestra querida Lilia Rosbach, siempre dispuesta a ayudar con diligencia, respeto y cariño. A ella y sus dos hijos, así como a los hermanos de Chema y sus familias, les reitero mi solidaridad y afecto. A Rafael, gracias por la templanza en esta hora difícil.

P.D. Arnoldo Martínez Verdugo ya tiene un lugar asegurado en la historia. Sus aportaciones al desarrollo del comunismo en México, en horas de persecución e histeria contra el marxismo, así como la decisión de superar el dogmatismo en favor del cambio democrático, lo hacen una figura indispensable que exige, más allá de la sacralización, que su obra se estudie y a fondo. A Martha Recasens, mis condolencias.

P.D. La muerte no nos da respiro: ha fallecido en Puebla Pepito Victoria, militante de la izquierda, profesor, amigo, compañero. A su hijo un abrazo.