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Los aserraderos ilegales en Milpa Alta no tienen nada de clandestinos, están a la vista

Continúa la tala ilícita pese a las advertencias de autoridades

Al menos 10 establecimientos laboran en el casco urbano de Santa Ana Tlacotenco

En patios se apilan tablones, pero nadie molesta a los talamontes, acusan comuneros

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Montañas de troncos conforman el nuevo paisaje de varios pueblos de Milpa AltaFoto Roberto García Ortiz
 
Periódico La Jornada
Domingo 2 de junio de 2013, p. 35

A unos 100 metros de la carretera México-Oaxtepec, en el kilómetro 26.5, justo a la entrada del pueblo de Santa Ana Tlacotenco, en la delegación Milpa Alta, se observan apilados los rollos de madera –recién bajados del bosque–, que sobresalen en una loma, entre el sembradío de nopales.

Se trata de uno de los 10 aserraderos identificados en este poblado y que nada tienen de clandestinos, ya que operan a la vista de todos y a plena luz del día , distribuidos en las inmediaciones del casco urbano.

Aquí la tala ilegal en el bosque es un asunto que todo mundo conoce, pero nadie detiene, reclaman los comuneros que han visto prosperar esta actividad desde hace tres años, luego de que en 2010, tras un ventarrón que derribó cientos de árboles, se otorgó un permiso para retirar las especies muertas, situación que se salió de control.

Desde agosto del año pasado, de acuerdo con las autoridades de la delegación Milpa Alta, se suspendió la autorización para el retiro de los troncos, pero el saqueo del área arbolada –donde abundan los pinos y oyameles– no se detiene ni con la advertencia del gobierno capitalino de que realizará un megaoperativo en el bosque.

En los alrededores de Santa Ana Tlacotenco, tierra donde el cultivo de nopal, maíz y haba ha comenzado a caer en desuso, el trajín de los aserraderos no cesa. Al llegar al arco que da la bienvenida al sitio, basta alzar la mirada para encontrarse con el primero de ellos. Los montones de aserrín y los troncos recién cortados se distinguen desde lejos entre el verde de los nopales.

Nadie se oculta para realizar sus diligencias, ni en éste ni en ninguno de los establecimientos habilitados en los patios de las casas, donde se observan montañas de tablones. Las sierras eléctricas se escuchan a varias cuadras a la distancia e impactan a los inquilinos aledaños.

Están colgados de la luz y a cada rato provocan altibajos en el voltaje y truenan los aparatos eléctricos. Han venido los de la CFE a cortarnos el servicio cuando tenemos adeudos y nos obligan ir hasta Chalco a pagar para volver a conectarnos, pero a ellos no los tocan, se quejan los vecinos.

El ir y venir de camionetas de redilas con troncos de árboles y la de camiones torton con la madera procesada ya es parte de la cotidianidad de este poblado. Aquí el ambiente hostil que enfrentan las brigadas de vigilancia en el bosque no se refleja en el pueblo, ya que elementos policiacos patrullan las calles sin reparar en esta actividad.

Un escenario similar, cuentan los comuneros, se vive en los pueblos de San Salvador Cuauhtenco y San Pablo Oztotepec.