Directora General: Carmen Lira Saade
Director Fundador: Carlos Payán Velver
Domingo 2 de junio de 2013 Num: 952

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Buen viaje,
querido Chema

Hugo Gutiérrez Vega

Nuevos poetas en Tijuana

Manuel Galich o
el ejemplo moral

Mario Roberto Morales

Una década sin
Monterroso

Esther Andradi

Cervantes plagiado
entre tedescos

Ricardo Bada

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Columnas:
A Lápiz
Enrique López Aguilar
La Jornada Virtual
Naief Yehya
Artes Visuales
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Bemol Sostenido
Alonso Arreola
Paso a Retirarme
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Cabezalcubo
Jorge Moch
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Cinexcusas
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Alonso Arreola
@LabAlonso

Llegando a Montevideo (I DE II)

En Montevideo reina una calma envidiable. Ciudad con menos de dos millones de habitantes (en todo Uruguay hay alrededor de tres), avenidas como la 18 de Julio muestran una actividad casi cosmopolita que se adelgaza nomás entrando a los pasajes comerciales que serpean en las entrañas de cada manzana. En ellos encontramos tiendas de antigüedades, librerías de viejo y ofertas musicales espléndidas como la del Museo del Vinilo, en donde se puede conseguir lo mismo un álbum de John Coltrane que del Negro Rada, Alfredo Zitarrosa, la familia Fattoruso, Leo Maslíah o Daniel Viglietti, leyenda uruguaya con la que tuvimos oportunidad de conversar a propósito, entre otras cosas, de Felisberto Hernández, emblemático músico y escritor del país sudamericano.

Hace frío en estas fechas en Montevideo. Empero, si el mar no se alía con el Río de la Plata para sumar sus poderes eólicos, el cielo se abre regalando una luz color canario que canta alfileres entre los árboles de callejuelas y plazas. En tal lienzo, el gigantesco libertador Artigas hace frente al bellísimo Palacio Salvo y, desde su caballo, aprueba lo que en el segundo piso transmite la Radio Nacional, tan importante para resistir la dictadura. Todo se orquesta, en fin, subrayando el título de Capital Iberoamericana de la Cultura 2013. Es por ello que la visitamos, invitados por la ADIMI (Asociación para el Desarrollo de la Industria de la Música Iberoamericana, presidida por el mexicano Álvaro Abitia) al festival Llegando a Montevideo, Músicas de Iberoamérica, donde felizmente conocimos a artistas de Panamá, Nicaragua, Argentina, Brasil, México, Uruguay, Honduras, Costa Rica, Colombia, Ecuador, República Dominicana, Venezuela y España.


Alfredo Zitarrosa

Organizadas en forma gratuita, las presentaciones sucedieron en cuatro espacios de la periferia montevideana (Centro Cultural Goes, Sala Experimental de Malvín, Teatro Florencio Sánchez, Complejo Sacude), así como en su máximo foro para conciertos y artes escénicas: la Sala Zitarrosa, dirigida por el notable y entusiasta músico Jorge Shellemberg. Allí pudimos escuchar, entre otros, al compositor brasileño Antonio Loureiro, a los cantautores panameños Javier Medina Bernal y Carlos Méndez, al uruguayo Dany López, al nicaragüense Perrozompopo, al argentino Gaby Kerpel y a los mexicanos Espumas y Terciopelo. Sobre todos ellos quisiéramos hablar este y el siguiente domingo.

El primero, Loureiro, es un talentoso y sensible habitante de Sao Paulo nacido en Belo Horizonte. Al frente de un refinado trío de piano, contrabajo y batería, mostró la magia del álbum en donde originalmente toca todos los instrumentos. Hijo innegable de su tierra, devela influencias que van del Pat Metheny Trío a Hermeto Pascoal pasando por Radiohead, siempre con dulces e intrincadas armonizaciones melódicas que hacen de su voz, a veces susurrada, un delicado pero firme pincel. Otrora miembro del sexteto Ramo, sus veintisiete años de edad le alcanzan para liderar su proyecto como pianista, lo mismo que para ser vibrafonista o baterista de otros notables compositores. Asombroso.

El segundo, Medina Bernal, es un joven  poeta (Premio Nacional de Literatura Ricardo Miró 2011) interesado en la profundidad que el lenguaje alcanza cuando se canta con fuerza y convicción. Eso es lo que refleja su disco Universo-Capítulo 1, una colección de nueve temas poderosos por distintas razones. Algunos por su dotación de rock, otros por la sospechosa fragilidad de la voz contra guitarra, todos por la valía de su lírica y el afinado timbre de una garganta que sabe administrar vibratos, aunque muchas de sus melodías sean hermanas. Honesto. Valioso.

Como en siete días hablaremos del resto de los artistas, permítasenos un paréntesis y una primera conclusión. El paréntesis: entre chivitos (sándwiches de carne) y tinto Tannat, platicando con colegas y periodistas, notamos la angustia generalizada por el bajo retorno económico que representa para muchos creadores el desempeño de su oficio. La mayoría abocados a darles gusto a productores, promotores y programadores, a veces se olvidan de corroborar la presencia de aquello que, creemos, es lo único que trasciende: voltear hacia adentro, no importando la ingrata lentitud que conlleve su testarudez.

Primera conclusión: Montevideo parece orgullosa de su huella sonora pese a esa invasión de la que no se escapan los clubes nocturnos: el reggaetón. En sus calles es fácil encontrar la firmeza del pasado. Eso ayudó a amplificar lo mucho que sucede hoy en Iberoamérica. Tan cerca y tan lejos unos de otros, quienes compartimos esos días (esas noches de improvisaciones y baile), quedamos con el compromiso de hacer eco, tal como sucedía en otros tiempos. Aquí el primer intento. Y más la semana entrante. Buen domingo.