Directora General: Carmen Lira Saade
Director Fundador: Carlos Payán Velver
Domingo 2 de junio de 2013 Num: 952

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Buen viaje,
querido Chema

Hugo Gutiérrez Vega

Nuevos poetas en Tijuana

Manuel Galich o
el ejemplo moral

Mario Roberto Morales

Una década sin
Monterroso

Esther Andradi

Cervantes plagiado
entre tedescos

Ricardo Bada

Leer

Columnas:
A Lápiz
Enrique López Aguilar
La Jornada Virtual
Naief Yehya
Artes Visuales
Germaine Gómez Haro
Bemol Sostenido
Alonso Arreola
Paso a Retirarme
Ana García Bergua
Cabezalcubo
Jorge Moch
Prosaismos
Orlando Ortiz
Cinexcusas
Luis Tovar


Directorio
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Ana García Bergua

Una carta a José de la Colina

Querido Pepe:

Me da muchísimo gusto acompañarte en este nuevo homenaje que te hace Bellas Artes como protagonista de la literatura mexicana. En los últimos años, no sólo has sobrevolado la enfermedad y las crisis económicas, sino también los homenajes, a los que llamas también ojomeneos, volviendo literario todo lo que tocas. Pocos escritores hay en este país que hayan defendido con tanta elocuencia y talento el derecho a escribir por placer, por el juego con las palabras que lleva, casi por accidente, a la revelación. Pero no a revelaciones morales, falsamente trascendentes, sino a la revelación digamos estética, como el rayo que asoma entre las nubes, esa mirada lúcida que de repente vuelve muy interesante cualquier cosa y la transforma en algo nuevo. Eso, diría yo, es la literatura, y es lo que llevas haciendo desde siempre, en perpetuo movimiento que diría Monterroso, con la naturalidad de quien conversa u organiza una tertulia, sin grandes aspavientos pero entregándonos siempre imágenes deslumbrantes, como ese cisne que fuma, hastiado, luego de la función con Leda, o esos músicos del Titanic que siguen tocando Pompa y circunstancia mientras se hunde el barco, imagen poderosísima en la que reparaste tú antes que nadie, el ojo que se enciende como brasa cuando alguien le sopla para quitarle una basura o los pezones que se quedan ojerosos después del amor, tantos cuentos tuyos que saltan a la memoria con sensaciones de hallazgo. Leí en una entrevista que te hizo Fernando García Ramírez que tus influencias principales son Buñuel y Paz, y me atrevo a añadir, quizá, que de ambos has elegido la libertad: la libertad de la mirada de Buñuel y la libertad de palabra (o bajo palabra) de Paz. Libertad para invocar imágenes e ideas y libertad para expresarlas, libertades imaginarias, como titulaste uno de tus libros, frase falsamente fatalista, pues nada es más imaginario que nuestra libertad concreta y a la vez nada es tan gozosamente libre como la imaginación.

Siempre quiero decirte todo lo presente que estás en lo que escribo desde que leí en casa “Los músicos del Titanic” y desde que me  diste la oportunidad de colaborar en el Semanario. Pero sé que no te gusta que te llamen maestro porque te envejece, ni que te homenajeen porque también, así que me limitaré a contarte que para mí fue una revelación leer un texto tuyo en el Semanario cuyos párrafos comenzaban todos con “y”, el temible “y” que tanto se dice que suena mal, y que no hay que repetir, y aun así ese texto fluía con enorme gracia y sabrosura, y ahí fue donde vi, de manera cercana, que la prosa era algo con lo que se podía jugar alegremente, que la prosa es también una música, no sólo la poesía. Y también gracias a ti descubrí a Ramón Gómez de la Serna y la greguería, aquella forma sintética y deslumbrante de poesía en prosa de la que siento que parten algunos de tus textos, entre el ensayo, la narración o el juego à la Georges Perec. Tus textos nos hacen ver que las llamadas curiosidades literarias son en realidad la literatura misma, y el sentido de la literatura es la curiosidad en todos los sentidos.

Esa curiosidad es la que, imagino, te ha llevado a formar y animar innumerables publicaciones que están en el centro de la cultura en México en los últimos cincuenta años, desde la Revista Mexicana de Literatura, La Palabra y el Hombre, Nuevo Cine, Plural, Vuelta, Sábado, Biblioteca de México y Letras Libres, entre otras, y a seguir publicando en Milenio tus columnas semanales que son una delicia de leer, literatura verdadera en medio de la prosa de las noticias terribles y las prosas terribles que se publican con cada vez mayor descuido en todos lados, o revelándonos cada mes una “página viva” en la Revista de la Universidad. Una curiosidad viva y ciertamente intemporal, cuando no juvenilmente inquieta o inquietantemente juvenil.

Este título que han puesto al ciclo de Protagonistas de la Literatura tiene un airecillo a casting, y por lo mismo yo me he preguntado: si la literatura mexicana fuera una película, ¿qué papel te daría un hipotético director?, y pienso que quizá serías el muchacho que recorre a caballo el desierto y las praderas, infatigable en sus hallazgos y sus mensajes, una especie de perpetuo buscador de tesoros, sin el que la película se desmorona. Por eso te agradezco estar aquí con nosotros y te pido que estés muchos años más y soportes paciente los ojomeneos, pues todos te los has ganado.