Directora General: Carmen Lira Saade
Director Fundador: Carlos Payán Velver
Domingo 2 de junio de 2013 Num: 952

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Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Buen viaje,
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Hugo Gutiérrez Vega

Nuevos poetas en Tijuana

Manuel Galich o
el ejemplo moral

Mario Roberto Morales

Una década sin
Monterroso

Esther Andradi

Cervantes plagiado
entre tedescos

Ricardo Bada

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La radicalización y eliminación de un enemigo público: Anuar Awlaki (I DE II)

Un monstruo alado

Hoy la imagen emblemática del drone es la de un pequeño avión con una cabina lisa (sin ventanas ni aperturas que pudieran imaginarse como ojos) de forma alargada y curva que evoca la cabeza del xenomorfo de la cinta Alien, un largo tren de aterrizaje que recuerda las patas de un mosquito y, bajo las alas, amenazantes misiles. Este aparato a control remoto se ha convertido en un monstruo que causa terror desde la provincia de Kunduz en Afganistán hasta Adén, en Yemen. La gente en diversas zonas de Medio Oriente sabe que en cualquier momento su vida puede terminar con el impacto de un proyectil capaz de alcanzarlo en cualquier lugar, en todo momento y por las razones más impredecibles.

Tres ejecuciones sumarias de estadunidenses

El periodista Jeremy Scahill (autor del libro Blackwater, sobre la tristemente célebre empresa de mercenarios que solía tener ese nombre) comienza su más reciente libro Dirty Wars. The World is a Battlefield, contando cómo Abdulrahman Awlaki, un joven estadunidense de dieciséis años, de origen yemenita, escapa de la casa familiar en busca de su padre, uno de los hombres más buscados en el mundo por la CIA, el estadunidense Anuar Awlaki, quien se ocultaba en algún lugar de Yemen. El muchacho fracasa y regresa con la familia. Tres semanas después, mientras cenaba con sus primos al aire libre, un misil disparado por un drone los hizo pedazos. Su cadáver fue reconocido porque pudieron identificar la parte trasera de su cabeza por el peinado afro que usaba. De esa manera se convirtió en el tercer estadunidense asesinado por su propio gobierno, sin juicio, en la era de la “guerra contra el terror”. El primero fue su padre Anuar y, el segundo, Samir Khan, el responsable de la edición en línea de la revista Inspire de Al Qaeda en Yemen (comentada recientemente por haber publicado las instrucciones de las bombas en ollas de presión, como las usadas en el atentado del maratón de Boston).

El mundo es un campo de batalla

Dirty Wars es un volumen enciclopédico que documenta el uso, cada vez más común, del asesinato como estrategia de relaciones exteriores y programa de seguridad nacional estadunidense. El libro es una reflexión y una bitácora de los recorridos de Scahill por Medio Oriente; de sus entrevistas e investigaciones sobre los efectos de la guerra sucia, y en particular, sobre los ataques con drones y sus consecuencias. Trabajo que también ha sido motivo de un documental del mismo nombre, bajo la dirección de Rick Rowley estrenado este año en el festival de Sundance. Entre todas las historias de devastación y horror contadas aquí, destaca la de Awlaki, ya que establece el precedente de que en la era Obama incluso los ciudadanos estadunidenses pueden ser cazados y asesinados en cualquier lugar del mundo y sin tener que rendir cuentas ante ninguna legislación.

La transformación

Peter Sloterdijk escribe:  “El siglo xx será recordado como la era en la que el pensamiento esencial consistía no en apuntar al cuerpo, sino al entorno del enemigo.” La primera década del siglo XXI se caracteriza por el acecho y eliminación de cualquier enemigo real o potencial en cualquier entorno. Anuar Awlaki nació en Nuevo México y se convirtió en un prestigioso imam que después del 9/11 fue invitado a un desayuno en el Pentágono y a menudo aparecía en los medios promoviendo el entendimiento entre las religiones. Sin embargo, la invasión de Afganistán y las atrocidades cometidas contra la población lo llevaron a criticar las acciones militares estadunidenses, con lo que se volvió blanco del acoso del gobierno de Bush. La presión aumentó tanto que, en 2002, decidió abandonar su país natal y se mudó a Yemen. Desde ahí siguió difundiendo por internet sus críticas a lo que percibía como una guerra en contra del islam. Su blog se volvió extremadamente popular, al punto en que EU presionó al gobierno yemení para que encarcelara a Awlaki sin cargos ni juicio. Después de 18 meses de tenerlo encerrado en condiciones deplorables, las autoridades cedieron a las campañas de grupos de derechos humanos que luchaban por su libertad. En la cárcel, Awlaki se transformó y a partir de entonces comenzó a vivir ocultándose y la retórica de su blog se volvió más violenta. No obstante, la CIA consideraba que su posición no era “operativa” sino meramente de incitación. Esto cambió después de que, en noviembre de 2009, un psiquiatra del ejército de EU, Nidal Malik Hassan, quien había tenido correspondencia inocua con él, asesinó a trece soldados en Fort Hood.

(Continuará)