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Ver día anteriorLunes 3 de junio de 2013Ver día siguienteEdiciones anteriores
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La necesaria unidad de la izquierda
E

videntemente es una necesidad planteada para el futuro, con mayor o menor lejanía, porque al momento es algo que parece escapar a las posibilidades de nuestra actual realidad política. Y esto se puede afirmar no obstante que en las últimas elecciones presidenciales Andrés Manuel López Obrador obtuvo el segundo lugar con un total cercano a los 16 millones de votos (Enrique Peña Nieto habría logrado un poco más de 19 millones, según los resultados oficiales), que es una cifra impresionante en el conjunto, sin olvidar que en 2006 el propio López Obrador fue también el segundo candidato en número de votos, según los resultados oficiales, apenas unos 250 mil por debajo de Felipe Calderón.

Nos encontramos, pues, con el fenómeno, inédito antes en México, de que la izquierda obtuvo en las dos últimas elecciones presidenciales una cantidad de votos muy próxima a la de los ganadores oficiales (cuando hay además una amplia sospecha de que en ambas ocasiones la cifra oficial estuvo incrementada artificialmente, es decir, tramposamente, en alguna medida). Pero sin regresar a esta discusión subrayamos una vez más el poder innegable de una izquierda que, desafortunadamente en el plano de la realidad política, no tiene toda la presencia e influencia que indicaría la innegable abundancia de sus votos al menos en las dos últimas justas electorales para la Presidencia de la República. Hay allí una desproporción que es preciso compensar y que resulta uno de los retos más importantes a que se enfrenta la poderosa izquierda y la democracia mexicana.

¿En qué o dónde reside la falla? En una visión inmediata el problema parece residir sobre todo en la división partidaria de la izquierda o de las izquierdas, hasta el año pasado con filiación cuando menos en tres organizaciones: el PRD, pero también el Partido del Trabajo (PT) y Movimiento Ciudadano (MC). Situación que probablemente se verá agravada en el futuro por la conversión de Morena en partido político reconocido formalmente (¿O es un camino de solución, en la medida en que el nuevo partido político derivado de Morena sea capaz de atraer a sus filas, o a la votación de sus candidatos, a un número importante de ciudadanos que hoy forman parte de los otros partidos de la izquierda?) La posibilidad siempre existe aun cuando su cumplimiento no sea ni tan claro ni tan evidente.

Por supuesto que en esta reflexión está inevitablemente mezclada la personalidad de los candidatos, y tratándose de la izquierda concretamente la de Andrés Manuel López Obrador, que ha sido el factor principalísimo, sin duda, del muy alto número de votos en favor de la izquierda en las dos últimas elecciones presidenciales. La principal reserva del liderazgo de la izquierda parece recaer en Marcelo Ebrard, más allá de los azares que le depare su futuro como funcionario (¿presidente del PRD?) ¿Y el papel de Morena en el futuro unitario de la izquierda?

Pero, aparte de las circunstancias señaladas, parece absolutamente necesario que en el próximo futuro la izquierda mexicana ponga en primerísimo lugar de su agenda el de la unidad. Y esto, por diversas circunstancias, tal vez no sea tan sencillo, entre otras razones porque ya a un año de las últimas elecciones presidenciales no parece surgir o plantearse sino por excepción ese tema imprescindible de la unidad de la izquierda.

Me parece imprescindible el tema porque sin realizarlo de alguna manera no parece nada fácil (como ya se ha demostrado) acceder por la vía electoral a la Presidencia de la República. Tanto desde el punto de vista geopolítico como de la composición de los principales intereses del país parece México configurado y digamos predestinado ya, al menos por un tiempo histórico, a formar parte del bloque norteamericano del capital, con Estados Unidos a la cabeza y Canadá. Este significado es el que ha cobrado ya claramente la presidencia de Enrique Peña Nieto, que además fue confirmado rotundamente en la reciente visita de Barack Obama a México.

Hacer explícita esta pertenencia geopolítica y de intereses de México en el momento presente creo que fue el real significado profundo de la visita de Barack Obama a México, todo ello construido explícitamente desde hace décadas, cuando menos desde los sexenios de Carlos Salinas, Ernesto Zedillo, Vicente Fox y Felipe Calderón. Esa construcción de pertenencia política de México al norte, unida al fuerte alejamiento mexicano de la recomposición de América Latina, explica con bastante exactitud nuestra posición política actual (esperar el mayor beneficio de nuestra alianza más que virtual con Estados Unidos y en general con el norte del globo), y nuestro alejamiento de los países del sur hacia los cuales hay desconfianza o al menos muchas dudas de que históricamente obtengamos beneficios apreciables de esta liga con el sur).

Los hechos, sin embargo, parecen negar esta visión simplista. Es verdad, en un sentido nuestra vecindad con Estados Unidos debiera traducirse en beneficios constantes y sonantes para México. El carácter de dominación imperial que define la estructura del poder capitalista en ese país no hace tan claras esas posibles ventajas; históricamente se ha traducido más bien en la sumisión que cobra la figura de una tremenda concentración de capitales en nuestro país, ampliamente vinculados a los intereses del norte, y en un tipo de economía que ni de lejos aspira a resolver los problemas de las más amplias masas populares. Cuando menos ha sido así hasta el momento.

Por el otro lado, la información aplastante que nos llega del sur continental es que los países de esa parte del mundo, en su conjunto, han logrado en la actualidad un crecimiento que supera fácilmente al de nuestro país. Resulta imprescindible entonces diseñar un modelo de crecimiento y desarrollo que no ponga todos los huevos en la misma canasta (como en la práctica fue el TLCAN), y que busque más bien la diversificación y la autonomía en el desarrollo mexicano, como han procurado hacerlo con éxito los países del sur continental.

La unidad de la izquierda es imprescindible para lograr entonces un modelo de desarrollo más autónomo y eficaz.