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Economía Moral

Nuevas ciencias de la mente y la evolución: un reto a las ciencias sociales

La existencia de la naturaleza (o esencia) humana, en el centro de la disputa

E

n la introducción de su muy poco conocido libro de lecturas (no disponible en español) The Nature of Man (Mac Millan, Nueva York, 1968), Erich Fromm (fundador del sicoanálisis humanista) y Ramón Xirau (poeta y filósofo catalán-mexicano) empiezan señalando que para la mayor parte de los pensadores de la antigüedad griega, la Edad Media y hasta el periodo de Kant (quien nació en 1724 y murió en 1804), la existencia de algo llamado naturaleza humana, en términos filosóficos, esencia humana, era auto-evidente*. Había acuerdo en que tal esencia existe, que hay algo en virtud de lo cual el hombre es hombre. Pero durante los últimos 100 años o más, este punto de vista tradicional empezó a ser cuestionado por las siguientes razones: a) Auge del enfoque histórico en el estudio del hombre, que muestra que el hombre actual es muy diferente del de épocas pasadas, lo que sugiere que es poco realista suponer que ambos compartían la esencia que puede llamarse naturaleza humana. b) Los estudios de antropología cultural que surgen en el siglo XX, y que muestran tal diversidad de costumbres, valores, sentimientos y pensamientos que muchos antropólogos concluyeron que el hombre es una hoja en blanco en que cada cultura escribe su propio texto. c) El enfoque evolucionista (Lamarck, Darwin, etcétera) que también tendió a sacudir la creencia en una naturaleza humana común. d) El abuso del concepto de naturaleza humana contribuyó a la tendencia a negar la existencia de una naturaleza humana fija. En su nombre se defendió la esclavitud, la discriminación, el racismo y el genocidio.

Fromm y Xirau (FyX) adoptan una postura descriptiva sobre estas tendencias intelectuales y sostienen que la conclusión de que no hay una naturaleza humana supone tantos peligros como aquellos inherentes a una naturaleza humana fija. Exploran dos salidas al aparente dilema insoluble. La primera salida es distinguir entre los conceptos de esencia/naturaleza, por una parte, y ciertos atributos humanos comunes a todos y que pertenecen al hombre como hombre, pero no constituyen un concepto pleno de naturaleza humana. Entre estos atributos enumeran: ser racional (puesto en duda por Freud); zoon politicon o ser social (animal gregario); Homo faber: animal que produce de acuerdo con un plan que desarrolla en su mente de antemano y que fabrica herramientas; animal simbólico (que fabrica símbolos), el más importante de los cuales es la palabra. Estos atributos esenciales, aunque constitutivos de la esencia humana no la agotan: el hombre podría aún ser libre o determinado; bueno o malo; codicioso o idealista. La segunda salida es la planteada por, entre otros, Marx y Teilhard de Chardin: la percepción de que el hombre se hace a sí mismo, que es el autor de su propia historia. Del hecho de hacerse a sí mismo, de ser histórico y temporal, FyX concluyen que entonces ya no podríamos hablar de esencia o naturaleza humana como algo que existe sino de algo que está en proceso de existencia, lo cual ilustran diciendo que el hombre no es racional sino se va volviendo racional. Omito valorar la postura de FyX para dar paso a lo que da título a la entrega de hoy.

Desde otra perspectiva intelectual, el sicólogo cognitivo Steven Pinker, quien expresa la postura de un amplio grupo de científicos de la mente, del cerebro, de los genes y de la evolución, en su libro The Blank Slate. The Modern Denial of Human Nature (Penguin Books, 2002; La tabla rasa. La negación moderna de la naturaleza humana, Paidós) expresa una postura muy crítica ante las corrientes de pensamiento, dominantes en ciencias sociales, que niegan la existencia de una naturaleza humana y aporta amplia evidencia de dichas ciencias para sustentar las realidades biológicas de la naturaleza humana no sólo de nuestro cuerpo, sino también de nuestra mente y emociones. Extracto algunas ideas del prefacio:

Cuando se trata de explicar pensamiento y conducta humanos, la posibilidad de que la herencia desempeñe algún rol tiene el poder de escandalizar. Reconocer la naturaleza humana, piensan muchos, es avalar racismo, sexismo, guerra, codicia, genocidio… Cualquier afirmación de que la mente tiene una organización innata es percibida no como hipótesis que puede ser incorrecta, sino como pensamiento inmoral. Este libro es acerca de las coloraciones morales, emocionales y políticas del concepto de naturaleza humana en la vida moderna. Recordaré la historia que llevó a la gente a ver la naturaleza humana como una idea peligrosa, y trataré de desenredar el nido de ratas moral y político que ha enmarañado la idea en el camino. La explicación correcta es, en algunos casos la ambientalista extrema (vbg. qué idioma habla una persona), en otros, como desórdenes heredados, es la explicación hereditaria extrema; pero en la mayoría de los casos invocará una interacción compleja entre herencia y medio ambiente: la cultura es crucial, pero la cultura no podría existir sin las facultades mentales que permiten a los seres humanos crearla y asimilarla. Mi meta en este libro no es argumentar que los genes son todo y que la cultura es nada –nadie cree eso– sino explorar por qué la posición extrema (que la cultura es todo) es tan frecuentemente vista como moderada, y la posición moderada [que postula la interacción entre ambas] es vista como extrema. Reconocer la naturaleza humana tampoco tiene las implicaciones políticas que muchos temen: no requiere abandonar el feminismo, ni aceptar los niveles actuales de desigualdad o violencia, ni considerar la moralidad como ficción. El rechazo a reconocer la naturaleza humana… distorsiona nuestra ciencia y nuestra erudición, nuestro discurso público y nuestra vida cotidiana. Los expertos en lógica nos dicen que una sola contradicción puede corromper un conjunto de aseveraciones permitiendo que la falsedad prolifere entre ellas. El dogma de que la naturaleza humana no existe, a la luz de la evidencia de la ciencia y del sentido común de que sí existe, es justamente una influencia corruptora de este tipo. Primero, la doctrina de que la mente es una tabla rasa ha distorsionado el estudio de los seres humanos, y por tanto las decisiones (privadas y públicas) orientadas por tal investigación... Segundo, el tabú sobre la naturaleza humana no sólo ha puesto anteojeras en los investigadores, sino que ha convertido la discusión sobre ella en una herejía que debe ser erradicada. Muchos autores están tan desesperados por desacreditar cualquier sugerencia sobre una constitución humana innata que han arrojado por la ventana la lógica y la civilidad. El análisis de ideas es sustituido con frecuencia por calumnias políticas y ataques personales. Tercero, la negación de la naturaleza humana se ha extendido más allá de la academia y ha conducido a una desconexión entre la vida intelectual y el sentido común... Cuarto, la negación de la naturaleza humana no sólo ha corrompido el mundo de críticos e intelectuales sino que ha dañado las vidas de personas reales. La teoría de que los padres pueden moldear a sus hijos como barro ha infligido regímenes de crianza infantil en los padres que son antinaturales y a veces crueles... Las nuevas ciencias de la naturaleza humana pueden ayudar a mostrar el camino a un humanismo realista, biológicamente informado. Ellas exponen la unidad sicológica de nuestra especie que yace debajo de las diferencias superficiales de apariencia física y cultura parroquial. Ellas realzan las percepciones de artistas y filósofos que han reflexionado sobre la condición humana por milenios. Si nada más la culminación del Proyecto sobre el Genoma Humano, con su promesa de un entendimiento de las raíces genéticas del intelecto y de las emociones, debe servir como una llamada de atención. Si no hemos de abandonar valores como la paz y la igualdad y nuestros compromisos con la ciencia y la verdad, entonces debemos separar estos valores de aseveraciones sobre nuestra hechura sicológica que resultan vulnerables pues su falsedad puede ser probada.

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Portada del libro La tabla rasa, del sicólogo cognitivo Steven Pinker
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Erich Fromm, alemán fundador del sicoanálisis humanista

*Interrumpo temporalmente la serie sobre la Medición de la Pobreza en América Latina

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