Directora General: Carmen Lira Saade
Director Fundador: Carlos Payán Velver
Domingo 9 de junio de 2013 Num: 953

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Para volver al
pensamiento francés
del siglo XXI

José María Espinasa

Una ciudad para
José Luis Sierra

Marco Antonio Campos

La ciudad de José Luis
Stefaan van den Bremt

Falange y sinarquismo
en Baja California

Hugo Gutiérrez Vega

La raíz nazi del PAN
Rafael Barajas, el Fisgón

Memoria de la ignominia
Augusto Isla

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Columnas:
Bitácora bifronte
Ricardo Venegas
Monólogos compartidos
Francisco Torres Córdova
Mentiras Transparentes
Felipe Garrido
Al Vuelo
Rogelio Guedea
La Otra Escena
Miguel Ángel Quemain
Bemol Sostenido
Alonso Arreola
Las Rayas de la Cebra
Verónica Murguía
Cabezalcubo
Jorge Moch
Galería
José Angel Leyva
Cinexcusas
Luis Tovar


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Rogelio Guedea
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Homenaje a Eliseo Diego

Estaba escribiendo el poema de la mañana y, justo a la mitad, apareció mi mujer, al fondo del pasillo, con el pelo resuelto en dos trenzas. No pude continuarlo. Lo intenté, pero no pude. Me vi obligado a salir, de su mano, a la plaza. Ir por una calle larga, interminable, que llevaba a un jardín, luego a otra plaza, una empedrada, otra calle que zigzagueaba: lejísimos. El poema se quedó a la mitad del camino, es cierto, pero algo, al volver del largo paseo con mi mujer, crepitaba en él, algo en él latía, de él algo emergía cierto y siempre invulnerable. Justo a la mitad de su crepitar empecé de nuevo. De las calles que había trazado antes en él surgieron otras, zigzagueantes. También las manos de mi mujer, una plaza, otra empedrada. En el poema ya no aparecía yo. O tal vez sí: era ese hombre que se alejaba repitiendo, una y otra vez, por la vereda que bordeaba la colina, estos versos de Eliseo Diego:  “Y sin embargo, ves, me aferro al lunes/ y al día siguiente doy el nombre tuyo/ y con la punta del cigarro escribo/ en plena oscuridad: aquí he vivido”.