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Nosotros ya no somos los mismos

Una propuesta de prontuario para futuras protestas en campus universitarios

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En imagen de archivo, ocupantes de la torre de la rectoría de la UNAM abandonan las instalaciones, luego de los acuerdos para reiniciar el diálogoFoto Jesús Villaseca
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ues ahora los amigos me exigen: no trates en pasado el problema universitario porque éste no ha terminado. Está en un impasse (¿en qué?), en un punto que ni para atrás ni para adelante. Tú, que sientes estar doctorado en agitación social, formula propuestas, ¿Y yo por qué?, repliqué citando al clásico. De todas maneras me propuse formular un prontuario para futuras protestas. Es un simple maquinazo, sujeto a todas las reformas imaginables (hagan de cuenta nuestra intocada Constitución).

Lo primero es tratar de identificar los posibles motivos de una protesta estudiantil. 1. Medidas dictadas por las autoridades de la escuela o del sistema general, que los jóvenes consideren perjudiciales. 2. Acciones represivas, discriminatorias de algunos maestros o de los cuerpos de vigilancia. 3. Apoyo a estudiantes de otros planteles que sufrieron agresiones semejantes. 4. Solidaridad con compañeros víctimas de la delincuencia, las fuerzas del orden o, accidentes de diversos tipos, que no son debidamente atendidos. 5. Apoyo a personas o grupos sociales vulnerables que habitan en el entorno del plantel y a quienes las autoridades políticas o grupos de poder maltratan o explotan. 6. Cualquier acontecimiento que ocurra, aunque sea en las antípodas, pero que menoscabe la dignidad de un pueblo o los derechos humanos fundamentales de una persona. (A mí me entusiasma que apoyen a los deudos de la infamia de la guardería ABC, al maestro indígena Alberto Patishtán, o al pueblo sirio de comunidades cuyo nombre ni siquiera sabemos pronunciar, pero que lo hagan sin interrumpir sus labores de estudio, si no la solidaridad se convierte en salida fácil para la holganza).

¿Y cómo se inician las protestas? Generalmente algunos estudiantes de los más enterados, participativos, pertenecientes a grupos políticos o culturales comentan el problema, se calientan mutuamente y se encienden, es decir, deciden hacer algo. En algunos casos hay, perdidos en el espacio, quienes pertenecen a un partido de izquierda (¡Milagro!), y ser ellos quienes riegan la polvorita. A los jóvenes del PAN acercarse a estos antros educativos, les hace más daño que una escherichia coli combinada con colitis medicamentosa. Priístas sí hay, pero siempre están en el closet político, para preservar su físico.

Ahora, ¿cuál sería –desde mi personalísima opinión– una ruta idónea, eficaz para una protesta estudiantil, responsable y exitosa? Se me ocurre: 1. Los iniciadores tienen que discutir, definir y poner en blanco y negro sus ideas, sus razones. Acordadas que sean, elaborar un documento sólido, entendible, sin agravios a la sintaxis ni a la elemental ortografía. Luego, desprender de éste, mensajes breves, balazos periodísticos, consignas efectistas para la propaganda. Aquí había formulado algunos ejemplos, pero me autocensuré. 2. Realizar en los corredores, en los paraderos de los transportes, y dentro de ellos, discusiones casuales sobre el asunto y, finalmente, visitar cada salón de clase, pedir permiso a maestros y alumnos para hablarles 10 minutos, exponer sus motivos y salir. A quienes estén de acuerdo tomarles una foto con sus celulares, mostrando su credencial. El movimiento cobrará la legitimidad que otorga una mayoría comprobable.

3. Procurar el aval de maestros prestigiados, no sólo de los que siempre están en la inconformidad y el desacuerdo. 4. Cumplidos en el interior estos pasos de convencimiento y persuasión, salir al entorno y ganarse la simpatía de las colonias vecinas. Para eso, las maneritas, el tonito de las tareas proselitistas es fundamental. Pegar un cartel, hablar unos minutos en una fonda, en un mercado, en un transporte requiere autorización. No se agrede ni se bravuconea. No se interrumpe el tráfico ni se bloquea el paso o se quita el tiempo a la gente. No se trata de una protesta light, sino de una cooptación inteligente. 5. Visitar los otros planteles del mismo sistema o nivel, bajo el lema hoy por nosotros, mañana con ustedes.

Conseguido su respaldo, los representantes de todos los planteles visitan las oficinas de la dirección general para solicitar una entrevista colectiva y plantear, unidos, su pliego petitorio y/o fundamentar sus rechazos a los planes de reforma que las autoridades pretenden. Hacerlo así es necesario para ir conociendo el grado de disposición de las autoridades y no dar pábulo al reclamo de que no se siguieron los procedimientos y las etapas correctas. 6. De todo lo anterior se tendrá permanentemente informadas a las bases y, de vital importancia, procurar la participación de los medios para que cubran sus acciones y les den cabida en sus páginas o en sus espacios, principalmente de la radio. 7. Resulta obvio mencionar la importancia de las redes sociales. Los mensajes que por ellas se emitan o los correos que se hagan llegar a los diarios tienen que demostrar que fueron escritos por alumnos de enseñanza media superior y no por miembros del 6 por ciento de mexicanos sujetos aún a la injusticia del analfabetismo. 8. Las actividades que pueden provocar simpatía, solidaridad, no tienen más límite que la creatividad y talento de los jóvenes. ¿Qué tal organizar cuadrillas para echarle una manita de gato a la propia escuela y organizar, con maestros y padres de familia la misma actividad en algunas secundarias aledañas? La solidaridad inmediata se daría por descontado. ¿Por qué no idear un espectáculo tipo guerrilla marketing o flashmob y presentarlo en un centro comercial o estación del Metro cercana? ¿Les cuajó? Pues extenderlo a los otros planteles o comenzar a penetrar los rumbos centrales del Distrito Federal, en donde, actualmente, no les importa un comino lo que pasa en Naucalpan.

Todo lo anteriormente anotado, es meramente ejemplificativo y, por supuesto, mejorable, sólo me sirve de trampolín para poder saltar a decir lo que me parece absolutamente inaceptable de cualquier grupo universitario. Lo primero son las ridículas capuchas y, más aún, las razones que esgrimieron para justificarlas. Lo segundo, la huelga; tercero, la ocupación de la torre y, cuarto, el patológico afán destructivo o, para decirlo sin eufemismos, autodestructivo, que mostraron en las oficinas centrales de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

Hagamos memoria: hace pocos meses un solo acto fue suficiente para dar, a un incipiente movimiento estudiantil, presencia nacional y total legitimidad: dar la cara. El video de cientos de jóvenes identificándose y asumiendo responsabilidades, riesgos y consecuencias significó el nacimiento de la organización juvenil con mayor impacto en la opinión pública desde 1968. Capuchas, máscaras, antifaces son para los héroes de historietas cómicas, asaltabancos, violadores. Y lo fueron para el Santo y Blue Demon. Marcos fue una extraordinaria excepción hasta que llegó a los estudios de Televisa y camino al maquillaje, el floor manager y el resto del staff le saludaban: “Quíubas mi buen Sebastián, ¿cuándo comienzas tu tele? ¡Saludos a la comandante Ramona!

La huelga, era un arma de lucha extrema contra los patrones y propietarios, en la medida que cerraba la llave al preciado caudal de la plusvalía, pero a un costo demoledor para los obreros sin posibilidades de subsistir, carentes del salario de cada día. La historia del movimiento obrero nos habla de mil huelgas justas y heroicas, pero yo no tengo recuerdo de las exitosas.

Cuando me hablan de una huelga estudiantil no puedo pensar sino en un absurdo harakiri. Porque si los estudiantes renuncian a estudiar ¿quien sufre las consecuencias? ¿A quién perjudican sino a ellos mismos? Sobre las huelgas estudiantiles y las de hambre tengo opiniones tan poco ortodoxas que las guardo para la próxima entrega. Igual sobre la destrucción de bienes y objetos que constituyen el patrimonio de la UNAM.

Recordaremos una importante lección de los principios de la Revolución Industrial: el movimiento ludista, y su afán destructor de instrumentos para la producción, como telares y arados que, gracias a su trabajo habían sido concebidos y fabricados.

Acuso recibo y agradezco muy cumplidamente al profesor Facundo Jiménez Pérez su información y orientaciones para entender las razones del movimiento del CCH. La mejor forma de demostrarlo será expresarle, con absoluta honestidad, nuestras afinidades, pero también nuestros desacuerdos, que no son pocos.

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