Directora General: Carmen Lira Saade
Director Fundador: Carlos Payán Velver
Domingo 16 de junio de 2013 Num: 954

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

El color de la música
Norma Ávila Jiménez

Silvestre Revueltas:
músico iconoclasta

Jaimeduardo García entrevista
con Julio Estrada

Teodorovici:
reír de hastío

Ricardo Guzmán Wolffer

Todas las rayuelas
Rayuela

Antonio Valle

Rayuela:
primer medio siglo

Ricardo Bada

Releer Rayuela
Xabier F. Coronado

Leer

Columnas:
A Lápiz
Enrique López Aguilar
La Jornada Virtual
Naief Yehya
Artes Visuales
Germaine Gómez Haro
Bemol Sostenido
Alonso Arreola
Paso a Retirarme
Ana García Bergua
Cabezalcubo
Jorge Moch
Jornada de Poesía
Juan Domingo Argüelles
Cinexcusas
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Directorio
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Enrique López Aguilar
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Gaspar Aguilera Díaz: adelantado,
trovador y viajero (II DE V)

Gaspar Aguilera Díaz, viajero incansable que ha fatigado incontables geografías, remotas y cercanas; trovador que ha hecho del viaje una vocación para entender los misterios del cuerpo y las sustancias femeninas; hombre de extraordinaria sensibilidad que gusta del jazz y la pintura; Gaspar, pues, hombre de amigos (y amigas) que produce el frecuente espectáculo de encontrarlo rodeado de gente que lo quiere en restaurantes, cantinas y en la calle, en Ciudad de México, Morelia, Praga, Viena, la Conchinchina y los Mares del Sur, merece ser reconocido por el mucho bien que le hace a la cultura mexicana contar con un escritor como él.

Quisiera recordar una compilación suya, Los ritos del obseso. Poesía 1985-1998, reunión (y selección) que procede de tres libros anteriores: Los ritos del obseso, Tu piel vuelve a mi boca  y Diario de Praga, a los que ha agregado Imperfección del mundo (1994-1998). Es significativo que Gaspar haya dejado fuera del libro sus cuatro primeros poemarios, que representan lo que podría considerarse una primera época. La elección de los que, cronológicamente, fueron sus siguientes tres libros de poemas, más uno nuevo, apuntó al afianzamiento de lo que ahora es la obra más madura del poeta, cosa que se percibe en el carácter unitario del volumen y en los muchos lazos que fluyen entre cada serie de textos: temas, obsesiones y rituales de una voz fascinada por trasmutar la experiencia del mundo en un dorado fulgor a través de la alquimia poética.

Quien conozca Tu piel vuelve a mi boca estará de acuerdo en que se trata de un conjunto poético en el que su autor se concentró, apoyado en el discurso amoroso, en los temas del viaje, la ciudad y sus personajes. Por dicha razón, los poemas de este libro se dedicaron a recrear de manera sabrosa una experiencia de viaje en el este de Europa, la cual, de alguna manera, se continuó en Diario de Praga. Prueba de dicha continuidad es la cercanía existente entre poemas como “La muchacha de la calle Lenin”, de Tu piel vuelve a mi boca, con “Descripción de Sylvie”, de Diario de Praga. El primero de ellos sintetiza una de las obsesiones más importantes de Gaspar Aguilera: la fusión entre el viaje a través de una ciudad y el que se realiza sobre un cuerpo femenino, lo cual da unidad a casi toda su obra, pues el viaje poético es el que engarza e incluye a los otros dos.

Para un lector de Gaspar Aguilera, resulta llamativo el hecho de encontrarse en sus libros con abundantes referencias a diversas ciudades europeas y americanas, pero muy pocas o ninguna a Morelia o a cualquier otra de México. La observación no deja de ser pueril si se repara en una tentativa del poeta que no siempre parece obviarse en sus textos: la de buscar y, tal vez, encontrar una ciudad arquetípica a través de todas las ciudades. Si es válida la poética urbana de Aguilera Díaz, en tanto que desprecia los rasgos pintoresquistas de un espacio para privilegiar los más hondos –los invisibles para el ojo del turista–, es más clara su actitud de no poetizar lo diferencial y turístico para tratar, en cambio, de encontrar los valores esenciales de una ciudad, sea ésta europea o mexicana. En tal sentido, puede aplicarse un juego cortazariano a las obsesiones de Aguilera: todas las ciudades son la ciudad, aquélla que tiene muchos nombres pero contiene una sola esencia, no siempre asible, y que se va dejando poseer a través de sus muchos accidentes en el espacio, ya sea que se llamen Praga o Viena, Morelia o La Habana. Creo percibir las mismas búsquedas, obsesiones, preocupaciones y encuentros de Gaspar Aguilera, tanto en Morelia como en Praga, al margen de que no se explicite el lugar de origen: algo hay de Morelia en Praga y algo de Viena se traslada a Morelia, junto con el escritor.

Aparte, los poemas siempre se concentran en diversas percepciones de una ciudad visitada que contiene a las demás ciudades, desde el punto de vista de un viajero que es siempre el mismo, pero distinto, lo cual extrema la idea heraclitiana de que nunca se baña uno en el mismo río: el bañista tampoco es el mismo al día siguiente. En este punto del viaje, al locutor poético y a la ciudad visitada les ocurre algo parecido: son siempre otros, son siempre los mismos: Gaspar Aguilera también se llama Lot, Gauguin, Odiseo, Simbad, Leónidas y Juan de Mandevilla; Morelia está en Praga, París, Verona, Venecia… y al revés.

(Continuará)