Directora General: Carmen Lira Saade
Director Fundador: Carlos Payán Velver
Domingo 30 de junio de 2013 Num: 956

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Tres cuentos

Dos miradas a
la obra de Rulfo

Juan Manuel Roca

Clic en los ojos
Febronio Zataráin

Vestigios y el
inicio del silencio

Juan Domingo Argüelles
entrevista con Javier Sicilia

¿Quién le teme a
Wilhelm Reich?

Gérard Guasch

Llamaradas: monólogos
de Franca Rame
y Dario Fo

Esther Andradi

Leer

Columnas:
A Lápiz
Enrique López Aguilar
La Jornada Virtual
Naief Yehya
Artes Visuales
Germaine Gómez Haro
Bemol Sostenido
Alonso Arreola
Paso a Retirarme
Ana García Bergua
Cabezalcubo
Jorge Moch
Prosaismos
Orlando Ortiz
Cinexcusas
Luis Tovar


Directorio
Núm. anteriores
[email protected]

 

Germaine Gómez Haro
[email protected]

La fascinación por lo bizarro

El Museo Orsay de París se luce con una magna exposición dedicada al romanticismo negro, término acuñado por el célebre crítico italiano Mario Praz hacia 1930 en su libro La carne, la muerte y el diablo, para referirse a la vertiente “oculta” del movimiento romántico literario y plástico que se volcó a explorar los profundos claroscuros del alma humana que se debatían a la sombra de la supuesta luminosidad de la Ilustración. El romanticismo en Europa (ca.1780-1830) fue concebido como una celebración a la naturaleza, la búsqueda de armonía entre el hombre y el mundo, un reflejo de las ideas progresistas emanadas del Siglo de las Luces. Pero al margen del idealismo romántico, surgió esta corriente totalmente innovadora en su momento, que cuestionó fuertemente el poder de las “luces de la razón” que pregonaban el advenimiento de un mundo mejor. El guión curatorial de esta innovadora muestra coloca a Francisco de Goya (1766-1825) y a Johann Heinrich Füssli (1741-1825) como figuras tutelares de varias generaciones de los creadores llamados “románticos negros”, que se abocaron a indagar en los entresijos del inconsciente y a sacar a flote los deseos reprimidos y las peligrosas fuerzas de la pasión, a través de una fantasía críptica vinculada con su obsesión por la muerte y su concepción filosófica de la “nada”. El ángel de lo bizarro. El romanticismo negro, de Goya a Ernst es el título de esta magistral exhibición que abarca un extenso panorama de alrededor de 150 años, entretejiendo una fascinante red de analogías y correspondencias entre las artes visuales, la literatura y el cine. No es casualidad que el título de la muestra atinadamente se haya tomado prestado de un relato de Edgar Allan Poe en el que se lee: “Mis sueños se vieron aterradoramente perturbados por visiones del Ángel de lo Bizarro”, una metáfora que hace alusión al estado de espíritu de estos artistas que plasmaron un universo onírico poblado de ángeles siniestros, demonios, brujas, monstruos medievales, mujeres perversas y arpías lúbricas que arrastran al hombre hacia el abismo.


La pesadilla

Hacia fines del siglo XVIII aparecen simultáneamente en varios países europeos artistas y escritores que inauguran una visión terrorífica y lúgubre de un mundo totalmente contrario al ámbito artificial e insípido del neoclásico y su gélido ideal áureo. Como consecuencia de la caída del orden establecido, surge un nuevo imaginario que vuelve su mirada al “oscurantismo medieval” donde reinan las bestias infernales y las quimeras. Resurge el universo gótico poblado de mascarones, gárgolas y adefesios, atmósferas sepulcrales y paisajes tenebrosos sumergidos en densas brumas de las que emergen espectros amenazantes. Los prístinos paisajes y arquitecturas serenas vinculados a la Antigüedad clásica desaparecen para dar lugar a castillos medievales en ruinas, catedrales abandonadas, cementerios con tumbas abiertas en atmósferas nocturnas, invernales y sombrías. Dante, Shakespeare, Milton y Goethe ya habían abierto la brecha al desarrollo de un repertorio iconográfico pletórico de sombras y tormentos, y la novela gótica inglesa provee un delirante universo fantástico en el que abrevan los artistas plásticos y, en su momento, el cine. Principalmente en Francia, Alemania e Inglaterra se desata una nueva corriente que pugna por lo grotesco e inaugura una estética de la fealdad sin precedentes. Son artistas que crean inmersos en el “sol negro” de la melancolía al que cantaron poetas como Gerard de Nerval y Victor Hugo.


Los chinchillas

La muestra está integrada por alrededor de doscientas obras entre pintura, dibujo, fotografía, escultura y gráfica, y una selección de diez películas claves del llamado romanticismo negro, en las que se ve claramente cómo cineastas y artistas plásticos se influenciaron mutuamente, como es el caso de James Whale, director estadunidense que se inspiró en los personajes esperpénticos de Goya que aparecen en la estampa llamada Los chinchillas (Caprichos, 1797-99) para crear su legendario Frankenstein (1931).

Eros y Tánatos conspiran en desenfrenadas danzas macabras y devienen los “Ángeles de lo Bizarro” que incitan a creadores audaces y controvertidos que consiguieron plasmar los sótanos ocultos del alma de su época, inmersos en el arrebatado espíritu de Baudelaire: “Sumergirnos en el fondo del abismo, Infierno o Cielo, ¿qué importa?/ Hasta el fondo de lo Desconocido, para encontrar lo nuevo” (“El viaje”, en Las flores del mal).