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El Festival de Tesechoacán, que se realizará del 17 al 21, necesita ayuda para sobrevivir

En Playa Vicente se amanece bailando en julio de cada año

Se tienen previstos conciertos y desfiles con mojigangas, entre otras actividades, en esa localidad veracruzana

Mono Blanco y el Mariachi Charanda, algunos de los que han pasado por su escenario

Foto
Una de las estampas que se dan durante la fiestaFoto Manuel Polgar Salcedo
 
Periódico La Jornada
Lunes 1º de julio de 2013, p. a12

El Festival del Tesechoacán, que se efectúa desde hace nueve años en Playa Vicente, Veracruz, es una fiesta del son, que, por su carácter autogestivo, necesita ayuda para su realización, del 17 al 21 de julio, aseguran los organizadores.

Se espera realizar conciertos, obras de teatro, desfiles con mojigangas y exposiciones, entre otras actividades, en esa localidad veracruzana, pero para lograrlo, este año hemos lanzado una campaña abierta en la que solicitamos cooperación económica desde 100 pesos en adelante, afirman en una declaración escrita.

El festival necesita ayuda; para su versión 10. Nació autogestivo y así se ha mantenido desde entonces, y sin ningún color político. Es una fiesta de todos, sin retórica sentimental, porque si bien la organización recae en el Proyecto Cultural Comunitario Soneros del Tesechoacán, su financiamiento y gran parte de su desenvolvimiento cotidiano se deben a su gente: comerciantes, hoteleros, estibadores y ganaderos, los cuales hacen aportaciones, según sus posibilidades, señalan.

Este festival, precisan los organizadores, surgió en 2004 como una iniciativa popular de conservación y difusión de las tradiciones musicales del sotavento, por iniciativa del Proyecto Cultural Comunitario Soneros del Tesechoacán. A lo largo de estos años se ha dado un intercambio creativo entre las distintas agrupaciones nacionales e internacionales, con los grupos de artistas locales y la gente del pueblo.

Grupos de México, AL y EU

Por su escenario han desfilado grupos de México, Latinoamérica y Estados Unidos, entre los que destacan: Cenzontle (Estados Unidos), La Familia Duarte (Paraguay), Mono Blanco, Mariachi Tradicional Charanda, Son de Madera, Los Cojolites, Los Utrera, Los Baxin, Guillermo Velázquez y los Leones de la Sierra de Xichú, La Familia Duarte, Los Pregoneros del Recuerdo y El Quinteto Mocambo.

Esta fiesta popular reúne cada año a diversos actores de la cultura tradicional de la zona con músicos de otras latitudes con el objetivo de enriquecer a nuestra tradición y, sobre todo, de mostrar al mundo que en Playa Vicente somos un pueblo orgulloso de nuestra identidad multicultural.

Una década atrás, recordaron, en la tarima se juntaban cinco o seis músicos y en los que se veía el futuro de esta música en peligro de extinción, pero con la esperanza de que hoy renacerá.

Al encuentro llega gente de pueblos como La Victoria, Miguel López, La Candelaria, Isla, El Mirador y varias rancherías más, jarana y requinto en mano para participar en los talleres permanentes, los conciertos didácticos en las escuelas, la enseñanza de la laudería para la elaboración de sus instrumentos, así como la reactivación de los fandangos, que empiezan a cosechar frutos.

En Playa Vicente, asegura Manuel Polgar Salcedo, se amanecen bailando, por lo menos cada julio y en tanto el pueblito se lava la cara con la lluvia más fresca, todas las flores que rodean la tarima luciendo azules y rojos vestidos bajo el antiguo quiosco; no hay más centro, no hay más ombligo del universo que los tablones de cedro que sostienen los tacones, percutiendo un cascabel. Llueve otra vez, pero la música aprieta el tiempo y entonces nadie se puede ir: es impensable, siquiera, perderse los pañuelos al viento que adornan al toro zacamandú bajo el resplandor de las luces de los billares Los Portales, oficina central y punto de reunión por la mañana. Antes, al amanecer, las jaranas se trasladan hasta el puente de tablas que nos lleva a La Candelaria para ver salir, sobre Playa Vicente, la primera resolana a la que cantan los gallos entre voces humanas quebradas.

En ese pueblo, la vida son cuatro días, en los que el parque principal hierve de regocijo al saber que la fiesta fue pensada para reconocer, de alguna manera, a los hombres que después de su jornada campesina, guindan su caballo, jalan las jaranas y, a la luz de aquellos rústicos quinqués de petróleo, rasguean las cuerdas para seguir dándole vueltas a la historia de sus ranchos.

Por el templete de Tesoachacán han pasado personalidades locales, como Elías Meléndez, de 88 años, con todo su sabio e inteligente humor; Lorenzo Sánchez Domínguez La Bonga, de 75, y su sonrisa permanente de tres dientes, fallecido recientemente; Higinio Tadeo Balderas El Negro, a sus 94, y con lágrimas en los ojos; José María Álvarez El Pariente, con 72, y una bola de chamacos en su eterno puesto de tacos de cabeza, y muchos que faltan por ser homenajeados”, comenta Polgar Salcedo.

Gracias a la labor de Los Soneros del Tesechoacán, el eucuentro se ha llenado, sobre todo, de hormigueros de niños de las comunidades ribereñas y de muchachos que no se han ido, que atendieron esta parte de la historia oral trasmitida por los más viejos y del modo de vida comunitario, eje fundamental del cual se nutre el son jarocho. Los jóvenes, así, revaloran y revitalizan una tradición que los regresa a sus comunidades, que los arraiga y que les plantea una forma alternativa de convivencia”.

Este año, afirman, lanzan la campaña en la que solicitan cooperación económica. Porporcionan la cuenta con número de tarjeta: 4152312195173577 de BBVA Bancomer, a nombre de Patricia Barradas Saldaña. Más información: en Facebook: Soneros del Tesechoacán y en Twitter: @STesechoacan.