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Buscan vías más peligrosas para cruzar; su vida está en constante peligro: Colef

Por el sellamiento fronterizo los migrantes corren más riesgos

Muchas de las rutas están vinculadas con el crimen organizado

Se ha detectado el aumento en la ‘‘renta’’ de visas utilizadas por mujeres

Hacinan a indocumentados en ‘‘casas de seguridad’’

 
Periódico La Jornada
Lunes 1º de julio de 2013, p. 7

En meses recientes, la estructura de seguridad en la frontera México-Estados Unidos ha sido reforzada, lo que obliga a los migrantes a buscar vías más caras y peligrosas para cruzar a territorio estadunidense, algunas de éstas vinculadas al crimen organizado, alertaron investigadores de El Colegio de la Frontera Norte (Colef).

Con base en encuestas levantadas en toda la franja limítrofe, se ha detectado el aumento de ‘‘renta’’ de visas (utilizadas de manera preponderante por mujeres), así como el hacinamiento de migrantes en las llamadas ‘‘casas de seguridad’’ controladas por criminales, en donde no sólo se prepara el tránsito, sino que sirven de guarida para la extorsión a familiares de los indocumentados.

Es decir, ‘‘independientemente de la cantidad de seguridad que se ha puesto en la frontera, hay otras formas de cruce que se siguen dando (…) Las bardas, muros, infraestructura de protección y más elementos de la Patrulla Fronteriza estadunidense han crecido enormemente en los últimos años’’, dijo María de Dolores París Pombo, profesora e investigadora del Departamento de Estudios Culturales del Colef.

En las encuestas aplicadas, los estudiosos del fenómeno migratorio se topan con ‘‘respuestas aterradoras’’, señalan, porque una proporción muy alta de quienes cruzan afirman que su vida estuvo en riesgo. La población indígena suele cruzar por los caminos más peligrosos, como el desierto (Sásabe-Altar) o por Mexicali.

Los riesgos que enfrentan son las condiciones adversas en que son retenidos en ‘‘casas de seguridad’’, pero también por ‘‘miedo a ahogarse’’ –en ríos y canales e incluso en las travesías irregulares por el Océano Pacífico– y por la presencia del crimen organizado.

Mientras tanto, se dijo, son las mujeres quienes utilizan más la vía de la renta de documentos como ‘‘visas prestadas’’, mientras que los hombres jóvenes, incluso adolescentes que migran por primera vez, lo hacen por desiertos, montañas y ríos.

Aunque los funcionarios gubernamentales aseguran que la repatriación a México se realiza con una mayor planeación y atendiendo a factores de inseguridad, en especial en el estado de Tamaulipas, la zona más peligrosa para los migrantes, las estadísticas revelan que las repatriaciones continúan en un nivel alto en esa entidad.

En 2012, el gobierno de Estados Unidos deportó a 369 mil 492 mexicanos, de los que 125 mil 732 fueron devueltos por Baja California y 122 mil 36 por Tamaulipas; el resto regresó al país por Sonora (65 mil 852), Coahuila (41 mil 723) y el resto (11 mil 785) por Chihuahua.

De enero a mayo de este año –las cifras más recientes con que se cuenta–, el acumulado se encontraba en el nivel de 161 mil 878 mexicanos deportados, de los que 54 mil 672 fueron devueltos por Baja California y 44 mil 471 por Tamaulipas; de igual forma, el resto fue enviado por Sonora (34 mil 713), Coahuila (22 mil) y 5 mil 812 por distintos puntos fronterizos de Chihuahua.

Tanto París Pombo como Marie-Laure Coubés, coordinadora de las encuestas sobre migración en las fronteras norte y sur de México (Emif Norte y Emif Sur, aplicadas desde hace 20 años y actualmente con muestras de más de 23 mil cuestionarios en ciudades y puntos de tránsito de migrantes), advierten acerca del ‘‘fortalecimiento increíble’’ de la infraestructura de seguridad en estas zonas.

La radiografía del fenómeno en México, país de expulsión, tránsito y recepción de migrantes, hace alusión a dos tipos de protagonistas que, invariablemente, ponen en riesgo su vida o su libertad: los que fueron detenidos por la Patrulla Fronteriza y aquellos que ya vivían en Estados Unidos y fueron deportados, principalmente por las garitas de Tijuana y Mexicali.

A ellos se suman, según los estudios de campo, los migrantes (nacionales y extranjeros) procedentes del sur, que buscan asentarse en la frontera o internarse en el vecino país.

¿Cómo es que sigue cruzando la gente a pesar de toda esta infraestructura?, plantea París Pombo.

El mayor número de cruces en Baja California –explica– se registran en el oriente de Tijuana, en la zona montañosa que llega hasta Tecate, porque ahí, por tramos, la barda fronteriza ‘‘se corta’’ debido a lo accidentado del terreno. Otras rutas son La Rumorosa y el Desierto Imperial, en donde las víctimas se deben someter a temperaturas extremas de casi 50 grados centígrados.

En los cruces a través de las garitas (San Isidro, en California, es la más importante), los migrantes, en especial las mujeres, van escondidos en vehículos o se presentan en la línea con ‘‘documentos prestados o rentados’’ por los llamados coyotes o polleros, previo secuestro en ‘‘casas de seguridad’’, entre otros métodos identificados por los especialistas como parte de un ‘‘sistema de enganches agresivos’’.

Las mujeres tienen mayor vulnerabilidad y cuando están privadas de su libertad pueden ser agredidas sexualmente, no por los criminales, sino por los propios migrantes.