Opinión
Ver día anteriorMiércoles 3 de julio de 2013Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Isocronías

Palabras rumbo al poema

I

gnoro cómo hagan otros, sobre todo en otros géneros. En la poesía, suponiendo que a veces escribo poesía, procedo yo desde el ignorar lo que voy a decir. Si algo al respecto se logra no será porque lo sepa, sino porque –quizá, siempre quizá– lo voy sabiendo.

Cierta preparación trae uno, desde luego, cierto entrenamiento, incluso concedería que hasta cierto hilo –cierto estilo– de discurso. Pero el qué no se sabe, y a veces no se sabe sino hasta con el mucho, mucho tiempo.

En todo caso lo que se sabe o supo del poema no es todo lo que el poema quiere o nos ha de decir… Y sin embargo lo deja dicho todo, a cabalidad y desde el principio, como si se propusiera que –sólo– poco a poco lo vayamos sabiendo.

Si verdad es que la filosofía occidental empezó por enigmas, por el planteamiento de enigmas (así me parece recordar lo dice Giorgio Colli), la poesía, el hecho poético (y aquí no digo nada nuevo) tiene su origen en el misterio, o de perdida en la curiosidad –en la curiosidad por habitar ese mismo (siempre otro) misterio.

La mismidad de la palabra (lo he escrito tal vez antes) es su otredad.

Excepto acaso la palabra Dios, toda palabra tiene diversos significados, que al actualizarse se consolidan en uno. (Y la palabra Dios, así, con mayúscula, que por principio tiene un significado solo, al abarcarlos tiene quizá todos los significados).

El poema es como una sola palabra, hecha de todas las palabras con las que es dicho, escrito.

Un aforismo del que no se siente su verdad, no es verdadero. Aunque se trata de verdades diferentes, no de otro modo el poema procede.

Hacer que cada sonido de cada palabra responda a cada sonido de todas las palabras que, como en parvada, acompañan a aquélla en el poema, es labor intuitiva del poeta.

Hacer que la imagen o las imágenes que evoca cada palabra se corresponda con las otras imágenes convocadas por las otras palabras que con ella dicen, construyen el poema, es –cuando se logra– la dicha, pero más el reposo, del poeta.

Entretejemos todos las palabras, a eso solemos llamar lenguaje –lenguaje, digamos, en funciones. Corresponde al poeta darnos una lección de diálogo en el modo en que pone –enfrenta, armoniza, contrapone, unifica, matiza– las palabras.