Opinión
Ver día anteriorMartes 9 de julio de 2013Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Ciudad Perdida

Fin de la democracia neoliberal

Violencia, nueva moneda de cambio

Gran abstencionismo electoral

E

s muy probable que las elecciones que acaban de realizarse nos anuncien que otra etapa de la democracia neoliberal está llegando a su fin.

Lo que nos ha dicho esta lucha por el poder político es que ya no es suficiente la compra de votos, que el dinero ya no alcanza para comprar voluntades y que se requiere de la violencia y el terror como ingredientes de mayor importancia para someter a la gente a sus métodos de gobierno.

Estamos, por tanto –y de eso se debe tomar nota en el Distrito Federal que gobierna Miguel Ángel Mancera–, frente a formas de sometimiento que se pensaba ya lejanas en la historia, pero que vuelven ahora bajo circunstancias diferentes y con cargas de agresión mucho más severas que en el pasado.

Sí, no podríamos hablar de algo inédito. La violencia en los periodos electorales se ha mostrado en diferentes momentos, con consecuencias muy diferentes; ahora nos avisa que detrás de los crímenes, las desapariciones y el terror está el poder del narco, al que podrían estar sirviendo los políticos que resultaron triunfadores en varios lugares del país.

Oficialmente no se tiene una cifra de cuántos muertos trajo esta elección, ni cuantos desaparecidos, o las amenazas que surtieron efecto, pero lo que sí es verdad es que la gente no salió a votar. Todo parece indicar que podría ser más de 60 por ciento de electores que no acudieron a votar.

Habrá quien diga que en las elecciones intermedias, tradicionalmente, si así se le puede llamar, la votación es baja, pero es muy probable que cuando se cuenten los votos y se les compare con la lista de electores, el resultado señale una de las más bajas participaciones en la historia electoral del país.

Era de esperarse, la compra de votos ya no podía mantenerse. Mucha gente ya sabe de la importancia del sufragio, está conciente del gran mercado del voto que construyó la democracia neoliberal, y ya no hay dinero que alcance para comprar esas voluntades, por lo que el siguiente paso resulta inevitable: el terror.

Para el poder, la poca participación es una de las formas de asegurar que habrá control político, porque los representantes populares, en casi todas las 14 entidades donde hubo elección, sólo velarán por lo que convenga a quienes les llevaron a las nóminas jugosas y los negocios millonarios.

Así que más allá de las trampas que se hubieran podido tender desde las sistemas de conteo rápido, lo cierto es que muy poca gente asistió a las urnas, que el terror triunfó y que en el Distrito Federal se debe tomar en cuenta esa triste experiencia para prevenir cualquiera de las formas que se anuncian como el método para arribar a las elecciones. Sobre eso se tendrá que trabajar.

De pasadita

Algo que parece ser ignorado pero que tiene mar de fondo es la situación del PRD en la contienda electoral pasada. Ese partido, aún en alianza, ya no tiene nada, se ha desfondado. Perdió donde ganaba, y ganó donde triunfó el PAN; es decir, también perdió. Claro, para ellos –el chuchismo que gobierna en ese partido– no se trataba de gobernar o de hacer que triunfara la forma de pensamiento que supuestamente defienden, sino de mantenerse en la nómina.

Para el elector la cosa es simple: el Partido de la Revolución Democrática es lo mismo que el PAN o el PRI; no es opción, es comparsa. Y es que experiencias como las del gobierno de Morelos muestran con toda claridad que el PRD no significa ninguna garantía para la gente de que las cosas pueden cambiar, pero asegura la connivencia de los organismos políticos en su contra. ¡Qué viva el Pacto!