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Mena Pacheco en el MAM
A

ctualmente varios autores e investigadores examinan a fondo los aspectos de la interdisciplina en las artes. Los escritos son con frecuencia interdisciplinarios y a nadie extraña, por ejemplo, que se utilicen términos comunes usados, pongamos por caso, tanto en la pintura, en el dibujo o en el grabado, como en la música: tono, timbre, arpegios, compases, ritmos, etcétera. O bien, términos literarios.

Sin embargo las letras en general, suelen ser inequívocas. Lo que sucede en un lienzo o en una estampa, trasladado a líneas escritas es una interpretación y se inscribe en la hermenéutica. La referencia que puede captarse con el objeto artístico es simultánea a la observación del objeto y eso es, creo, lo que hay que tener en cuenta al observar estos empeños de un artista visual que se ha propuesto aludir a cuestiones semánticas que le suscitan admiración, amor y curiosidad. No necesitó ni se necesita ofrecer verosimilitud con las fuentes. Los trabajos apelan por sus formas, por los elementos que los arman, no por lo que puede leerse en ellos, aunque en este caso integren palabras o caracteres bordados que funcionan, no como bloques semánticos, sino como elementos plásticos celebratorios de la escritura a través de sí misma, como en el caso del abecedario.

El creador no se ve obligado a rememorar ni referirse a rasgos pragmáticos.

Algo, creo, que hay que tomar muy en cuenta es que el artista visual es el primero en sorprenderse con la forma de los caracteres y con los textos de quien escribe. En ocasiones suele observar con perplejidad la imagen que el escritor ha bosquejado acerca de sus obras. Formas y palabras son dos lenguajes no sólo muy distintos, sino distantes. Pese a ello pudiera existir una cierta fraternidad en el sonido de las vocales y determinados juegos visuales.

Alfonso Mena Pacheco no reproduce y aunque ofrezca referencias, por ejemplo a Sahagún, lo que le concierne es la organización de los elementos que está manejando en un determinado espacio que es en este caso, además de circunscrito, reiterado, pues muchas de las impresiones tienen las mismas dimensiones. Debido a los métodos empleados: a partir de la litografía, que es planimétrica se utilizó aguafuerte y en muchos casos intaglio, eso estimula el efecto que provocan ácidos, relieves y colores.

Riguroso, detallista y a la vez ascético, sus modelos no son naturales sino mentales, aunque puedan evocar formas del mundo exterior, como rosetones que irradian o un mandala, forma arquetípica por excelencia que, según me lo comentó personalmente está inspirada no por Jung, sino por un cuerpo que gira sobre sí mismo resplandeciente en su forma pura y vacía. Según sus palabras la utilización de estos círculos concéntricos que aparecen en las obras, están inspirados en las estrategias fatales de Jean Baudrillard.

En aquel ensayo, aparecido por primera vez en 1983 y traducido a varios idiomas, el discutido autor explora las sinrazones que son victoriosas, fincándose en las metamorfosis, en la seducción de las apariencias, de donde Mena tomó el título para toda su exposición, apuntando prudentemente a la contrapartida, que sería la noción de que todo debe representarse instantáneamente, propia del cine, o del video; él propone en cambio la inercia absoluta, pues el acto pictórico (o gráfico) en su forma estática, girará sobre sí mismo, como giran los trabajos en torno al centro de la sala donde se exhiben.

En una de estas piezas en honor de Sahagún, la representación antigua del alma humana, en forma de un homúnculo, hace las veces de espermatozoide que penetra al centro de la estructura radial. Los parengones (es lo mismo que parangones, pero se utilizó el término inicial) pertenecen según Baudrillard y otros a la cultura del simulacro.

El conjunto de obras que inicialmente vi está dedicado a fray Bernardino de Sahagún, que ha sido comentado por escrito a lo largo del tiempo, por autores de gran valía y no sólo eso, la edición de su obra magna transcurrió por un número tan elevado de peripecias y alteraciones, que resulta acertado pensar en que este conjunto de Mena Pacheco es una más de ellas.

Los rasgos plásticos en estas y otras obras del artista son diáfanos a la vez que complicados, se diría que demasiado centrados en su aplicación, ya que no se oculta que su propósito es atraer y van más allá de lo funcional, hay que tomarlas como lo que son: formas que parten de un diseño mental, trabajadas para producir efectos que están en el ámbito de lo estético, no de lo histórico. ¿Qué testimonian?, los logros dibujísticos, gráficos y compositivos de un prolífico y destacado artista actual que es a la vez lector atento de determinados autores.

El público se detiene ante el impacto de su participación en AKASO, cuya actual museografía la hace parecer muy distinta, aunque igualmente espectacular, de la visión que de ella se obtuvo primero en Hermosillo y posteriormente en el Museo Universitario del Chopo.