Directora General: Carmen Lira Saade
Director Fundador: Carlos Payán Velver
Domingo 14 de julio de 2013 Num: 958

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Geometría de la música y armónicos de la pintura
Norma Ávila Jiménez

Recetario
Fernando Uranga

La flor del café
Guillermo Landa

En el tren de la muerte
Agustín Escobar Ledesma

Elsa Cross: el mapa del amor y sus senderos
Antonio Valle

Madiba Mandela
Leandro Arellano

Con Nelson Mandela
Juan Manuel Roca

Leer

Columnas:
A Lápiz
Enrique López Aguilar
La Jornada Virtual
Naief Yehya
Artes Visuales
Germaine Gómez Haro
Bemol Sostenido
Alonso Arreola
Paso a Retirarme
Ana García Bergua
Cabezalcubo
Jorge Moch
Jornada de Poesía
Juan Domingo Argüelles
Cinexcusas
Luis Tovar


Directorio
Núm. anteriores
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El recuento como permanencia

Ricardo Guzmán Wolffer


Las influencias expuestas. Recensiones de libros,
Raúl Olvera Mijares,
Calygramma,
México, 2013.

Tiene sus ventajas recopilar textos publicados durante años. Una, ver la vigencia de un ensayo o una crítica. Si al paso del tiempo no decae el interés, estaremos ante un texto redondo: muchos ensayistas, incluso los famosos, llegan a perder validez. No es el caso de Olvera. Editorialmente, podría reclamarse no haber señalado la fecha de publicación de cada ensayo, pues eso le da una precisión a la mirada del autor, pero también puede verse bajo la óptica de que la intemporalidad de lo indagado no requiere referencia.

Recopilados por paquetes (poesía, cuento, novela, ensayo, pensadores, antropología y otras) los ensayos de Olvera tocan lo inesperado y a lo conocido le dan una nueva vuelta. Prácticamente cualquier lector podrá encontrar algún tema de su interés. Como grupo, podría decirse que el más logrado es el referente a la antropología de México al estudiar la comprensión del imperio azteca, los centros urbanos mayas, recordarnos la multiplicidad étnica y cultural de Oaxaca, la magnificencia de Paquimé con su cerámica y sus notables construcciones, retomar el simbolismo de los Tzompantlis, la belleza literaria del Popol Vuh y otros. No se espera que en textos breves se abarque toda la información de este inagotable tema, pero sin duda que estos pequeños llamamientos del autor llevarán a más de uno a retomar la información encapsulada y ahondar en su lectura.

Como tratamiento de lo inesperado está el comentario sobre el libro Axolotiada, de Roger Bartra. Un amplio acercamiento a este peculiar anfibio, donde lo mismo confluyen los historiadores que los fotógrafos, además de opiniones de escritores importantes sobre este animalito en peligro de extinción. El acento más interesante es apreciar cómo incluso este pequeño ser forma parte de la mitología prehispánica, para establecer que en la verdadera visión integracionista, el más chico de los integrantes del ecosistema también es valioso. No obstante, atrae el comentario del ensayista para establecer cómo este urodelo ha sido motivo de literatura de los más variados lugares y épocas. Incluso habla de su situación contemporánea y dónde se le intenta preservar.

Se menciona la obra de conocidos escritores, pero también se habla de virtudes no esperables en textos varios: la imprevista relación entre González Crussí y Santiago Ramón y Cajal; de Fernando del Paso se espera mucho, pero se sabe poco de las consecuencias que en su vida personal tuvo hablar sobre las Islas Malvinas y los desencuentros entre el Reino Unido y Argentina con su mirada siempre profunda; la aportación de Ernst Cassirer al análisis de lo simbólico como herramienta de comprensión respecto de la psique humana. Y muchos más.

Un libro disfrutable tanto por su temática como por las cápsulas eficaces que siguen llevando al lector a buscar las obras y los autores reseñados según sus propias filias.


Seguir hablando de amor

Jorge Alberto Gudiño Hernández


La invención del amor,
José Ovejero,
Alfaguara,
México, 2013.

Desde un punto de vista teórico, son muchas las aproximaciones que intentan delimitar las temáticas que corren a lo largo de las páginas de las novelas. Hay estudios que ofrecen números tan concretos de temas posibles que, en sí mismos, resultan sospechosos. Otros prefieren la ambigüedad de los temas derivados a partir de unos cuantos centrales. Ya sea que se escoja una u otra forma de contabilizar los temas, lo cierto es que el amor es uno de los más predominantes.

Lo es, al menos, por dos razones. La primera resulta evidente: en tanto la literatura se ocupe de retratar nuestra realidad, es inevitable que se ocupe del tema que más representa nuestras idealizaciones. Para bien o para mal. Es difícil pensar en una vida sana sin encuentros y desencuentros amorosos. La segunda razón es, incluso, más poderosa. Ya se ha dicho muchas veces: la forma en la que amamos hoy en día se fundó en los relatos ficcionales de los últimos siglos. En otras palabras: la literatura ha sido la principal responsable de educarnos en el amor.

Esto lo sabe bien José Ovejero (Madrid, 1958). En La invención del amor (XVI Premio Alfaguara de Novela) se ocupa de mostrar los mecanismos a partir de los cuales el relato se integra a nuestra vida y, en una venturosa y última instancia, abre las posibilidades amorosas.

Sabedor del poder de las palabras, Ovejero abre su novela con una escena seductora. Samuel recibe una llamada en la que le informan que Clara ha muerto y le dan los detalles del velorio. Cuando cuelga el teléfono, el protagonista repasa la lista de sus afectos para concluir que no conoce a ninguna mujer con ese nombre. Eso no le impedirá acudir a la ceremonia. Tal vez porque su vida ha llegado a ese punto en el que una novedad basta para dar un golpe de timón.

Una cosa lleva a la otra. Se enterará pronto que lo han confundido con el amante de Clara y que, pese a la evidente animadversión del viudo, Carina está dispuesta a hablar con él. Entonces se desarrollará una relación entre el falso amante y la hermana de la difunta. El pretexto será contarse la versión particular que cada uno de ellos tiene sobre Clara. Conforme lo hagan se estrechará el vínculo entre ambos, sin importar que todo lo que Samuel diga sea producto de su imaginación.

Ovejero consigue demostrar que las palabras son tan poderosas como los hechos. Al menos, en medio de un vínculo dialogal en donde el pacto de confianza entre los hablantes no se pone en duda. El lector tampoco tiene problemas para dejarse seducir por esta novela por momentos esperanzadora. Si acaso, podría mostrar algún reparo con ese narrador en primera persona contando la historia desde el presente (por momentos cae en su propia trampa narrativa). Más allá de eso, la novela renueva la narrativa de un tema que, pese a haber sido abordado infinidad de veces, sigue tan vigente como desde el principio. A fin de cuentas, todo amor parte de su propia invención.


La poesía y sus respuestas

Floriano Martins


La sed del polvo,
Ricardo Venegas,
Ediciones Eternos Malabares/Conaculta,
México, 2013.

Ricardo Venegas (México, 1973) es un poeta relativamente joven que afortunadamente crece sin la tutela de los vicios poéticos, sin los efectos (en verdad, defectos) del lenguaje en la poesía contemporánea. Por supuesto, su talento y sensibilidad agradecen a la vida práctica, pues es un poeta muy activo en el mundo intelectual de su país, gracias a su actuación en el periodismo, sus ensayos y entrevistas, además del rico trabajo de edición de la revista Mala Vida, que ha dirigido desde 1995. Eso hace de él un hombre con buena mirada crítica respecto a sus pares, como es posible confirmar a través de esta atenta observación: “La mayoría teme no ser tomado en cuenta por la burocracia cultural si la critican, temen el desprestigio de un prestigio inexistente.” Esta es una desgracia permanente en nuestros días y México es un país de alto riesgo, gracias al alcance de su política cultural, con sus becas, premios, aportes institucionales, etcétera, además de una tradición intelectual muy apegada al mundo burocrático, con sus cargos y ceremonias. Es una lástima que así sea, lo que prueba que la vida cultural puede estar contaminada por los males del provincialismo. Por suerte no es lo que pasa con Venegas, que ha creado un mundo muy sencillo de honestidad intelectual.

Venegas publica una antología de sus primeros libros. La sed del polvo (2013), la cual reúne una selección de poemas de Signos celestes (1995), Caravana de espejos (2000), La sed del polvo (2007) y Turba de sonidos (2010), además una muy breve muestra del inédito Trovas para ultramar. Es una aventura muy arriesgada la que realiza. Y llama para sí una primera observación: su poesía todavía no está estéticamente definida. Aunque no enferma de la principal manía de cierta poesía latinoamericana, los adornos e impenetrabilidad presuntuosa del neobarroco, por otro lado, aún cultiva las equivocaciones del haikú –la dilución que esta forma ha sufrido nada tiene que ver con la magia paralela a la tradición japonesa encontrada por José Juan Tablada– y el encanto por los hallazgos breves, sobre todo con cierto humor algo blasé. Es lo que encontramos en los primeros pasos de Ricardo Venegas por la tierra de la poesía. En su primer libro también podemos leer unos sonetos en que el poeta mejor se realiza.

Ya en el libro siguiente –Caravana de espejos– empieza a transcurrir una lectura más propia y consistente de lo que podemos llamar su estilo o voz poética. Gracias a los poemas más largos, Ricardo Venegas puede adentrarse en el misterio de la creación y dedicarse a su oficio mágico, según el mismo poeta afirma: “La necesidad de saciarse de la duda, del resquemor que nos hace sentir como pasajeros de un viaje que acaba en el punto de partida, que no termina.” Este es el mejor momento de la poesía del joven mexicano. Luego vuelve a repetir unos errores del primer libro, así que la oscilación es un hecho. De todos modos, en el libro de 2007, el mismo que da título a la antología actual, hay un poema homónimo, "La sed del polvo", que resulta una de las mejores páginas del poeta, y finaliza con el enigmático: “Tiene que haber una manera/ de escribir sin dejar tantos escombros,/ tiene que haber una manera:”, así mismo, con el final abierto, cargado de sugerencias.

Ricardo Venegas no simpatiza con la idea de las influencias poéticas y trata de afirmar: “Nada se parece a nada, nunca nada se repite, nadie posee un molde permanente, aunque nadie escribe sin un maestro, es decir, siempre hay una tradición detrás de una obra, entre lo que llaman influencias y la tradición hay grandes diferencias.” Al mismo tiempo habla de su afinidad con la poesía de Saint-John Perse, Blaise Cendrars, William Blake, Xavier Villaurrutia y José Gorostiza, lo que confirma el modo en el que se siente muy bien –es lo que prueba su libro siguiente: Turba de sonidos– al tratar temas más amplios recurriendo a poemas más largos. Este es su territorio y pone en evidencia una mejor dedicación; es decir, luego de librarse de su primera poesía, Ricardo Venegas parece apuntar a un camino, una definición muy clara de su voz poética. Es mi sincero deseo que el poeta avance por este camino, y que se aleje de los efectos circenses –nada más que excesos formalistas– de gran parte de la poesía contemporánea.



Los culpables,
Juan Villoro,
(Alejandro Magallanes, dibujos),
Almadía,
México, 2013.

Siete relatos, el cuarto de los cuales da título al volumen, dan el testimonio más reciente de la capacidad fabuladora de nuestro amigo, colaborador ocasional y ex director de La Jornada Semanal. Ilustrado profusamente por Alejandro Magallanes, que indudablemente vive un período de fama y esplendor en virtud de su notable trabajo gráfico, este libro de gran formato y pasta dura ya ha sido traducido a varios idiomas, amén de haber recibido el Premio Antonin Artaud. Aquí, el lector se encontrará con una galería de personajes inclasificables, deliciosos en su vida común pero no por ello menos conflictiva, confrontados hasta el fondo de sí mismos por una situación límite. La bien conocida capacidad de Juan para la descripción aguda e irónica, tanto de personajes como de situaciones, hace de cada una de estas siete piezas un universo autosuficiente pero, en lo profundo, conectado uno con otro y, desde luego, conectado directamente con el mundo fuera de la página, es decir, el que habitamos tantos que, con un poco de suerte o descuido, cualquier día podemos enfrentarnos a una situación y un tratamiento villorescos. Disfrute, pues, de “Mariachi”, “Patrón de espera”, “El silbido”, “Los culpables”, “El crepúsculo maya”, “Orden suspendido” y “Amigos mexicanos”.



Vida de una mujer amorosa,
Ihara Saikaku,
Sexto Piso,
España, 2012.

Traducida por Daniel Santillana, esta es una novela que, más de trescientos años después de haber sido escrita y publicada, no sólo conserva intactas la fuerza y la belleza del lenguaje con el que ha sido escrita, sino también su impresionante capacidad para perfilar algunas de las aristas más ocultas y sutiles del alma humana. Ihara Saikaku, su autor, es considerado como uno de los referentes fundamentales de la literatura japonesa de todos los tiempos, debido precisamente a esta Vida de una mujer amorosa, que con la más conocida La historia de Genji, constituyen las cumbres narrativas más visibles del siglo XVII literario japonés. Panorama amplísimo de la memoria femenina con sus misterios, sus secretos, sus deseos ocultados desde siempre, sus perdones y sus pasajes imperdonables por la sociedad, sus reflexiones más profundas y su mirada siempre reveladora, esta Vida de una mujer… habla del viaje interno y el externo, donde este último es clara metáfora del decurso vital, a cuya finalización acude, lúcida y grave pero al mismo tiempo cálida y amorosa, esta mujer de todos los tiempos, todas las clases sociales y todas las infinitas manifestaciones de eso que, en México, Rosario Castellanos definiera como “el eterno femenino”.



Racionalidad y religión en la antigüedad tardía,
José Molina Ayala,
Universidad Nacional Autónoma de México,
México, 2012.

Este es el número 52 de la colección Cuadernos del Centro de Estudios Clásicos. Con el subtítulo Una introducción a Jámbico y a su tratado Acerca de los misterios de Egipto, el volumen hace una muy pertinente advertencia: que “comprender a Jámbico exigirá algo más que una hora de lectura superficial”. Nacido y muerto entre los siglos III y IV de la era presente, el pensamiento de este filósofo nacido en Siria propone –y explicarlo, razonarlo, es la tarea fundamental de Molina Ayala– el desarrollo de una capacidad tan útil en aquel entonces como en pleno siglo XXI: la de “dejarse sacudir por inusitados pensamientos y maneras de exponerlos”, “superar aversiones y desenmascarar los propios condicionamientos frente a quien sostiene pensamiento o religión distintos de los propios”, “tener la prueba de que se puede pensar de otro modo”, e inclusive “modificar o perfeccionar nuestros hábitos de lectura y de análisis, así como reconocer errores o confirmar aciertos de juicio sobre el neoplatonismo y sobre la antigüedad tardía”.