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Ver día anteriorMiércoles 24 de julio de 2013Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Francisco y la reconciliación con el progresismo católico
L

a visita del papa Francisco a Brasil ha generado expectativas en sectores progresistas de la Iglesia no sólo brasileña sino latinoamericana. Francisco parecería haber dado señales para animar a los actores de la Iglesia comprometidos con las causas populares. Francisco, al ser elegido Papa en marzo, y adoptó su nombre como homenaje a Francisco de Asís, el mensaje fue interpretado atrevido y en ese momento desconcertante. Un jesuita que asume el nombre del fundador de la orden franciscana, resultó en su momento inusual y provocador. Que el cardenal Jorge Bergoglio haya optado por el nombre de Francisco, ícono de la pobreza espiritual en la historia de la Iglesia, lo ha venido refrendado con sus gestos dando énfasis a la desigualdad social en sus discursos y sus acciones, recordemos que lavó los pies de los jóvenes delincuentes en la semana de Pascua,  criticó el uso de coches de lujo por parte de sacerdotes, dio un discurso contundente sobre el trabajo forzado y explotación en semiesclavitud de los migrantes.

El teólogo Gustavo Gutiérrez, padre de la Teología de la Liberación, señaló que sólo querer una Iglesia pobre para los pobres es ya todo un programa. Pareciera que flotan nuevos aires de apertura y de respiro al ala más progresista de la Iglesia católica del continente, que vio su influencia disminuir dramáticamente por la feroz represión que los dos últimos Papas ejercieron y también al avance de los grupos católicos y evangélicos carismáticos en las últimas décadas.

No sólo los discursos están plagados de nuevas actitudes por parte del Papa, sino que ha contribuido para destrabar el proceso de beatificación de monseñor Óscar Arnulfo Romero, arzobispo salvadoreño asesinado arteramente por comandos de la ultraderecha por su postura de defensa de los derechos humanos. Romero todo un símbolo del progresismo católico latinoamericano.

Leonardo Boff, otro de los precursores de la Teología de la Liberación,  quien fue condenado al silencio por el papa Juan Pablo II y por el entonces cardenal, guardián de la fe, Joseph Ratzinger, ha sido uno de los más entusiastas promotores del papa Francisco desde su elección pontificia. Al grado de afirmar que el nuevo Papa será portador de una nueva primavera eclesial. Sin embargo, es cauto para identificarlo plenamente con la Teología de la Liberación, señalando: Muchos se han preguntado si el actual papa Francisco, como proviene de América Latina, es un seguidor de la teología de la liberación. Esta pregunta es irrelevante. Lo importante no es ser de la teología de la liberación sino de la liberación de los oprimidos, de los pobres y de los que sufren injusticia. (2013-04-28).

Recordemos que la Teología de la Liberación es uno de los fenómenos sociales y religiosos más importantes de la región, que convivió entre los años 60 y 80 con las dictaduras militares. Es fruto de las reformas conciliares y de las asambleas episcopales latinoamericanas de Medellín 1968 y Puebla 1979. Pero más que una reflexión o un discurso sobre Dios, la teología latinoamericana se convirtió en un vasto, diverso y complejo movimiento social en casi todos los países. Posicionó, en cierto sentido, a las iglesias católicas latinoamericanas en la defensa de los derechos humanos, la opción preferencial por los pobres y la confrontación contra las injusticias sociales. En este ciclo, el compromiso social de los cristianos y sus organizaciones, como las comunidades de base, alienta a ciertos actores religiosos para adquirir peso social y relevancia, entre otros muchos destacamos las figuras que con el tiempo se han vuelto en personajes míticos como  Hélder Cámara, José María Pires, (Brasil), Óscar Arnulfo Romero (El Salvador), Leonidas Proaño (Ecuador), Raúl Silva Enríquez (Chile) y Samuel Ruiz (México) entre muchos otros. Bajo el pontificado de Juan Pablo II, influenciado por las polarizaciones ideológicas de la guerra fría que vivió en carne propia, incidió para que desde Roma, el Vaticano ratifique un nuevo tipo de centralidad romana, imponiendo disciplinas internas, realineando las fuerzas centrífugas que podrían llegar a amenazar la identidad. En América Latina es conocido ampliamente cómo se opera un proceso de represión interna marginando a los teólogos, nombrando obispo conservadores, y se minaron los ensayos pastorales. La confrontación entre Roma y los teólogos ha sido otro signo característico de la mancuerna Wojtyla-Ratzinger. Juan Pablo II manifiestó serias dudas sobre el papel del teólogo, y le exigió una función de obediencia y sumisión, en detrimento del discernimiento y la búsqueda de nuevas fronteras. Durante el Sínodo Romano de 1990, el Papa expresó en la apertura solemne que el teólogo ejerce su ministerio por mandato de la Iglesia y colabora con el obispo en su deber como maestro.

Muchos argentinos sostienen que la teología del papa Francisco está marcada por la desarrollada por el teólogo italo/argentino Lucio Gera (1924-2012) La reflexión de Gera es  la teología de la cultura, la teología popular de la cultura muy cercana a posiciones peronistas y prima hermana de la teología de la liberación. Muchas de las convicciones profundas de Francisco, tienen una especial resonancia del discurso peronista: el pueblo más que los individuos, los pobres como interlocutores con una cultura propia, la importancia de una identidad nacional, una cierta eclesialidad patriótica.  José María Poirier Lalanne, director de la famosa revista argentina Criterio afirma: El pensamiento de Bergoglio coincide con el de Lucio Gera, no el Gera de principios de los años 70, sino el de Puebla, en 1979. La idea fundamental era que el pueblo, más que los individuos, sería el verdadero sujeto de la historia y, por lo tanto, de la liberación integral. Era el pueblo de la nación, como encarnación particular del Pueblo de Dios.

La gran interrogante queda ahí planteada. ¿Francisco en ruptura con sus predecesores, tenderá puente para reconciliarse con el progresismo católico latinoamericano? Es significativo que el vaticanista Sandro Maggister haya registrado no sólo las señales y gestos de Francisco, sino sus silencios. Especialmente sobre la homosexualidad, los nuevos matrimonios y la biogenética. Estaríamos ante un Papa que podría empezar  a matizar y no ser tan enfático en la agenda moral y ética social de la Iglesia que ha venido siendo el polo central de las confrontaciones con la sociedad moderna. Y de sus principales fracasos. ¿Estaríamos ante nuevos énfasis en una agenda más social basada en la opción por los pobres y defensa de los derechos humanos?

Otra señal que de concretarse podría significar una nueva ruta. El País publica que el Papa estaría dispuesto a encontrarse con Leonardo Boff. Y que al llegar a Río, pidió un ejemplar del último libro del rebelde Boff, titulado Francisco de Asís y Francisco de Roma, en el que analiza la ruptura que este Papa está llevando en la Iglesia con una vuelta a los orígenes del cristianismo. Estos días despejaremos el verdadero rostro y la intención real del nuevo Papa en visita a Brasil.