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Década infructuosa

La instrucción pública, bajo asalto de multimillonarios

Tienen dinero y poder, pero fracasan, afirma líder gremial
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De acuerdo con una encuesta, la mayoría de los padres de familia en EU preferirían que se destinen más recursos a la educación pública; en la imagen, protesta en Chicago Foto Reuters Década infructuosaFoto Reuters
Corresponsal
Periódico La Jornada
Domingo 28 de julio de 2013, p. 3

Nueva York, 27 de julio.

La gente está empezando a ver que los emperadores de la reforma no tienen ropa, advirtió Randi Weingarten, secretaria general de uno de los dos principales sindicatos nacionales de maestros, el American Federation of Teachers. Ante el congreso nacional del gremio este mes, afirmó que el otro lado podrá tener más dinero, podría tener a alcaldes de grandes ciudades y fundaciones de gran renombre de su lado. Pero carecen de dos cosas muy importantes: no los tienen a ustedes y no tienen resultados.

Señaló que las reformas educativas impulsadas durante los últimos años no toman en cuenta los factores externos a las escuelas, como el hecho de que una mitad de los estudiantes en las escuelas públicas son pobres, que tres de cada cinco maestros reportan tener alumnos que llegan a sus escuelas con hambre, que hoy día hay más familias sin techo desde la Gran Depresión, y que todo esto impacta a los alumnos, y que según investigaciones los factores externos tienen doble efecto sobre la enseñanza de estudiantes que factores dentro de las escuelas.

“La educación pública está bajo asalto por aquellos que desean, por razones ideológicas, llamar a uno de los grandes logros de Estados Unidos –la educación pública para todos– un fracaso. Esta gente son los que no están en la educación para mejorarla, sino para ganar lana –y no quieren que ustedes tengan la habilidad de mantenerse unidos como un sindicato y tener una voz en el trabajo que hacen. Esta es la gente que demanda y promueve austeridad, polarización, privatización y desprofesionalización”, afirmó.

“Están obsesionados con el rendimiento de cuentas basado en exámenes. Enfatizan sanciones en lugar de apoyo, y trasladan responsabilidad –incluyendo la suya– casi exclusivamente a los maestros. Creen en un sistema de mercado, pero un sistema de mercado dice que ‘habrá ganadores y perdedores’. Nosotros necesitamos que todos los estudiantes tengan una vía –y una oportunidad– a ser ganadores”, concluyó Weingarten.

Ellos son una alianza poderosa de la cúpula política en Washington y en las capitales de varios estados, junto con algunas de las fortunas más grandes del país, incluyendo la de Bill Gates, de Microsoft; la familia Walton, de Walmart; Eli Broad, Mark Zuckerberg (Facebook), y Bloomberg, entre otros. Peter Dreier, profesor de política en la universidad Occidental College, escribe que esta guerra de los multimillonarios contra la educación pública a favor de la privatización ha utilizado películas como una de sus principales armas de propaganda para promover sus reformas.

Embate cinematográfico

Las más destacadas son Esperando a Supermán (2010) y una nueva producción de Hollywood Won’t Back Down (Ni un paso atrás, 2012). En ambas se caracteriza a las escuelas públicas como algo sin redención posible, reducen casi todo el problema a los maestros malos y sus sindicatos, y que la solución son las escuelas semiprivatizadas, las chárter.

Dreier dice que las semejanzas de ambas cintas no es tan misteriosa, ya que las dos fueron producidas por Walden Media, cuyo dueño, Phil Anshutz, es un empresario derechista que ha donado fondos a iniciativas antisindicales en Estados Unidos. Gates también ayudó a financiar Esperando a Supermán y la elogió, y organizaciones que él ha financiado también las han promovido, como también el propio presidente Barack Obama y su secretario de Educación, Arne Duncan.

Won’t Back Down, continúa Dreier, fue producida por el gran estudio 20th Century Fox, cuyo dueño es Rupert Murdoch, jefe de la trasnacional News Corporation. News Corporation tiene entre sus muchas empresas (Fox News, Wall Street Journal, etcétera) algo llamado Wireless Generation (ahora Amplify), que es una empresa con fines de lucro dedicada al mercado de educación pública.

Murdoch alguna vez describió el sistema de educación pública como un sector de 500 mil millones en Estados Unidos que desesperadamente está esperando ser transformado. Para ese negocio, Murdoch contrató a Joel Klein, ex secretario de Educación de la ciudad de Nueva York, uno de los principales promotores de las reformas corporativas en la instrucción.

“Ambas películas fueron promovidas fuertemente por un creciente coro de fundaciones empresariales y multimillonarios conservadores que están detrás de una versión particular de ‘reforma’ escolar que enfatiza la privatización –chárter–, la administración estilo empresarial, exámenes para evaluar tanto a estudiantes como a maestros y sindicatos magisteriales debilitados”, entre otras medidas, escribe Dreier en Truthout.

Acusa que los reformistas poderosos desean no una reforma, sino la privatización.

“Creen que las escuelas públicas deberían ser administradas como empresas, con maestros, con trabajadores obedientes, estudiantes como productos y el presupuesto escolar como fuente de contratos y subsidios para generar ganancias para empresas de libros de texto, consultores y otros en el gran negocio de la educación. Quieren convertir las escuelas públicas en Walmarts educacionales administrados con el mismo modelo de ‘eficiencia’ empresarial”.

Asegura que el que la cúpula promueva las reformas propuestas por multimillonarios no es barato. A inicios del proceso de sucesión presidencial en 2007, Gates y Broad anunciaron que estaban financiando de manera conjunta una campaña de 60 millones de dólares para asegurar que ambos partidos políticos abordaran su versión de una reforma en educación, reporta Joanne Barkan en la revista Dissent.

Pero ellos y otros multimillonarios ya habían inundado con cientos de millones de dólares todo el espectro del debate sobre educación en este país, impulsando iniciativas en decenas de estados para que implementaran reformas, lo cual continúa hoy día. No importa que algunas fueron fracasos magnos. Por ejemplo, Gates gastó más de 2 mil millones entre 2000 y 2008 para establecer escuelas públicas en 45 estados bajo una iniciativa para impulsar escuelas más pequeñas y chárters.

A finales de 2008, Bill y Melinda Gates convocaron a una reunión en su casa de figuras prominentes en la educación para revelar que los resultados no habían sido los deseados, aunque no comentaron el daño que todo esto había generado en cientos de distritos escolares.

Acto seguido, anunciaron una nueva iniciativa de millones de dólares para reformar escuelas fallidas, produciendo una guía que el secretario de Educación Duncan ha llamado la biblia para la restructuración escolar, y la cual ha incorporado la política de educación federal.

Gates ya había invertido más de 90 millones en Chicago para restructurar las escuelas de esa ciudad, durante la estancia de Duncan como el jefe de educación de esa urbe, lo cual le dio un perfil nacional. Los resultados de eso son debatidos hasta la fecha, pero investigaciones independientes registran resultados mucho más débiles que los anunciados. Al parecer, la evidencia empírica no es lo que motiva a los reformadores.

Diane Ravitch, ex subsecretaria de Educación, historiadora de la enseñanza y antes campeona de estas reformas, es ahora la crítica más prominente de estas políticas, calificando a sus promotores como el club de multimillonarios.

Escribe en el New York Review of Books y estima que las críticas en las películas y foros promovidos por los reformadores deben ser consideradas, pero acusa que todas las respuestas que ellos ofrecen requieren un traslado de fondos públicos al sector privado. El colapso del mercado de valores de 2008 debería ser suficiente para recordarnos que los administradores del sector privado no tienen un monopolio sobre el éxito. Concluye que la educación pública es la piedra angular de la democracia estadunidense. Las escuelas deberían de ser mucho mejor de como están ahora, pero privatizarlas no es solución.