Sociedad y Justicia
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En Monterrey, una organización promueve el uso entre poblaciones vulnerables

Sólo uno por ciento de las mexicanas utiliza condón femenino; es caro y escaso

No están el cuadro de medicamentos gratuitos; su costo equivale a dos servicios sexuales

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Ninguna trajadora de la sala de masajes conocía el preservativo para mujeresFoto Sanjuana Martínez
Especial para La Jornada
Periódico La Jornada
Domingo 28 de julio de 2013, p. 34

Son las cinco de la tarde. Las luces multicolores brillan frente a las 12 chicas que se mueven a ritmo de reguetón. Un cliente está sentado en un sillón sin inmutarse. Corpulento, de barriga prominente, su rostro es frío e inexpresivo. Ellas tienen entre 17 y 22 años y están vestidas con sugestiva ropa interior y zapatos de plataforma. Se colocan en fila para presentarse: Hola mi amor, soy Vanesa y mi servicio exprés cuesta 350 pesos. Sin mediar palabra, él elige con un dedo; ella se siente afortunada y ambos se dirigen a un pequeño y sórdido cuarto medio en penumbras.

El silencio vuelve al pasillo recibidor de esta sala de masajes antiestrés ubicada en el centro de Monterrey, donde se ofrece un taller de sexualidad, una charla rápida sobre el uso del condón femenino y masculino, dirigido a las trabajadoras sexuales para prevenir el VIH/ sida y otras enfermedades de transmisión sexual.

Les presento a Josefina, dice Abel Quiroga, director de Acodemis (Acción Colectiva por los Derechos de las Minorías Sexuales, AC), al tiempo que muestra una vagina de plástico donde introduce un condón femenino. Ninguna de las presentes lo había visto antes. Sonríen y hablan entre sí cuando tocan la bolsa suave de poliuretano de 17 centímetros de largo que se inserta previamente a las relaciones sexuales.

En México sólo uno por ciento de las mujeres utiliza este tipo de preservativo porque resulta caro y difícil de encontrar; ni siquiera la Secretaría de Salud (Ssa) tiene para distribuir: No hay disponibilidad en el mercado. Pagar 80 o 100 pesos por un condón femenino significa el pago de dos servicios sexuales. No les costea, dice Quiroga.

¿Quién de ustedes sabe usar el condón femenino?, pregunta a las sexoservidoras, jovencitas de cuerpo escultural. Ninguna levanta la mano. Lo bueno del condón femenino es que lo pueden tener ocho horas puesto. Es una gran ventaja, porque ustedes entran a trabajar a las 12 del día y llega el cliente a las tres de la tarde, y ya lo traen puesto. Lo que no se debe hacer nunca es usarlo con el condón masculino porque al chocar producen calor y se rompen.

Algunas ríen tímidamente. Una de ellas pregunta si lo puede usar varias veces y la respuesta es negativa. La explicación continúa: Se puede usar lubricante, pero no se puede poner vaselina, mayonesa o mermelada; la salsa cátsup sí, porque está elaborada a base de agua y luego pueden comer papas a la francesa si lo desean, dice el tallerista con una sonora carcajada, seguido de las risas de las muchachas.

Para usarlo se introduce hasta el orificio vaginal y se coloca el anillo interno en forma de ocho en la vagina, procurando hacerlo lo más profundamente. Por fuera el anillo externo quedará recubriendo los genitales, incluso se puede caminar con él. El año pasado, el condón femenino se incluyó en la Norma Oficial Mexicana de Planificación Familiar, pero no está previsto en el cuadro básico de medicamentos para distribución gratuita.

Unidades insuficientes

Quiroga explica a continuación el uso del preservativo masculino. Les obsequia una bolsa con 30 de estos y uno femenino. El sector salud y organizaciones civiles distribuyen en el país 100 millones de condones masculinos; sin embargo, el Censida (Centro Nacional para la Prevención y el Control del VIH/sida) calcula que de 123 relaciones sexuales que una persona tiene en promedio al año, sólo en cuatro están protegidas con preservativo.

Las trabajadoras sexuales son un grupo vulnerable. Estamos promoviendo el condón femenino, pero el gobierno no tiene este tipo de protección, por eso estamos exigiendo que compre y distribuya. Es mucho más barata la prevención que los tratamientos por enfermedades de transmisión sexual. Hay que inculcar a las mujeres el derecho que tienen para protegerse y prevenir el VIH/sida. Tenemos que concientizarlas de que ellas pueden utilizar el condón femenino o masculino, sin pedirle permiso al cliente. Queremos que las mujeres se empoderen de su cuerpo.

La charla es suspendida momentáneamente por la llegada de un nuevo cliente. El hombre se sienta en el sillón. El reguetón vuelve y el ritual sensual de bienvenida se repite. Los talleristas esperan.

Los talleres y la distribución de condones en poblaciones de alta vulnerabilidad realizados por Acodemis forman parte del programa de Censida: Estamos demostrando la necesidad que hay. Este programa que tenemos es para demostrar al gobierno que hay necesidad y que ellos tienen que poner la distribución de los preservativos femeninos, pero si el gobierno no distribuye los condones masculinos suficientes, menos los otros. Si no valen los homosexuales, menos valen las mujeres. Es pura homofobia y misoginia.

Abel Quiroga se muestra indignado por la falta de presupuesto para los programas de prevención del VIH/sida. Tiene más de 20 años luchando contra la pandemia a base de educación sexual y un fuerte compromiso social en favor de las minorías sexuales. Los talleres se imparten tres veces a la semana. Esta vez, el lugar elegido es una casa de citas. Sólo hay dos en la ciudad. El trabajo sexual ahora se integra en giros con distinto nombre: salas de masaje antiestrés, men’s club o table dance.

Aquí la clientela es distinta, también los servicios y las trabajadoras sexuales, todas ellas mayores de 40 años. El servicio de media hora cuesta 100 pesos. Los especiales como lluvia dorada, lésbico, extremo o profilia tienen un costo extra.

Ninguna de las ocho trabajadoras conoce el condón femenino. Una de ellas confiesa que hay clientes que ofrecen más dinero sin él. Se les explica que con una infección el día de mañana no podrán trabajar. Se les acaba el negocio. Les hablamos de su futuro.

Rastreo de sitios de trabajo

A pesar de que el condón llegó a México en la década de los 50, aún resulta difícil hablar abiertamente de él. Hablar del condón es hablar de la actividad sexual de las personas. Nadie dice que lo usa, porque eso significa que eres activo. Y aquí los valores cristianos dicen que no hay que hablar de la sexualidad. Estos talleres sirven mucho, sobre todo porque la gente se abre.

Con la inseguridad, el trabajo sexual se dispersó. Los cárteles de la droga empezaron a controlar los llamados giros negros y la trata de mujeres.

“Antes estaba muy bien focalizado. La Secretaría de Salud tenía registros y verificación. Ahora no. Con la inseguridad truenan todos los table dance, las salas de masajes. Las que tienen posibilidad se fueron al Internet y vemos páginas exóticas con más de 200 mujeres jóvenes”.

Lo más difícil del trabajo de Acodemis es seguir el rastro del trabajo sexual para trabajar con esas poblaciones vulnerables: “Estamos haciendo un trabajo de mapeo. Trabajando en las zonas marginales. Vemos cuatro o cinco puntos de trabajo sexual de mujeres y transexuales a la semana. Bares, salas de masaje. Antes eran las mujeres por un lado y las vestidas (transexuales) por otro. Ahora ya no. Hay una sinergia de defenderse y apoyarse”.

La Secretaría de Salud calcula que hay entre 3 mil 500 y 25 mil trabajadoras sexuales en Monterrey, pero las estimaciones de las organizaciones civiles ubican más de 80 mil.

El trabajo de prevención del VIH/sida en la calle es complejo. Los puntos de trabajo sexual tampoco están siendo atendidos. Allí han encontrado muchas infecciones, virus del papiloma, displasias y sobre todo mucho abandono.

Abel Quiroga es querido por las comunidades vulnerables, organiza convivios, conferencias y escucha sus penas.

Ellas tienen mucha necesidad afectiva. El trabajo sexual se está desplazando y el gobierno no lo quiere ver. Nos acusan de estar fomentando el trabajo sexual por atenderlas. No es así. Este es un problema de salud pública. Punto.