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Hoy es tocado, escuchado y enseñado en centros culturales y educativos de ese país

El son jarocho es hoy elemento de identidad de los inmigrantes mexicanos en EU

Al principio el que se ejecutaba era el de escenario, a la manera folclórica, pero con el tiempo se fue explicando el concepto de fandango, como una fiesta y un baile comunitario

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Jarana Beat y el maestro Andrés Flores en Queens, Nueva YorkFoto Cinthya Santos Briones
Especial para La Jornada
Periódico La Jornada
Lunes 29 de julio de 2013, p. a13

En un encuentro festivo, allende las fronteras, se escuchan los versos cantar y la tarima resonar, convocando a la comunidad a bailar y celebrar al son de la jarana, la memoria de lo vivido.

En los últimos años, la música de jarana, conocida popularmente como son jarocho, se ha convertido en un vínculo de expresión cultural y en un elemento de identidad para muchos inmigrantes mexicanos. Después de que en 1958 Ritchie Valens popularizara La bamba al ritmo de rocanrol, el son jarocho se fue expandiendo junto con las nuevas oleadas migratorias que llegaban a trabajar a Estados Unidos.

Hoy, el son jarocho es tocado, escuchado y enseñado en distintos espacios culturales e instituciones educativas a lo largo de la Unión Americana. También se realizan anualmente distintos encuentros y festivales de soneros y jaraneros en Estados Unidos, a fin de establecer vínculos con los músicos de son jarocho que han tratado de rescatar este género musical de generación tras generación, como la familia Vega, los Utrera o los Cojolites.

Con el son emigró también la tradición de hacer fandangos. Al principio el son que se tocaba en Estados Unidos era el de escenario, a la manera folclórica, pero con el tiempo se fue explicando el concepto de fandango, como una fiesta y un baile comunitario; a la par el son fue fortaleciendo y cohesionando los procesos y luchas de la comunidad migrante en la vida transnacional.

El son atraviesa EU

Aunque desde los años 50 se escuchaba el son jarocho del otro lado de la frontera –por la influencia del cine de la época de oro– no fue sino hasta después de la entrada del siglo XXI cuando el movimiento jaranero o fandanguero comenzó a florecer con mayor ahínco en ciudades como Los Ángeles, Nueva York, Chicago y, más recientemente, en Milwaukee, Washington, Austin y Seattle. Cada región y ciudad tiene una historia particular de cómo fue que el son comenzó a escucharse y a tocarse

En Nueva York, el son jarocho se ha difundido con el trabajo de grupos como Jarana Beat que desde su nacimiento en 2007 ha promovido la cultura del fandango entre la comunidad mexicana, latina y estadunidense. Desde 2011, organiza a la par de Tlacotalpan, Veracruz, la fiesta de La Candelaria, con un concierto, fandango y convite. En esta última celebración, los jaraneros, bailaron hasta el amanecer, cantando las tradicionales coplas de la vida campesina, al tiempo que las mujeres compartían con alegría la tarima, al escuchar los sones de montón.

Paula Sánchez-Kucukozer integrante de Son Pecadores comenta: Cuando empezaron a hacerse los primeros fandangos aquí en Nueva York, hace como año y medio, la asistencia era de nos más de 10 personas y en esta última Candelaria, ¡ni cabíamos! Y es que creo que esto se debe a que una vez que te involucras en la cultura del fandango es muy difícil salir, porque todo alrededor del son jarocho se trata de comunidad y a uno como mexicano, le da más cohesión, ya que en la cultura estadunidense toda es muy individualista.

En Chicago empezó a oírse por la influencia de músicos como Víctor Pichardo, integrante del grupo Zazhil y cofundador en 1994 del proyecto Sones de México Ensamble.

Y en California, el son comenzó a hacerse más visible durante la década de los 70, cuando en las universidades y los colegios empezaron a incluir, dentro de los programas de estudios chicanos o méxico-estadunidenses, la enseñanza del son jarocho.

Son de lucha

A través de versos, coplas o décimas, músicos inmigrantes han empezado a expresar las problemáticas de este lado de la frontera, creando sones de protesta contra las leyes antinmigrantes, el racismo, la discriminación, contando anécdotas de la vida de los trabajadores indocumentados y las historias vividas en los barrios mexicanos.

Son del Centro –grupo de jaraneros y programa de son jarocho del Centro Cultural de México en California– participa con diversas campañas sociales y políticas en defensa de los derechos de los trabajadores migrantes como con la Coalición de Trabajadores Immokalee (CIW), promoviendo el son jarocho como una herramienta de conciencia y movilización. Otros ejemplos incluyen a Son Armado y el Colectivo Altepee que narra así el problema de las deportaciones:

“Soy un jaranero andante
viví en Estados Unidos
por todos es bien sabido
que esta es nación de
inmigrantes
desde los tiempos de antes
gente de tantas naciones
trabajamos como peones
beneficiando a los ricos
por eso hoy les exijo
¡alto a las deportaciones!”

(notonemoredeportation)

Atravesando generaciones

Por otro lado, el gusto por el son jarocho ha estimulado el surgimiento de diversos proyectos educativos para niños y jóvenes en escuelas, museos y centros culturales. En Chicago desde 2010, Gina Gamboa desarrolla el proyecto Son Chiquitos, programa basado en las familias migrantes, que tiene por objetivo mantener el español por medio de la música y el arte. Dicho programa imparte talleres a través del grupo de son Jarochicanos a niños desde los 4 meses de edad, involucrándolos en la cultura de los fandanguitos.

Al mismo tiempo, Alda Reuter y Peter Basil crearon México Beyond Mariachi un programa pedagógico de danza y música tradicional de México, impartido en distintas escuelas públicas de la ciudad de Nueva York y Nueva Jersey, a fin de dar a conocer la riqueza cultural de nuestro país, más allá de la música de mariachi. Uno de los talleres más importantes que impartimos es el de instrumentos de son jarocho, así como el zapateado en la tarima. Las clases se imparten a alumnos de distintas nacionalidades, desde chinos hasta estadunidenses, con la intención de que se valore la riqueza cultural de México, indica Alda Reuter.

Atravesando fronteras

A su vez, han comenzado los intercambios culturales a escala binacional; Fandango sin Fronteras, una red informal de son jarocho integrada por músicos y artistas chicanos como Son del Centro y Músicos de la Bahía de California y la organización de Portoluz de Chicago, han impulsado el intercambio entre músicos de Veracruz y Estados Unidos con la idea de generar comunidad a través de la música participativa, ampliando el concepto de fandango a un nivel transnacional.

De manera similar, las redes sociales en Internet han sido una plataforma para difundir y mantener en contacto a músicos de jarana de muchas partes del mundo. Actualmente, podemos encontrar una infinidad de sitios en YouTube, Facebook, o MySpace con información sobre este género musical. Es el caso de Jarochelo sitio con diversas programaciones en inglés y en español, que van desde un programa de televisión, chat, noticias, reportajes, podcasts, entrevistas hasta sintonía radiofónica.

Jarochelo surgió con el propósito de mostrar a la gente que se interesa por el movimiento jaranero una fuente fiable de información a través de un sitio web. Así que, junto con mi.com y la reputación que me dio el ser un ex Mono Blanco, me propuse armar este sitio, que al principio tuvo una jarana interactiva, lo cual fue muy atractivo tanto para mi por su novedad, como para los visitantes, dice César Castro, integrante del grupo Cambalache y laudero veracruzano radicado en Los Ángeles.

Es así como de este a oeste retumban las tarimas con el zapateado, fandangueros, soneros, decimeros, jaraneros, bailadores y músicos que se reúnen en distintos espacios comunitarios –casas, parques, calles, bares y auditorios– de Estados Unidos para sembrar las raíces y esparcir la semilla del fandango, más allá del Sotavento. Con ello, una parte de la comunidad inmigrante rehúsa olvidar sus luchas y construye, al son de la jarana, un presente más humano y digno.