Opinión
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Penultimátum

Dolce & Gabbana

L

os italianos Domenico Dolce y Stefano Gabbana son dos de los diseñadores más ricos y reconocidos del mundo. Entre sus clientes figuran famosas como Madonna, Beyoncé, Isabella Rossellini, Mónica Bellucci, Ayumi Hamasaki, Britney Spears, Lady Gaga, Killie Minogue y Gisele Bündchen.

Ambos diseñadores han sido noticia últimamente porque las instancias judiciales de su país demostraron que son evasores fiscales. Por lo menos desde 2007, cuando los expertos en moda crearon Gado, una sociedad con sede en Luxemburgo con la que se autocompraron en 470 millones de dólares dos marcas que forman parte del grupo Dolce & Gabbana. En realidad, Gado se gestionaba desde Italia pero pagaba impuestos bajísimos en Luxemburgo, donde sólo tenía una pequeña oficina y no realizaba ninguna actividad.

La maniobra fue descubierta luego de una puntual investigación. El fisco italiano los denunció en 2010 de haber montado en el extranjero un sistema destinado a ahorrarse el pago de impuestos en el país donde tiene su sede el emporio.

Un año después, el tribunal fiscal de Milán los condenó a devolver a las autoridades hacendarias 450 millones de dólares. Se comprobó que la parte que compraron bajo la legislación de Luxemburgo valía 920 millones de dólares, y no los 470 que supuestamente pagó Gado por las dos marcas. Los diseñadores se inconformaron con la sentencia y lo menos que dijeron fue que el fisco italiano era un ladrón que asaltaba a los que trabajaban honradamente. Como ellos.

En abril de 2011 un juez desestimó los cargos contra los diseñadores al considerar que no había lugar para su enjuiciamiento, pero la Fiscalía recurrió al Tribunal Supremo, que en noviembre de ese mismo año acordó proceder contra ellos por evasión fiscal y no por el supuesto delito de estafa al Estado que también se había formulado en un principio.

El Tribunal Supremo recientemente dijo la última palabra al hallar pruebas tan sólidas como una roca de un fraude fiscal sofisticado. Condenó a Dolce y a Gabbana a un año y ocho meses de prisión, a pagar lo evadido y a una multa de 13 millones de dólares. Los diseñadores apelaron de la sentencia por lo que no ingresaron en la cárcel, prevista sólo para condenas definitivas.

Además cerraron tres días sus tiendas en Milán, la emblemática ciudad en la que mostraron su primera colección en 1985, para protestar por haber sido puestos en la picota por los medios. En sus vitrinas podía leerse Cerrado por indignación y una explicación de los motivos para tomar tal decisión.

Las famosas no defienden públicamente a los diseñadores, pero los respaldan encargándoles la elaboración de prendas únicas, carísimas, que aminorarán el hueco que dejan las sanciones impuestas por el fisco italiano, urgido de dinero.