Aterrizan en Nueva York música
y fiestas de la sierra veracruzana

Cinthya Santos Briones


Danzantes de Veracruz en Times Square, NY.
Foto: Cinthya Santos Briones

Han pasado más de dos décadas desde que salieron los primeros migrantes mestizos, otomíes, nahuas y tepehuas de la Sierra Norte veracruzana rumbo a Nueva York llevando consigo su lengua, su cultura y su música. Asentados en distintos barrios en Queens y Bronx, han buscado un espacio físico que les permita organizarse mediante sus comunidades de origen, tradiciones y parentesco. Recrean así procesos de identidad que les ayudan a mantener sus tradiciones en la vida transnacional.

Desde 2011, inmigrantes de distintas localidades de la Sierra Madre Oriental comenzaron a organizarse y formar en Nueva York bandas de viento y tríos de huapango, lo que permitió realizar dos de sus fiestas principales, el Carvanal y la fiesta de Santa Cecilia.

En años recientes, las representaciones socio-culturales de los migrantes veracruzanos en Nueva York han tomado real importancia para la organización al interior de sus comunidades, transmitiendo tradiciones, creencias y costumbres más allá de la frontera. La música funge como símbolo de identidad y como puente entre las comunidades de origen y destino.

Así lo relata Natalio Félix, otomí de Pie de la Cuesta, Texcatepec: “Antes de que se organizaran las bandas de viento no había mucha comunicación con los paisanos, rara vez nos reuníamos, y ahora en cada baile uno se encuentra puro veracruzano”.

Al crearse la primera banda de viento, Sangre Azteca, otros músicos se alentaron para formar en 2012 agrupaciones como Nuevo Amanecer y Unión Veracruzana. Salir del anonimato significa confrontar la despectiva generalización que asume a los migrantes mexicanos indocumentados como simples trabajadores, sin pasado ni historia y sumergidos en la pobreza, mostrando que son verdaderas comunidades ricas en tradiciones.

Hace tres años, a raíz de la formación del trío Huapango Renovado de Veracruz, los otomíes de Texcatepec comenzaron a celebrar, a finales de noviembre, la fiesta de Santa Cecilia. Y aunque no es como en su pueblo, basta un apartamento en Queens para recrearla y que convivan los paisanos y compartan comida tradicional al son de versos y coplas.
Juan Reyes, músico de jarana y ayudante de cocina en un restaurante chino, comenta: “Esta celebración allá en la Sierra se organiza con meses de anticipación, hay un encuentro regional de bandas y comida durante varios días. En Nueva York no la podemos hacer como allá, pero aún así, es importante recordar esta tradición”.

Estos encuentros fortalecen las redes sociales de paisanaje dentro las comunidades migrantes. Hace poco, refiere Reyes, “nos enteramos que había otro trío de huapango de allá de la Sierra y empezamos hacer amistad, cuando falta algún músico nos comunicamos con ellos para echarnos la mano”.

Años atrás, Raymundo Jiménez, de Tetlilco, municipio de Zontecomatlán, había formado los tríos Los Diferentes de la Sierra y Los Amigos de la Sierra, con los que subió algunos videos a YouTube. En 2012, comenzó el Trío Pasión Juvenil, al lado del jaranero Armando Castro y el violinista José Yáñez.

En Nueva York, cuenta Raymundo, “hay muchos paisanos que les ha llamado la atención ser músicos y apenas se están formando. Yo provengo de una familia de huapangueros, mi padre fue un afamado músico, conocido como el mejor violinista de Zontecomatlán. Y aunque mi pasión es la música, trabajo en una tienda de productos europeos en Queens”.
La mayoría de los músicos veracruzanos se emplean en restaurantes, carwash, jardinería, construcción, mercados, tiendas de abarrotes. “Ser músico sin papeles no es fácil, uno tiene que trabajar en otra cosa para mantener sus sueños, pues hay que comprar los instrumentos y los trajes. Sales de trabajar cansado y corres a los ensayos. No obstante, vemos que con el tiempo podemos vivir de esto, a nosotros ya nos contratan para tocar hasta judíos y rusos”, relata.

El bar El Rodeo, en Astoria, Queens, se ha convertido en un espacio de distracción y encuentro para muchos migrantes veracruzanos que gustan de escuchar los vientos y los tríos de huapango.  El progresivo asentamiento de migrantes indígenas de la sierra veracruzana ha estimulado la demanda de bailes y fiesta comunitarias. Además de tocar en bares, los músicos son contratados para amenizar cumpleaños, bautizos, quinceaños, bodas y primeras comuniones. Entre corridos, cumbias, boleros, huapangos y rancheras se escuchan canciones que hablan de la vida en las comunidades y el abandono a sus seres queridos.

Tanto las bandas de viento como los tríos cuentan con el apoyo de la productora musical Almas Gemelas, a cargo de Arnulfo Alejandro, un mixteco de Oaxaca que ha promovido a los músicos veracruzanos ayudándolos recibir mayores contratos para bailes y conciertos.
En septiembre de 2012, los migrantes de Zacualpan y Zontecomatlán fueron invitados a participar, por primera vez, en el desfile mexicano del 15 de septiembre, que se organiza anualmente en la avenida Madison en Manhattan. “La primera ocasión que nos animamos a salir con máscaras, capotes y la banda fue en el festival del 15. No obstante, en esa ocasión sólo bailamos como 4 horas porque la policía no permitía más tiempo. La gente se quedó con ánimo y de ahí nos alentamos para organizar el primer carnaval de la sierra veracruzana”, comenta Alberto.

El 25 de mayo de 2013 se llevó acabo el primer carnaval de la sierra veracruzana en Nueva York en el salón de San Judas, en el alto Manhattan. Asistieron unas 800 personas de distintas comunidades de Tlachichilco, Zacualpan, Zontecomatlán, Huayacocotla, Ilamatlán, Texcatepec y Benito Juárez. “La celebración del carnaval nos emocionó mucho. Bailamos y escuchamos nuestra música un día entero. Vino gente desde la Sierra y, ‘paisanos’ de otras parte de Estados Unidos como California, Carolina del Sur y Texas”, comenta Miguel Ángel Monter, uno de los organizadores.

La difusión de la música y las fiestas tradicionales en Nueva York se han intensificado con las redes sociales. Los eventos son anunciados en Facebook. “Por el trabajo, es casi imposible reunirme con amigos de mi comunidad, sólo sé de ellos por el Face; ahí es donde me he enterado de tocadas y fiestas. Tenía 10 años de no escuchar una banda de viento”, refirió Herminio, otomí que trabaja como jefe de cocina en un restaurante coreano.

Mediante su identidad colectiva los veracruzanos han rediseñado nuevas formas de transmisión y reproducción de su cultura. La inserción de sus fiestas y su música en la vida transnacional se afianza en un nuevo proceso que conjuga el cambio y la continuidad de las comunidades migrantes.