Opinión
Ver día anteriorSábado 10 de agosto de 2013Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Daños colaterales
T

uve la oportunidad de ver Heli, tercer largometraje de Amat Escalante, en su estreno en el pasado festival de Cannes, donde obtuvo el premio al mejor director. Eso fue en mayo, pero para escribir de la película no he necesitado volver a verla, como haría normalmente, porque sus imágenes son tan indelebles que mi recuerdo se ha mantenido vívido.

Desde sus primeros momentos, Heli anuncia la violencia inherente a su relato. Dos jóvenes sangrantes, atados y amordazados, yacen en el piso de la caja de una camioneta pick-up, con sus victimarios parados sobre ellos. Finalmente, en un paraje que podría ser de cualquier ciudad del país, uno de los jóvenes es levantado, cargado a un puente peatonal y ahorcado con una soga en las primeras horas del día.

La narrativa retrocede en el tiempo para explicar esa acción. Una familia obrera vive en medio de la nada. Tanto el padre como el hijo mayor, el personaje epónimo (Armando Espitia) trabajan en una ensambladora de automóviles. Estela (Andrea Vergara), la hermana de Heli, es una estudiante de 12 años que es cortejada por Beto (Juan Eduardo Palacios), un aspirante a soldado. Después de una quema pública de droga decomisada por el Ejército, Beto se roba dos paquetes de cocaína, ocultos por sus superiores, para impresionar a la niña y planear su vida juntos. Las consecuencias de ese acto van a desatar una violencia despiadada sobre los participantes y, prácticamente, provocarán la destrucción de la familia.

La anécdota es mínima, pero suficiente para dar un testimonio brutal de los efectos de la guerra calderonista contra el narco sobre la inerme población civil. Heli y su familia han sido tocados incidentalmente por ese flagelo y eso es suficiente para que el daño sea irreparable. Lo que le queda al protagonista es un afán sordo de venganza en lo que trata de recuperar a Estela, quien es secuestrada. El sentido de impotencia es lo único que queda ante fuerzas en juego que rebasan toda ley, toda noción de derechos humanos. Nada nos hace pensar que algo ha mejorado con el cambio de sexenio. (Bien lo decía la Rayuela de este diario el martes pasado: Aunque no se quiera ver, la descomposición social y el descontento cunden en el país.)

Foto
Andrea Vergara en el papel de Estela, en un fotograma de Heli

Para describir todos esos horrores, Escalante ha utilizado la estrategia formal más apropiada: mantenerse a distancia. La precisa cámara de Lorenzo Hagerman sigue las acciones con fluidez mas no se acerca a ellas, para no dar pie al morbo o al tremendismo. (Resulta significativa la reacción de escándalo suscitada entre la prensa extranjera en Cannes por la larga secuencia en que Beto y Heli son torturados. En cambio, el espectador mexicano la ve con mayor naturalidad. Por desgracia, tantos años de ver noticias sobre decapitados y cadáveres acumulados nos ha hecho acostumbrarnos –y desensibilizarnos– a esa violencia tan cotidiana como, al parecer, inevitable.)

Aunque en un tono diferente a Miss Bala, de Gerardo Naranjo, Heli es una película igualmente trascendente al describir sin cortapisas la situación infernal que se vive en nuestro país (la acción se sitúa en Guanajuato, pero podría darse en cualquier otro estado). Al paso de los años, ambos títulos serán fundamentales para apreciar cómo gente inocente padeció nuestra guerra más sucia.

Heli

D: Amat Escalante/ G: Amat Escalante, Gabriel Reyes/ F. en C: Lorenzo Hagerman/ Ed: Natalia López/ Con: Armando Espitia, Andrea Vergara, Linda González, Juan Eduardo Palacios/ P: Mantarraya-Tres Tunas, No Dream Cinema, en coproducción con Le Pacte, Foprocine-Conaculta, Una Film, Lemming Film, Tikoman, IKE Asistencia/ México-Alemania-Francia-Países Bajos, 2013.

Twitter: @walyder