Opinión
Ver día anteriorLunes 12 de agosto de 2013Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Volver a lo básico
H

ace unos días, el multicitado economista Paul Krugman nos recordaba algo que por sentido común cualquier mortal, y no sólo los economistas, saben, intuyen o han descubierto recientemente: quienes más interesados están en evitar que el gobierno intervenga en la creación directa del empleo son los empresarios, y todos aquellos que se benefician del desempleo, en una palabra, los señores del dinero.

Krugman cita un ensayo publicado hace 70 años por el economista polaco de tendencia marxista Michael Kalecki, cuyas conclusiones en torno a la teoría del ciclo económico y de pleno empleo son similares a las de Keynes. El autor del mencionado ensayo pronosticó que los interesados en evitar la intervención del gobierno en la economía harían lo posible por crear el mito de que tal intervención es contraproducente para el crecimiento.

La historia ha dado la razón a Kalecki. La cruzada en contra del gobierno como motor de crecimiento auspiciada, entre otros, por la dupla Thatcher-Reagan en los años sesenta, ha llegado a extremos delirantes en EU y, por extensión, a Europa. El resultado es que los esfuerzos de la actual administración por reactivar los mecanismos para la recuperación de la economía, y con ello del empleo, se han visto lastrados por los incesantes ataques en contra del gasto gubernamental por parte del sector empresarial, representado en el Congreso por el ala más conservadora del Partido Republicano.

No es otra su intención cuando vuelven a frenar la aprobación del presupuesto mediante el secuestro del gasto en áreas claves susceptibles de promover el crecimiento económico y al aumento de la capacidad de consumo de amplios sectores de la población. Ejemplo de ello es la cancelación parcial de la ayuda económica a los desempleados o la cancelación de los programas de apoyo a los sectores de menores ingresos para la compra de alimentos.

Tal vez sea necesario recordar, a quienes se oponen al gasto deficitario del gobierno con el pretexto de que es dañino a la economía, que fue precisamente el gasto deficitario el que le dio la salida a EU, así como a la mayoría de los países capitalistas, de la gran depresión en los años treinta. Una vez más Keynes, y con él Kalecki, se asoman en la historia para dar una lección que los conservadores se niegan a admitir o a entender, que es necesario volver a lo básico: la intervención del Estado a través del gobierno es la única vía probada para satisfacer las necesidades de las mayorías, así sea mediante el déficit.

Ya están a la vista los siguientes obstáculos conservadores para dar al traste con los programas de recuperación económica y beneficio a las mayorías: la batalla contra el plan de salud y el boicoteo al aumento del techo de endeudamiento y el presupuesto fiscal. No es ocioso insistir en que Obama está muy lejos de ser un socialista, lo único que pretende es darle respiración artificial a un sistema cuyos promotores más rabiosos insisten en aplicarle la eutanasia.