Opinión
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La historia (del villismo) por decreto
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l 22 de mayo el Congreso de Chihuahua decretó que Ciudad Jiménez es la cuna de la División del Norte, con fundamento en un oficio enviado –a solicitud del ayuntamiento de Jiménez– por el subdirector de archivo de la Secretaría de la Defensa Nacional, general José Luis Valdés Chávez (oficio 2311, 13 de noviembre de 2009), en el que afirma, sin aportar prueba de ninguna especie que, como el solicitante afirma, la División del Norte nació en la segunda quincena de septiembre en aquella localidad. El decreto del Legislativo chihuahuense detuvo –por iniciativa de la bancada panista– uno que su similar de Durango estaba por aprobar, para hacer de La Loma, municipio de Ciudad Lerdo, cuna de la División del Norte.

No es que quiera terciar entre los legislativos de uno y otro estado, ni me interesan tampoco las designaciones oficiales (no olvidemos que el nombre de Francisco Villa se inscribió con letras de oro en el Congreso de la Unión en tiempos de Díaz Ordaz), pero la polémica suscitada en los diarios locales, secundada por algunos cronistas e historiadores norteños, es más importante de lo que parece, así que con permiso o sin él, echaré mi cuarto a espadas.

A mediados de septiembre de 1913, tras ganar su primera batalla campal, en San Andrés, Chihuahua, de camino a la Comarca Lagunera Pancho Villa pasó por Camargo y Jiménez, donde se le unieron los generales Maclovio Herrera y Tomás Urbina al frente de sus hombres. Ninguna fuente de primera mano sugiere la supeditación de Herrera y Urbina al general Villa. De camino a La Laguna, Pancho Villa invitó a colaborar en la toma de Torreón a diversas fuerzas rebeldes de aquella región y de Durango. En dichas invitaciones, Villa se dirige a iguales, no a subordinados.

El 29 de septiembre confluyeron en La Loma las fuerzas de Villa, Urbina y Herrera, con las de Durango que mandaban Calixto Contreras, Orestes Pereyra y José Carrillo, y los laguneros de Eugenio Aguirre Benavides, Raúl Madero, José Isabel Robles y Juan E. García. Reunidos en asamblea, Villa tomó la palabra diciendo que las necesidades de la campaña exigían la unificación de todas esas fuerzas bajo un mando común, por lo que proponía que de inmediato se eligiera, de entre los presentes, a un jefe que asumiera dicha responsabilidad, para lo cual se proponía a sí mismo, o a Urbina y Contreras como alternativas (la candidatura de Urbina muestra a las claras que éste aún operaba con mando independiente).

Durante la discusión subsiguiente, quedó claro que cuanto podía alcanzarse mediante la lucha guerrillera se había alcanzado ya, y que era llegado el momento de pasar a la guerra regular o estancarse y ceder la iniciativa al enemigo. La guerra regular requería una organización superior y una indiscutible unidad de mando. Fue entonces cuando don Calixto Contreras declinó su candidatura y resaltó el prestigio del general Villa, como hombre de armas y experiencia, indiscutible valor y capacidad organizadora y pide a todos que reconozcan a Francisco Villa como jefe de la División del Norte. Entonces terminaron las vacilaciones y todos a una y sin mayores discusiones, aclamaron a Pancho Villa como jefe. Así nació la División del Norte y, con ella, apareció en escena el villismo como movimiento revolucionario autónomo y con características propias.

Los caudillos que eligieron a Pancho Villa como jefe tuvieron siempre la conciencia de que éste les debía su mando y era responsable sólo ante ellos, tanto como ellos eran responsables ante sus hombres. El mando de Villa, la legitimidad revolucionaria del movimiento norteño, emanaba de ellos en tanto jefes a la vez que representantes de sus soldados. De modo que no es accesorio o baladí defender la Junta de La Loma frente al decreto recién dictado.

Indudablemente, los diputados de Chihuahua y Durango desconocen esta historia, como desconocen también que lo primero que hizo Villa como gobernador (ahí tienen un centenario espléndido para Chihuahua: el 12 de diciembre) fue confiscar los bienes de la oligarquía y ponerlos al servicio del pueblo, iniciando una revolución social que sería desmantelada tras la derrota militar de la División del Norte. La gente, sin embargo, sí lo recuerda y en Jiménez (en todo Chihuahua) tienen razones de sobra para sentirse villistas aunque los homenajes oficiales busquen que se diluya el carácter revolucionario del villismo, poniendo el énfasis en lo accesorio, lo de siempre: pistolas, mujeres, caballos, corridos, tesoros enterrados…

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