Opinión
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Ruta Sonora

Juan Cirerol: de la oscuridad al mainstream

“P

ara mí, Cachanilla y flor de azar (sic) fue un año de fiesta: un avión del que ya me bajé para integrarme de nuevo a la sociedad”, dice muy serio pero con alta dosis de ironía, el cantautor de norteñas oscuras de Mexicali, Juan Cirerol, en diálogo sincero y despreocupado, en torno al polémico disco que editó en junio pasado de forma independiente, con distribución gratuita desde su sitio juancirerol.com. “Estuve viviendo un año en habitaciones de hotel, suites, planeando canciones; unas ya eran conocidas e incluso estaban ya editadas en versiones previas (Corrido de la desdicha, Varado en Guadalajara). Lo grabé en tres días. Me gusta trabajar así, entregar pronto. Como la industria no te permiten hacer eso, quise darme ese lujo. Durante un año estuve haciendo de mí una superstición, mucho narcisismo, usando diferentes tipos de estimulación mental. Porque las drogas para mí no son eso: son medicamentos. Así que me estuve curando a base de enfermedad, miedo y odio. Ahora estoy liberado y puedo convertirme en una estrella del pop”, remata con su socarronería habitual, a propósito de que hace dos días firmó con la disquera trasnacional Universal para editar discos de manera más formal, resultado que podrá escucharse hasta 2014.

El siguiente en el trono

Hace un año, León Larregui, voz de la banda Zoé, vio por primera vez actuar a Cirerol, en el Cine Tonalá. Quien escribe, vio cómo el semblante de Larregui mutaba mientras Cirerol tejía sus desgarradas historias llenas de estupefacientes, melancolía, desfachatez, alegría, dolor y romanticismo, desde esa voz barítona que viene del infierno y suele expandirse, fiera, a través de su amplia caja torácica. El de Zoé estaba anonadado. Esa noche, éste le declararía su devoción; con suma de humor y certidumbre, le dijo que él era el siguiente en el trono, ante el azoro de un Cirerol orgulloso y desconfiado. Tras ello, Juan le abrió varios conciertos en su gira solista, y hasta grabó un cover a Souvenir, de Larregui. Sin embargo, para algunos ese trono de papel, construido por la noche y los camerinos, pareció empezar a deshacerse con la lluvia de la fama. La razón: la atrabancada edición de Cachanilla y flor de azar.

Cachanilla, odio y destrucción

Este disco dividió opiniones. Quizá se esperaba un paso adelante respecto de lo antes muy bien hecho en Ofrenda a Mictlán (2010) y Haciendo leña (2012). Pero con el imprevisible y rebelde Cirerol, nada se mide con la misma vara. Los críticos nos desconcertamos. Sus fans lo adoraron. ¿Por qué? Porque la grabación, por parte de Crunchy López, técnicamente hablando, es deficiente. Porque aunque las composiciones, letra y armonías, son buenas, en su inconfundible estilo a voz, docerola y armónica, que cruza a Chalino Sánchez y el Tigrillo Palma con Rockdrigo, Johnny Rotten, Johnny Cash y los Beatles, aquí con letras más explícitas en torno a la cocaína, el cristal, las pastillas y hasta la heroína, sin perder su lado romántico, adolorido y existencial (“sé que es peligroso estar tomando todo el día, pero es que siento mucha simpatía, por el alcohol, la mierda, el odio y la apatía; soy anti-todo… ¡quiero estar muerto!”), el detenimiento interpretativo, el histrionismo que lo hace único, suenan aquí diluidos. Se oye apresurado, a veces muy descuadrado; con falta de dirección, sin visión de conjunto. La selección de tracks es azarosa y casi todo se oye fuera de control, salvo piezas como Amarte para llorar, Dónde está el corazón y El ochito de Chicali. Su espíritu de fuego permanece, pero el desbalance intranquiliza. Todo esto sonaría a desgracia, si no fuera porque tiene gran conciencia de lo hecho, y porque en vivo no ha perdido su toque. Queda esperanza. Tanto talento no podía acabar ahí.

Foto
El cantante y compositor Juan CicerolFoto tomada de Internet

El disco que viene: “bien chacaloso

Quien desde 2010 despuntó como compositor fuera de serie, con una pasión y honestidad poco vistas en su generación, lo tiene claro: “Cierro una etapa de discografía independiente; cierro ciclos filosóficos, espirituales y artísticos, para entrar a una etapa más profesional, con una Major. Salí de mi etapa ocultista, en que hice Cachanilla: mi aportación mágica al cosmos. Soy capaz de dejar cada una de mis personalidades en cada disco; estoy leyendo mucha sicología, y eso me ayudó a dejar atrás a Bill Cirerol, el güey que fui en Cachanilla… Pero no lo soy más. Ese disco fue un regalo para mi público, no para la prensa ni los medios. Fue una cosa muy punk. La verdad fue un cochinero (risas). Claro que a mis fans les gusta mi cochinero… Pero el que viene será uno muy bien pensado, bien grabado, con más recursos, más instrumentos. Será un disco de norteño en forma, con todo lo que he querido hacer siempre. ¡Un disco bien chacaloso!”. Y seguro así será, a decir de algunos demos que quien escribe ya pudo escuchar. Se augura algo poderoso, con composiciones y arreglos más ricos. Ya se verá si ocupa o no dicho trono. (Recomendaciones: www.patipenaloza.blogspot.com)

Twitter: patipenaloza