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Nosotros ya no somos los mismos

Breves datos y trayectoria de la maestra Ifigenia

El personaje en la tragedia de Eurípides

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Ifigenia Martínez tiene bien ganada fama de que sean cuales fueren los riesgos y los intereses que afecte, nunca deja de expresar opiniones que atañan al interés nacionalFoto María Luisa Severiano
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i afirmo con seguridad plena que mi maestra Ifigenia debió haber sido una joven bellísima, es porque tengo un argumento incontrovertible para apoyar mi dicho: mi maestra Ifigenia es una mujer bellísima.

Antes de presentarles algunas diapositivas mentales que he conservado en mi disco duro (¿de veras duro, Ortiz?), sobre el personaje del que voy a platicar este lunes, les comento que el nombre de Ifigenia, de origen griego, quiere decir: persona de gran fuerza y vitalidad, de estirpe poderosa. En lenguaje cinematográfico se diría que esta definición, que se remonta a los clásicos griegos, fue como un flash forward, es decir, un asomo al futuro, una anticipada miradita a lo que va a suceder. Y así sucedió: mi maestra, algunos años, siglos después, encarna ese significado a cabalidad. Su nombre le queda como ni mandado a hacer. Ella es esa y algunas otras cosas más, que ya vamos a ver. Hay otras Ifigenias. A las que podemos llamar, en rima elemental, primigenias. De una de ellas nos da razón un celebrado cronista de la revista ¡Hola! (primera época): Eurípides. Este poeta, trágico como sólo Esquilo y Homero lo podían ser, nos relata la historia de una mártir Ifigenia, cuya vida nada le pide a Heli (magistral realización cinematográfica de Amat Escalante, que nadie debe dejar de ver). Dice el amigo Eurípides (¿por qué la nomenclatura de Polanco lo ignora, jefe Mancera?) que había una joven llamada Ifigenia, hija de Clitemnestra y dizque de Agamenón. Por lo mismo, dizque sobrina de Menelao, que era hermano de éste. Menelao estaba casado con Helena, dizque media hermana de Clitemnestra, pues la mamá de ambas, Leda, se acostó, fast track, la misma noche con Tindáreo, rey de Esparta, y con el dios Zeus (los rapiditos de madrugada tienen prosapia). Siguen diciendo las crónicas de sociales, bastante liberales por cierto, que Leda, de sus apresurados devaneos puso dos huevos, de uno salió Helena, del otro Clitemnestra. Como ven, no hay duda: medias hermanas. Lo único que se nos está dado exclamar es ¡Qué h(g)uevotes! Pues resulta que si infancia es destino, madre es karma: Helena, es decir, la señora de Menelao, conoce a Paris, príncipe de Troya, y que éste le mueve la hormona de manera por demás mitológica y, aprovechando que su marido había ido al sepelio de su abuelo, se va de pinta a Troya. En la Hélade aún se discute si Paris se aventó una seducción o un secuestro. De tratarse de este último, Helena habría sido la primera víctima de uno de los más exitosos negocios de nuestros días. Ustedes decidan: Desde el punto de vista jurídico penal, por secuestro se entiende el apoderamiento y retención de una persona. Véase el Diccionario Jurídico Mexicano, Editorial Porrúa, UNAM, México 1993, pag. 2888. Pero antes de emitir su juicio, piensen: Helenita no se juyó con las manos vacías, iba bien ajuareada: con toda oportunidad, como cualquiera de las instituciones bancarias extranjeras que en el país medran, hizo las transferencias necesarias a los paraísos fiscales troyanos.

Del texto clásico de Eurípides se han desprendido algunas otras importantísimas creaciones literarias, cinematográficas y musicales: Ifigenia cruel, maravilloso poema de Alfonso Reyes, la ópera de Roberto Téllez Oropeza, y la cinta Iphigenia en Aulide, de Kakoguiannis, premiada en el Festival de Cannes en 1972.

Como ven, mi maestra no ha sido la única Ifigenia. Bueno hasta en el cuerno de África, en Etiopía, cuando aún era Abisinia, existió una antecesora. Pobrecita, falleció con una enfermedad de nacimiento: murió virgen. El responsable de su tragedia fue el apóstol Mateo que la convirtió al cristianismo en el siglo I. Aprovechando la referencia hago pequeña digresión para proponer al señor secretario de Hacienda y al señor Aristóteles Núñez, jefe del Servicio de Administración Tributaria (SAT), que consideren la posibilidad de consagrar esta institución a la advocación del apóstol Mateo (es decir, solicitarle su tutela y protección). Esto, no sin antes evaluar la conveniencia de optar entre la advocación o un hagiotopónimo, que es un patronazgo más perdurable, en cuanto que a la Iglesia católica le resulta más difícil su modificación. Cualquiera que fuera la decisión, lo cierto es que la propuesta tiene una sólida sustentación, además de religiosa, histórica: don Mateo, apóstol, fue un eficacísimo recaudador de impuestos para quien el IVA no tenía producto o servicio aborrecido. El día de su conversión al cristianismo organizó un fiestorrononón de aquellos (los cronicantes no se ponen de acuerdo si fue en la Torre Mayor o en el Club de Industriales de esos tiempos). A ella asistieron tanto don Jesús de Nazaret (presidente), como los demás apóstoles, miembros/socios, del consejo de administración de la naciente empresa trasnacional, ecuménica, Evangelios SA de CV. Vale decir que todas las confesiones cristianas: ortodoxa, católica o la Iglesia copta, le reconocen a don Mateo, su categoría de santo. Su lobby era de primera.

Pero como siempre sucede en esta columneta, las multitudes inquieren, reclaman: ¿Y tu maestra Ifigenia, Ortiz? Lo acepto: de nueva cuenta me perdí en estas minucias del tiempo y el espacio.

Ya dije, repetidamente, que mi maestra se llama Ifigenia, y ahora agrego, se apellida Martínez. Transcribir sus datos curriculares, por más que los sintetice (¿sintetizar, Ortiz? ¿el burro hablando de orejas, Granier de probidad y Germán Martínez, de casa (re)s de interés social?) se llevaría el resto de la columneta, y mi intención es otra: contar anécdotas medio ciertas, medio imaginadas, pero que puedan trasmitir la imagen, más de a de veras de la Ifigenia de aquí y de ahora. Cumplo transcribiendo unos cuantos datos básicos: Ifigenia es licenciada en economía por la UNAM y, dicen, la primera mexicana doctorada en Harvard. También, la primera mujer que fue electa directora de una facultad en la universidad nacional. Impulsora, desde sus inicios, de la Fundación UNAM. Fundadora de la Academia de Economía Política. Premio Nacional de Economía en 1960, designada Mujer del año en 1966. Merecedora de la medalla Benito Juárez, de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística, en 2009. La Federación de Mujeres Universitarias de México le otorgó su máxima presea en 2010, y en 2012 obtuvo el premio internacional de la mujer. Actualmente es integrante del Consejo Consultivo de la Unicef; forma parte de los personajes históricos del Congreso de la Unión y es considerada una de las (y los) intelectuales más importantes de América Latina.

En la administración pública federal ocupó relevantes puestos, y en todos dejó la huella de un desempeño capaz, inteligente, responsable y de una honorabilidad a toda prueba, En la L legislatura fue diputada por el PRI, partido al que honró con una militancia digna, progresista y combativa. Salió en compañía de Cuauhtémoc, González Guevara y Muñoz Ledo para formar la Corriente Democrática que, con otros importantes sectores, desembocó en el PRD aquel, el del sueño de la izquierda unida, democrática, nacionalista, racional, lúcida, organizada y, honorable. ¡Pero nada de nada de azotes! El que se atreve a soñar, asume el riesgo de las pesadillas.

Ifigenia tiene bien ganada fama de que sean cuales fueren los riesgos que corra y los intereses de todo tipo que afecte, nunca deja de expresar sus opiniones sobre todo asunto que ataña al interés nacional. De ahí el siguiente relato: en cierta ocasión Ifigenia viajó a París formando parte de una comisión de diputados que iban a no sé qué reunión internacional. Ya en el aeropuerto de Orly, Le Bourget o de Gaulle, los diputados, merced a su pasaporte oficial sortearon rápidamente los trámites migratorios y se dispusieron a recoger su equipaje y pasar la revisión aduanal. El grupo se formó en la línea que tenía la leyenda nada que declarar, menos Ifigenia, que optó por la sortie destinada a quienes transportaban objetos que debían pagar algún impuesto o autorización especial. Uno de los diputados aclaró: “como la hija de la maestra vive aquí, seguramente le trajo algunas cosillas que no quiso dejar de declarar, ya conocen como es Ifi de quisquillosa”. Llega el turno de la maestra y el oficial de migración le dice: “ madame, votre déclaratión, si vous plaît”. La maestra, con verdadera enjundia, contesta: “Pues mire usted, venimos decididos a denunciar que las políticas del Fondo Monetario Internacional y la OCDE obedecen a los intereses del capitalismo salvaje que…” Ya sabremos más de la maestra

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