Opinión
Ver día anteriorMartes 27 de agosto de 2013Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Toda la tribu
F

inlandia es hoy un pequeña república de algo más de 5 millones de habitantes. Era mucho más pequeña cuando fue parte de Suecia hasta 1809, cuando fue anexionada a la Rusia imperial, como gran ducado de Finlandia, para posteriormente ganar su independencia de la Unión Soviética en 1917-1918.

Probablemente el más importante movimiento social de los fineses, a partir de su independencia, fue su temprana cruzada nacional por la educación de alta calidad. No sólo eso, la educación –del nivel prescolar hasta el posgrado–, se convirtió en un tema de debate permanente a lo largo de su historia, en que se involucra una inmensa mayor parte de la sociedad.

Mika Waltari (1908-1979) fue un escritor finés cuya fama proviene de sus novelas históricas; quizá la famosa de ellas es Sinhué, el egipcio que, como dice el lugar común, fue llevada a la pantalla. Su tarea de escritor lo llevó a realizar grandes viajes en muy diversas regiones del continente africano.

Waltari observó en varias comunidades africanas –en los años treinta y cuarenta del siglo pasado– la forma en que niños y niñas eran incorporados a distintas tareas según sus edades, y los momentos en que las tribus realizaban ritos iniciáticos altamente simbólicos, en honor de niños, adolescentes, jóvenes, según la edad, por los cuales, los honrados y toda la tribu tomaba conciencia de que un nuevo grupo de ellos –niños, adolescentes, jóvenes– era admitido en un segmento de la sociedad que tenía responsabilidades mayores para la sociedad comunitaria como conjunto. Era, para los nuevos grupos que ascendían, un honor y un orgullo ver aumentadas esas responsabilidades.

Se atribuye a Waltari haber dicho en alguna ocasión significativa, en Helsinki, para educar a un niño se necesita toda la tribu. Toda la tribu, en Helsinki significaba, el gobierno federal, el gobierno de las localidades, los profesores de las escuelas, los padres de familia; una responsabilidad compartida, con una función particular para cada uno.

La diversidad cultural, histórica, de México, más sus acentuadas desigualdades socioeconómicas, más los resortes entecos de la democracia infantil mexicana, se traducen en nuestros días en un triste batiburrillo de debate y en unas escaramuzas y manifestaciones en gran medida estériles. Parece imposible que en México trabaje hoy de consuno toda la tribu.

Por más de medio siglo fue abandonada la escuela básica; el gobierno la dejó en manos de los truhanes de las dirigencias sindicales; propició una corrupción atroz en complicidad con los caciques; dejó que se convirtiera en un descomunal aparato aherrojado e inservible. El creciente poder que dio a los caciques sindicales, remató el proceso. Por esta vía los gobiernos priístas y panistas cometieron un patético trance similar a un crimen de lesa humanidad, con innumerables generaciones de niños y jóvenes mexicanos.

En el camino, apareció una oposición a los caciques que ha ido creciendo con los años: la CNTE, un grupo evidentemente excluido de las prebendas de los caciques, bravucón, principalmente formado por el segmento con formación educativa más frágil, en medio de un profesorado nacional que, con las excepciones de siempre, posee una muy baja calificación. Creado hacia 1979 para democratizar el SNTE, en pocos años la CNTE extravió su objetivo original y después no se sabe para qué existía, ni a qué intereses servía; pero pudo acarrear a la ciudad de México miles y miles de profesores, todos los años. Estas movilizaciones cuestan muchos millones, y nadie sabe, nadie supo, quién(es) ha(n) puesto su plata para financiar esas movilizaciones que quizá no han tenido nada que ver con la educación. El actuar de la CNTE ha sido aún peor que el de la SNTE en relación con el daño infligido a los niños y adolescentes de la educación básica.

De pronto al nuevo gobierno del PRI le tomó una prisa inusitada por reformar el esperpento en que había sido convertida la educación. Es claro que tal vez el sexenio de EPN pueda servir para sentar las bases y dar los primeros pasos de esa reforma, siempre que hubiera un amplio consenso social, político y entre los profesores sobre el camino de la reconstrucción del instrumento civilizatorio por antonomasia.

Pero las cosas no van así. Elba Esther Gordillo está en la cárcel (que hace años que debió ser su morada), pero la entera estructura del SNTE sigue profundamente subsumida en la vasta masa del profesorado, y continúa haciendo de las suyas. Adicionalmente bases probablemente crecientes del SNTE comienzan a sentirse cada vez más cerca de la CNTE, y lo que está acercándolos es Ley del Servicio Profesional Docente: pánico por la evaluación.

Recientemente oí decir a un dirigente de la CNTE, en un programa radial, que antes de ser evaluados, los profesores tienen que ser capacitados y diferenciadamente según regiones. Celebré efusivamente este argumento que, con el perdón, he escrito decenas de veces en este espacio. Es un paso minúsculo, pero sería un paso. Ojalá sea oído por la SEP y por los legisladores. Y, si esto ocurriera, faltaría decidir colectivamente, siempre principalmente con gente que posee el conocimiento necesario, de qué métodos y saberes han de hacerse, permanentemente, los profesores. Y aun si esto ocurriera, estaríamos a muchos años para que en la educación de los niños y los adolescentes participara, con un mínimo de armonía, toda la tribu.