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En la Mostra, el cineasta presentó Teorema cero, recibido con ovaciones y chiflidos, a la vez

La nueva fe es la tecnología, afirma Terry Gilliam en Venecia

Muestro una sociedad en la que todo el mundo está conectado siempre a Internet, incapaz de vivir el momento en forma plena, señala

Tinto Brass, maestro de cine erótico, revela que sueña con hacer una película sobre Berlusconi; “el título podría ser Gracias, papi”, como le decían sus amigas

Foto
La actriz italiana Cristiana Capotondi durante su paso por la alfombra roja de la cinta Teorema cero, de GilliamFoto Reuters
 
Periódico La Jornada
Martes 3 de septiembre de 2013, p. 9

Venecia, 2 de septiembre.

El veterano cineasta Terry Gilliam regresó este lunes a Venecia para competir en la 70 edición de la Mostra con un filme surrealista de ciencia ficción que denuncia los excesos del presente tecnológico, la soledad, los amores virtuales y que en su primera proyección fue recibido a la vez con ovaciones y chiflidos.

Teorema cero, realizado con bajo presupuesto y mucha imaginación, describe un futuro no muy lejano como una suerte de pesadilla, con gente conectada y observada en forma permanentemente, en el que dominan los mensajes de la publicidad, carteles con prohibiciones, todo tipo de venta de objetos e inclusive de iglesias.

Narro una sociedad en la que la soledad dejó de existir. Todo el mundo está conectado siempre a Internet, incapaz de vivir el momento en forma plena porque tiene ansia de comunicar inmediatamente a los otros lo que vive y siente, recalcó el cineasta británico de 73 años, nacido en Estados Unidos y autor del célebre Brazil, versión libre del libro de George Orwell 1984.

Final abierto

La obsesión por el futuro del cineasta se transforma en su más reciente cinta en una denuncia del presente, aunque reconoció que decidió dejar un final abierto como un mensaje de esperanza, en el que el amor puede ser el camino para redimirse.

El amor es peligroso para la sociedad, comentó divertido Gilliam durante la presentación a la prensa.

En un mundo controlado por Management, que observa todos los movimientos a través de telecámaras instaladas hasta en los ojos, en una suerte de Gran Hermano de nuestros días, Qohen Leth, el actor Christoph Waltz, genio de la informática, intenta resolver el teorema cero: el sentido de la vida.

Desde su extraña habitación, una iglesia gótica, oscura y sucia, con ratones y llena de instrumentos informáticos, Qohen espera la llamada telefónica que resuelva el complicado teorema matemático.

“Yo no me creo ni un nerd ni un geek, pero me siento ante la computadora y me dejo seducir”, admitió el realizador, que denuncia a su manera las relaciones virtuales, la incomunicación entre jóvenes, el temor frente a las decepciones de la realidad.

La nueva fe es la tecnología, sostiene Gilliam, quien rodó su filme en Bucarest en sólo 27 días y con actores amigos, que trabajaron gratuitamente, entre ellos Matt Damon.

Hay que tener control sobre nuestra vida ya sea virtual, real o surrealista, propone el realizador, quien, no obstante, confesó que usó su iPhone para completar el filme.

Instinto-brass

Por su parte, el maestro del cine erótico italiano Tinto Brass confesó que sueña con realizar un filme sobre la vida sentimental del ex primer ministro y multimillonario italiano Silvio Berlusconi, célebre por sus tórridas fiestas con mujeres bellas al ritmo de bunga-bunga.

“Me gustaría hacer un filme sobre Berlusconi. El título podría ser Gracias, papi”, aseguró a la prensa local el cineasta, quien se inspira en el apodo con que las amigas más íntimas llaman al líder político.

Brass, autor de un cine provocador, entre pornografía y esteticismo, que suele asistir cada año al festival veneciano con una patrulla de voluptuosas mujeres, inspira el documental Instintobrass, de Massimiliano Zanin, en el que se desvelan aspectos desconocidos del autor de La llave, que marcó su salto a la fama internacional y lo consagró como el emblema del voyeur.

La proyección de fragmentos de los noticieros históricos sobre la Mostra de Venecia, con imágenes sorprendentes de Benito Mussolini en el Lido, así como de las primeras celebridades y divos del cine que desfilaron por los canales de la Serenísima en la década de los años 40, arrancan aplausos o chiflidos, según la ocasión.

En total 40 fragmentos, seleccionados y restaurados por el Archivo Histórico del Instituto Luce, que conserva esos documentos videos desde que fue fundada la Mostra, en 1932, por el dictador fascista, ofrecen un rápido pero eficaz resumen de la historia del cine mundial.

Desde 1935, cuando se decidió que la Mostra se celebraría cada año, fueron premiados filmes como Anna Karenina, de Clarence Brown; Der Kaiser von Kalifornien, de Luis Trenker; Carnet du bal, de Julien Duvivier; Olympia, de Leni Riefenstahl.

La Mostra fue suspendida de 1943-45 y se reanudó en 1946, año en que The Southerner, de Jean Renoir, ganó como mejor filme gracias a un jurado integrado por periodistas. Todo ello contado a través de irónicas píldoras visuales.