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Ver día anteriorMartes 3 de septiembre de 2013Ver día siguienteEdiciones anteriores
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El triunfo de la objetividad científica
E

l pasado 26 de julio concluyó en Londres, Inglaterra, el juicio contra Gary Bolton, quien encabeza la empresa Global Technical LTD fabricante de un dispositivo singular llamado GT200, capaz de detectar –de acuerdo con sus creadores y comercializadores–, diferentes tipos de drogas y sustancias ilícitas, así como armas y explosivos. Contar con un dispositivo con esas cualidades sería, desde luego, el sueño de cualquier autoridad que busca perseguir a los delincuentes y hacer que se cumplan las leyes. Pero Bolton, acusado de fraude, fue condenado, al demostrarse sin lugar a dudas la inutilidad de ese instrumento.

Lo interesante de este caso es que desde 2005 y hasta mayo de 2013, se habían adquirido en nuestro país más de 940 de estos dispositivos. Los aparatos fueron comprados entre otras dependencias por la secretarías de la Defensa Naciona (aproximadamente 742 unidades) y de Marina (102) así como por Petróleos Mexicanos (54). También fue adquirido y empleado por algunos gobiernos estatales.

El GT200 es un aparato muy simple que tiene una manija de plástico con una antena adosada, como la de los radios comunes, la cual gira a partir de un eje. El operador camina con el aparato en la mano y la antena gira hacia la derecha o la izquierda apuntando hacia donde están ocultas las armas o las drogas. El aparato tiene en su interior una tarjeta formada por una fotocopia carbonizada de la sustancia que se desea encontrar, por ejemplo, mariguana o cocaína. Sí, leyó usted bien ¡fotocopia cabonizada!, o bien estar completamente hueco, como lo han demostrado pruebas con rayos X. No tiene en su interior ningún dispositivo electrónico o químico que permitieran detectar sustancia alguna. El precio del artefacto oscila entre 280 mil y 580 mil pesos por cada uno.

Pero lo que yo quiero resaltar aquí, es que ante este monumental y vergonzoso fraude se alzaron las voces de dos científicos mexicanos: Luis Mochán Backal, del Instituto de Física de la Universidad Nacional Autónoma de México, y Alejandro Ramírez Solís de la Facultad de Ciencias de la Universidad Autónoma de Morelos, quienes se dieron cuenta de inmediato del posible engaño y comenzaron a estudiar la información técnica en la que los fabricantes sustentaban la utilidad del GT200. Luego, en 2011, realizaron en las instalaciones de la Academia Mexicana de Ciencias, la única prueba científica controlada realizada en México para evaluar la eficacia del dispositivo cuyos resultados fueron publicados (puede consultarse el artículo completo en: www. arxiv.org/pdf/1301.3971v1.pdf). Las conclusiones a las que llegan los autores son las siguientes:

La prueba que se describe en este artículo nos permite concluir que el GT200 resultó completamente ineficaz como instrumento para detectar las sustancias y municiones utilizadas como muestra cuando el operador desconoce de antemano dónde se ha ocultado la sustancia. Es importante señalar que el fabricante y sus usuarios han afirmado que el GT200 detecta e identifica nanogramos e incluso picogramos de cientos de sustancias, tales como múltiples drogas y explosivos, desde distancias tan lejanas como cientos o incluso miles de metros, mientras están ocultas en lugares presumiblemente desconocidos. En esta prueba se utilizó más de un kilogramo de pastillas que contienen aproximadamente 50 g. de la Clorobenzorex, droga estimulante, así como cuatro balas. Se sabía que se ocultaban en una de ocho cajas, y los operadores podían explorarlas con libertad desde distancias no mayores de 100 metros y podían acercarse a las cajas a la distancia que desearan. También es importante destacar que la muestra empleada en esta prueba, supuestamente se había detectado previamente en el exterior de una casa y forma parte de la evidencia actualmente empleada en contra de su morador, acusado de tráfico de drogas ilegales. Durante esta prueba, el GT200 acertó sistemáticamente la ubicación correcta de la muestra sólo cuando sus operadores sabían de antemano donde estaba escondida, y cuando no lo sabían, el GT200 falló absolutamente y arrojó resultados plenamente consistentes con una selección al azar. Por tanto, el GT200 necesariamente es manipulado por el usuario al apuntar hacia la ubicación en la que espera que la muestra esté oculta, a pesar de que puede no ser consciente de esta manipulación. El GT200 en sí no proporciona información sobre la ubicación de la muestra, incluso cuando es utilizado por operadores capacitados y certificados. Por tanto, llegamos a la conclusión de que el GT200 no tiene valor como un detector de esas sustancias.

Las lecciones que nos deja esta historia son múltiples, pero me interesa resaltar sólo algunas de ellas. La primera es que todavía existen en el mundo fraudes que se comenten aprovechando la ignorancia científica. La segunda es que México cuenta con investigadores de alto nivel y con las instituciones que permiten detectarlos. En consecuencia las autoridades, antes de embarcarse en proyectos que requieren de conocimientos o habilidades técnicas, o que pueden lastimar a personas (hubo detenciones y encarcelamientos injustificados basados en el GT200), deben pedir asesoría y recurrir a los expertos mexicanos.