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Destacan 21 menciones a la educación; economía y el pacto, siete citas cada uno

El mensaje, acto protocolario para insistir en que este será el año de las transformaciones

Necesaria, comunicación clara para tener certeza de que no se va a la aventura: Fernández de Cevallos

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El titular de la PGR, Jesús Murillo Karam; los secretarios de Hacienda, Luis Videgaray; de Marina, Vidal Francisco Soberón, y de la Defensa Nacional, Salvador Cienfuegos, durante el mensaje presidencialFoto Marco Peláez
 
Periódico La Jornada
Martes 3 de septiembre de 2013, p. 5

Adentro, bajo la carpa en la explanada que lleva el nombre de Francisco I. Madero, el secretario general del sindicato de maestros, Juan Díaz de la Torre, dio un efusivo abrazo al presidente Enrique Peña Nieto, cumplida la lectura del mensaje con motivo de su primer informe de gobierno. El abrazo, como diálogo del legislativo con los profesores, no fue correspondido.

Una vez afuera, luego de los apretujones que pasan todos los invitados de honor mezclados con la prensa, Díaz de la Torre tiene un rostro que no denota los difíciles días que siguieron a la aprehensión de su antecesora.

Quizás a su pesar, Díaz de la Torre –o, para ser más precisos, su gremio– es uno de los actores centrales en el discurso presidencial.

Como en su primer mensaje a la nación, una vez rendida la protesta, Peña Nieto destaca el tema educativo y, como aquel primero de diciembre, es la educación el asunto que más aplausos concita en este público de élites convocado a la residencia oficial.

Si se miden por las veces que pronuncia algunas palabras, las prioridades de Peña Nieto están muy claras (aunque se sepa que en la materia mandan las encuestas y los focus groups). Las palabras educación y maestros (o su sinónimo profesores) aparecen 21 veces en el discurso. La palabra economía sólo suena siete veces.

¿Que la proyección del crecimiento ha sido revisada a la baja en tres ocasiones en lo que va del año? ¿Que el catarrito amenaza convertirse en neumonía? Nada.

No es la economía, mexicanos, parece decir el discurso presidencial, al cumplir el investido nueve meses en el poder. Porque a contrapelo de los discursos que ha pronunciado en este lapso –más de las mitad de ellos dedicados a temas económicos–, el presidente Peña sólo dedica unas cuantas líneas a la situación económica del país: destaca que desde hace más de 15 años México goza de estabilidad macroeconómica (12, cabe decir, bajo gobiernos del PAN); se desliza a los terrenos de la productividad y la competencia, y atribuye el crecimiento a la baja al entorno exterior.

La nueva geografía de las élites políticas se dibuja con las menciones que merece la Cámara de Diputados (tres), con todo y la muy celebrada aprobación de la Ley General del Servicio Profesional Docente, hecho que sirve para abrir el mensaje. En cambio, el Pacto por México merece siete menciones.

Para abandonar la carpa hay una sola salida, así que los invitados especiales, y un número similar de reporteros, se arremolinan para abandonar el sitio donde, teleprómpter de por medio, el presidente Peña Nieto ha leído poco más de una hora, flanqueado por su gabinete y por los gobernadores, la mayoría de ellos con corbatas rojas, algunos con azules y unos pocos más llevaban amarillas. Los gobernadores aliancistas prefieren corbatas de otros colores, con la excepción del vapuleado oaxaqueño Gabino Cué, de cuyo cuello cuelga una roja con puntos blancos.

En la primera fila y en el lento caminar de la salida se extraña la ausencia del presidente del PRD, Jesús Zambrano, quien poco después afirma que él no acude a actos de pleitesía, reprueba al gobierno del priísta y asegura que sus únicos logros son los derivados del Pacto por México. Nosotros en el cogobierno sin saberlo, qué caray.

Peña Nieto se presenta ante la nación –la palabra pueblo brilla por su ausencia, de no ser por referencias a los indígenas y a la amistad con Japón– con un discurso amarrado a tres eslogans (seamos parte del México que no le tiene miedo a la transformación) y un cuidadoso guión que incluye saludos aquí y allá (lo que los antiguos cronistas le llamaban besamanos), y un paseíllo de la mano de su esposa, Angélica Rivera, por los jardines de Los Pinos. El presidente se detiene, mira hacia un punto, señala y da explicaciones, como si de mostrar la nueva casa se tratara.

La víspera del Informe, los operadores que trabajan en esa casa convocan a la prensa extranjera. Preguntan cómo puede hacer el gobierno para mejorar su imagen en el exterior. Extraño que lo hagan cuando, según reconocen incluso figuras de la oposición, el terreno mediático es el mero mole de los mexiquenses.

¿Algo les sabrá el líder moral del PAN, Diego Fernández de Cevallos? Cuando avanza hacia la salida, suelta: Se necesita con urgencia que se sepa comunicar con claridad, para que la ciudadanía tenga la certeza de que se va en el camino correcto y no a una aventura.

Eso ve el panista de las barbas en el mensaje de un presidente que convoca a que 2013 quede en la historia como un año de grandes transformaciones:

Por eso la palabra reforma aparece 40 veces en su discurso y la palabra cambio una decena. Así las prioridades de un presidente que pronuncia cuatro veces democracia y que alude a los ingresos familiares y campesinos en tres ocasiones, aunque nunca pronuncia el vocablo salario (vas a ganar más, fue uno de sus lemas de campaña).

Para cerrar, Peña Nieto proclama su respeto a los derechos de todos, aunque también se declara decidido a usar todos los instrumentos del Estado democrático para impulsar la transformación que reclama la gran mayoría de los mexicanos.

Es decir, tiende la mano y pronuncia sólo una vez la palabra libertad.