jornada


letraese

Número 206
Jueves 5 de Septiembre
de 2013



Director fundador
CARLOS PAYAN VELVER

Directora general
CARMEN LIRA SAADE

Director:
Alejandro Brito Lemus

pruebate




Roger Bartra*

La libertad en juego

En su nuevo libro Cerebro y libertad (Fondo de Cultura Económica, 2013), el antropólogo mexicano Roger Bartra examina atentamente las recientes investigaciones neurocientíficas que cuestionan la existencia del libre albedrío y afirman que las acciones humanas pueden explicarse exclusivamente en términos de las redes neuronales del cerebro. Desafecto a esta opinión, Bartra nos propone mirar más ampliamente hacia el juego, la moral, la cocina, el vestido y los sistemas de parentesco para encontrar en ellos el lugar propio de aquello que nos vuelve genuinamente humanos: la libertad. 

¿Qué fue lo que lo motivó a escribir su nuevo libro Cerebro y libertad?
Desde que fui estudiante de antropología en la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH), en México, me interesé mucho por los temas neuronales. Era una especie de interés paralelo al que yo tenía en antropología: la etnología. Ese interés me duró muchos años como algo paralelo sin que yo me dedicase a eso, pero leía muchísimo y aprendía de muchos amigos neurólogos y psiquiatras. Hasta que hace unos años fui madurando algunas ideas y decidí trabajar sistemáticamente al respecto. Fui escribiendo y saqué un libro que se titula Antropología del cerebro (FCE, 2007). Ahí desarrollé esta hipótesis sobre el exocerebro. Pero dejé ahí unos cabos sueltos y entonces decidí continuar y preparar una segunda parte. Esto es en realidad este libro, aunque se puede leer autónomamente, se ha concebido como una continuación y en un futuro serán un mismo tomo. Me motivó que dejé cabos sueltos, principalmente los temas del libre albedrío y la moral, que son las dos cosas que me preocuparon mucho y que yo quería desarrollar críticamente porque en los medios neurocientíficos predomina las interpretaciones deterministas y entonces pensé desarrollar una discusión, un intercambio, y examinar críticamente las tesis deterministas. Así salió este libro.

¿Qué opina usted sobre las investigaciones neurocientíficas y genéticas en torno a la sexualidad y al género?
Ha habido un interés fuerte de los neurocientíficos por determinar o investigar si en el sistema nervioso central hay diferencias entre hombres y mujeres, y efectivamente hay diferencias interesantes que son sistemáticas, que no se han estudiado demasiado detenidamente. Es un terreno muy peligroso, muy escabroso, porque levanta muchas sospechas, pero efectivamente hay diferencias sexuales. El cerebro de las mujeres es diferente al de los hombres. Existe un predominio en las mujeres del hemisferio derecho. En fin, parece que sí hay diferencias. Pero no son diferencias que impliquen que un cerebro sea mejor que el otro. Yo creo que todavía es un terreno poco explorado.
El género es otro asunto, ese es algo de índole social o cultural. Es la asignación de una serie de rasgos de tipo cultural, social, a las diferencias sexuales, entendidas como diferencias biológicas. Ese es el tema al que se refiere más lo que yo llamo el exocerebro. Evidentemente, hay toda clase de circuitos simbólicos que en las diferentes sociedades definen a los géneros y que se han llegado a estabilizar y que, además, han sido la base de actitudes discriminatorias muy reprobables, porque no solamente establecen diferencias en la simbología, los hábitos o los usos de hombres y mujeres, sino que discriminan y señalan, generalmente a las mujeres, elementos negativos y de inferioridad. También desde luego han servido como base para discriminar costumbres de comportamiento sexual que no caen en los estereotipos de un lado ni de otro y son también estigmatizados. Todo esto es muy difícil de correlacionar con las estructuras neuronales. Esa investigación está muy atrasada. Yo creo que todo esto que he mencionado son más bien diferencias culturales que difícilmente tienen un apoyo sólido y constante en diferencias del sistema nervioso.

¿Se podría decir que el género es una prótesis exocerebral?
Sí, forma parte de los circuitos simbólicos de carácter cultural, cuya relación con las estructuras neuronales del cerebro es bastante vaga. Intervienen en la medida en que la adscripción de género tiene alguna relación estrecha con las diferencias biológicas pero más allá de eso no creo que se pueda establecer gran cosa. Existe la idea de que en las mujeres, porque tienen más desarrollado el hemisferio cerebral derecho, predominan las actitudes emocionales. Realmente no me ha interesado meterme en eso porque es un terreno muy pantanoso.

¿Cuál sería la relación del género y la sexualidad con el juego?
No sé si en la sexualidad exista una relación, pero en el género, sin duda. La sociedad clasifica los juegos como femeninos o masculinos. Cualquiera que haya crecido en México sabe perfectamente que los juegos se dividen en juegos para hombres y para mujeres, juegos para niños y juegos para niñas. Yo no creo que eso tenga una base neuronal, más bien creo que eso tiene una base esencialmente cultural. No veo que haya nada neuronal que diga que los niños deben jugar canicas y las niñas, matatena. Son tradiciones de tipo cultural. En el libro, observo esa combinación peculiar en el juego entre la presencia de reglas muy estrictas y al mismo tiempo siempre un ingrediente de libertad muy importante. Esa combinación de libertad y reglas es lo que lo vuelve interesante al juego para comprobar los mecanismos del libre albedrío.  

¿Cómo establece usted la conexión entre el juego y la moralidad?
Me interesó el tema de la moralidad porque hay una serie de neurocientíficos que, tomando como ejemplo las tesis de Chomsky sobre la existencia de una especie de módulo cerebral que aloja la gramática, han desarrollado la idea de que también existe un módulo moral en el habría una especie de chip en el cerebro del cual se generarían reglas morales que se adecuarían a cada cultura. Eso implica que las decisiones morales de los humanos estarían determinadas por la presencia de ese módulo cerebral de carácter moral. Es una de las variantes del determinismo. Interviene el tema del juego, no tanto directamente el tema moral, sino que el tema del juego me permite mostrar que existe el libre albedrío y que estas ideas deterministas están equivocadas, que sí hay un espacio para el libre albedrío.

¿Juega parte esta libertad en la orientación sexual de las personas? ¿Es una cuestión de decisión o es una cuestión cerebral?
Creo que el libre albedrío es un bien escaso, pero que puede comprobarse su existencia. Personalmente, creo que en la sexualidad también hay un juego que admite –de manera escasa, si se quiere– la presencia del libre albedrío y, por tanto, de libertad de búsqueda, de diferentes formas de expresar la sexualidad. En esas búsquedas distintas, en esas experiencias de diferentes formas de sexualidad y de construcción del género, podemos observar que hay un grado importante e interesante de libre albedrío. Porque aunque hay influencias culturales, y si se quiere influencias biológicas a través del cerebro, de todas maneras es posible comprobar que hay un gran porcentaje de libertad y por eso hay expresiones y experiencias de sexualidad y de género que no se limitan a los dos sexos.

¿Podemos esperar una tercera entrega de estos interesantes temas?
No a corto plazo. Yo siento que he redondeado mis ideas y que las he presentado. Como mencioné, estos dos libros van a acabar siendo uno solo. De hecho, la edición en inglés va a ser en un solo volumen. Solamente si hay importantes descubrimientos neurocientíficos, volvería al tema, porque de momento no tengo más que decir. Pero si hay algún descubrimiento neurocientífico, yo volvería a abordar el tema para reformular, verter, o criticar mis propias interpretaciones o para desarrollarlas, según el caso. Pero mientras eso no ocurra, me dedicaré a otros temas. (Rafael Fuentes Cortés)

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* Doctor en Sociología por La Sorbona e Investigador Emérito del Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM.


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