Directora General: Carmen Lira Saade
Director Fundador: Carlos Payán Velver
Domingo 8 de septiembre de 2013 Num: 966

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

El llamado
Arturo Echavarría

El mejor verso de
San Juan de la Cruz

Luce López-Baralt

El huracán mítico
de Palés Matos

Mercedes López-Baralt

Devórame otra vez
Juan Otero Garabís

Querida abuela
Hjalmar Flax

En una calle del
Viejo San Juan

José Luis Vega

Leer

Columnas:
A Lápiz
Enrique López Aguilar
Jornada Virtual
Naief Yehya
Artes Visuales
Germaine Gómez Haro
Bemol Sostenido
Alonso Arreola
Paso a Retirarme
Ana García Bergua
Cabezalcubo
Jorge Moch
Jornada de Poesía
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Enrique López Aguilar
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Gaspar Aguilera Díaz, narrador

El poeta viajó al territorio de la narrativa, vertiente no anómala en él pero que podría llamar la atención de aquellos lectores que no lo imaginan como narrador. Noviembre y pájaros reúne quince textos en los que los temas, los personajes y las circunstancias cambian, pero donde se mantienen algunas tensiones peculiares: la ausencia de textos felices o con final feliz, la derrota del erotismo, la persistencia de atmósferas opresivas y una cierta contaminación de los protagonistas por la que todos tienden a compartir “ese sabor de eterno derrotado que ahora le mojaba los labios”. Esa es la verdadera sorpresa que el libro le depara al lector: quien haya frecuentado los textos poéticos de Gaspar Aguilera, recordará en ellos un suave tono de melancolía, la búsqueda de formas experimentales, el amor y el erotismo como ejercicios de salvación personal, una cierta felicidad que alcanzaba a preñar las relaciones fallidas y, finalmente, una suerte de optimismo esencial, aunque matizado. Lo que Noviembre y pájaros ofrece es un nuevo rostro del escritor, un lado oscuro y moridor que no contradice el que más le conocíamos, sino que lo revela en otra vertiente: frente al luminoso de la poesía, el pesimista y apesadumbrado de la narrativa.

El volumen se abre con “Pez de fuego”, la desoladora historia de Rosalía, sirvienta de la Señora, y sometida a las vejaciones sexuales del Cherry, un perro; prosigue con el relato de un narrador que, al cabo de descubrir la jodidez que lo rodea, toma la decisión de asaltar un banco y perderse; en la tercera, “Tan intocable estrella”, el protagonista-narrador, que tiene la capacidad de estar cerca de la protagonista, una actriz muy bella, no sólo desarrolla hacia la actriz una admiración masturbatoria, sino que su deseo se agudiza con la certidumbre de que la mujer deseada también es objeto de las fantasías y los tocamientos de otros hombres: la piel erotizada del personaje femenino se vuelve un territorio de todos, un lugar común, y a través de imaginar que la deseada es poseída por otros hombres, el narrador se descubre más incendiado por un deseo vicario. Diferentes en tono, los tres primeros relatos del libro son una verdadera obertura para todo el conjunto, pues el lector no encontrará reposo en los doce puertos restantes.

La manera como Gaspar Aguilera aborda el tema erótico y transgrede sus lenguajes, deja ver a otro Gaspar, una suerte de lado Hyde donde “Acaso el mar” y “Hotel Normandy”, por ejemplo, son antítesis narrativas de lo que muchos de sus poemas celebran. “Acaso el mar” comienza como una lenta ceremonia erotizada por la que una pareja se entrega a sus juegos; “Hotel Normandy” es la descripción celebratoria de la compañera de cuarto del narrador, una mujer “con cabeza de hidra voluptuosa”, con “caderas de venus del espejo” y “esa doble negación del vacío: tus pechos”. Gaspar Aguilera, escritor experto en desenvolver su lenguaje dentro de las lides eróticas, desarrolla en ambos cuentos una atmósfera por la que el lector creería encontrarse, por fin, en un remanso al cabo de tanta desolación, pero, en ambos, el final se resuelve en una voltereta sorpresiva, de las que Cortázar llamaba de nocaut: sobre todo en “Acaso el mar”, cuento breve espléndidamente desarrollado, una voz que irrumpe en las evocaciones del protagonista le revela al lector la verdadera escena que está presenciando; en “Hotel Normandy”, la mujer de cabellera torrencial, senos generosos y nalgas calipigias, es, en su desnuda brillantez, un acento de la soledad y el derrumbe personal del narrador, cosa que se vuelve a corroborar en el final del texto.

Cuando termina la lectura del libro de relatos de Gaspar Aguilera, el lector puede preguntarse si Noviembre y pájaros es un documento del pesimismo. Creo que Gaspar es un viajero con optimismo histórico, totalmente predispuesto para descubrir las mejores cosas en toda población y persona que conozca. El poeta de Parral siempre lleva al lector hacia los mejores puertos conocidos por su corazón: este recinto de los afectos del artista es, por cierto, una de las geografías mejor exploradas por quien se decide a viajar con él desde sus libros. Al término de la lectura de cualquiera de sus obras, no es insólito tener la firme convicción de que, ante tanta ruindad y tanta desesperanza, el mundo se merece una obra literaria como la de Gaspar Aguilera Díaz.