Directora General: Carmen Lira Saade
Director Fundador: Carlos Payán Velver
Domingo 8 de septiembre de 2013 Num: 966

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

El llamado
Arturo Echavarría

El mejor verso de
San Juan de la Cruz

Luce López-Baralt

El huracán mítico
de Palés Matos

Mercedes López-Baralt

Devórame otra vez
Juan Otero Garabís

Querida abuela
Hjalmar Flax

En una calle del
Viejo San Juan

José Luis Vega

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Columnas:
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Artes Visuales
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Bemol Sostenido
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Paso a Retirarme
Ana García Bergua
Cabezalcubo
Jorge Moch
Jornada de Poesía
Juan Domingo Argüelles
Cinexcusas
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La vida y otras miserias

Su conclusión y su primera exhibición tuvieron lugar en 2011, pero la propia Kenya Márquez ha mencionado que el proceso creativo de Fecha de caducidad, su ópera prima largometrajista, es de más larga data. Es pertinente fijar el arranque de esta luenga espera en 1997, cuando la directora escribió y dirigió su primer cortometraje de ficción, titulado Cruz, así como ubicar el siguiente paso significativo del periplo en 2000, cuando entregó La mesa servida, otro cortometraje que fue dándole, al mismo tiempo que más tablas como realizadora, elementos narrativos y formales específicos que seis años más adelante, en 2006, podrían apreciarse en Señas particulares, tercer cortometraje de esta tapatía egresada del Centro de Capacitación Cinematográfica en calidad de guionista.

Ella misma lo declaró pero, aunque no hubiera sido así, quien como este sumacomas haya tenido la fortuna de ver aquellas tres películas breves puede dar fe de que éstos y Fecha de caducidad constituyen un todo, en donde la primera y tripartita parte funcionó a manera de gran acto preparatorio, en términos estilísticos y de ejecución –como es fácil advertir echando apenas una mirada–, pero lo mismo en al menos una parte de la trama y, sobre todo, en cuanto al tono dramático que Márquez, como puede apreciarse ya en el largo, fue pulimentando minuciosamente hasta tener de él el dominio indispensable para sostenerlo durante casi dos horas. Señas particulares, en especial, es incluso más que lo anterior: la historia que allí se cuenta es literalmente la primera parte de Fecha de caducidad, de manera que en este caso sí aplica, y sin lugares comunes, aquella idea hoy trillada según la cual “en sus primeros trabajos ya podía advertirse el germen de lo que vendría después”.

En otras palabras, a Márquez le sucedió lo mismo que a aquel escritor protagonista del cuento “Obras completas”, de Tito Monterroso, nada más que con la diferencia de un final feliz, pues mientras aquel escritor jamás entregó a la imprenta sus postergadísimas y siempre incompletas Obras completas, la también directora de El secreto de Candita (2011) y alguna vez directora del Festival Internacional de Cine en Guadalajara sí coronó un proceso creador cuyo exceso durativo no tuvo, por cierto, nada que ver con la voluntad de su autora sino con las condiciones materiales adversas que debió encarar durante más de una década.

Pasados por ácido

El resultado de tanta espera y tanta preparación es afortunado: a Kenya el humor negro se le da bien, y es en esa clave que asesta su golpe de ficción contra ciertos elementos de la realidad, particularmente de la mexicana, que no suelen ser vistos –cinematográficamente hablando– bajo la luz de la ironía, la causticidad y una crudeza que viene a ser apenas correspondiente con la crueldad aneja a los elementos de su trama, en el orden micro, así como al contexto en el que ésta se desarrolla, en el orden macro.

Vidas miseria, las que retrata Fecha de caducidad, comenzando por las de Osvaldo (Eduardo España muy bien, sobre todo su cabeza) y Ramona (Ana Ofelia Murguía, excelsa), una pareja edipicante –que no edificante– donde las haya, cuyo motivo de separación es el detonador del resto de acontecimientos que se verán; pero vida miseria también –y de qué modo– la de Genaro, apocado y corrompido zopilote humano magníficamente interpretado por Damián Alcázar, desasosegante por tanta y tan supina estulticia pero, a la vez, por la capacidad que muestra para colársele a la vida por los intersticios más repelentes. Miserable vida igualmente la de Mariana (Marisol Centeno, poco más que cumplidora), joven y súbita vecina de la anciana Ramona –a quien ésta hace blanco de su paranoia–, como de miseria está hecha la cotidianidad de la avejentada Milagros (Marta Aura, estupenda), una burócrata del Servicio Médico Forense, aunque no más miserable que la del corrupto médico legista (eficiente, Jorge Zárate) que suele hacer usufructo y, si se da, incluso comercio hasta con los zapatos del personal que llega a su lugar de trabajo.

Salvo un par de “casualidades” de ésas que a veces los guiones creen indispensables, como si la trama fuese a detenerse si no se hacen coincidir forzadamente ciertos hechos con ciertos personajes, a esta Fecha de caducidad no le duele nada y constituye una propuesta fílmica mucho más rica y agradable que, por ejemplo, ese lucimiento desmedido de los límites histriónicos de Kuno Becker haciéndola de secuestrado rezandero en Espacio interior (Kai Parlange, 2012).