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Astillero

Simbolismos en pugna

Sismo: ceremonia fallida

Estudiantes con la CNTE

Infraestructura y corrupción

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En Guerrero, la tormenta tropical Manuel colapsó el puente de Coyuca de BenítezFoto Xinhua
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nos, hacia la Plaza de las Tres Culturas, en el Tlatelolco depositario de una parte fundamental de la memoria histórica relacionada con la lucha popular; otros, en ejercicios militares preparatorios de la ceremonia recordatoria del sismo de 1985 que hoy se realizará en la Plaza de la Constitución así preservada de irrupciones indeseadas.

Senderos y significados distintos. Los profesores de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) encaminándose hacia el simbólico sitio donde sucedió la matanza de estudiantes deseosos de cambios en 1968, a sabiendas de que una decisión absolutamente discrecional, sin fundamento jurídico alguno, preludio de peores autoritarismos, les pretende prohibir el regreso al Zócalo capitalino del que fueron expulsados en vísperas del Grito peñanietista escenificado frente a una audiencia menor que la de años anteriores, apenas habilitada mediante acarreos vergonzosos, ciudadanía manipulada con comida gratis, sombreros y camisetas regaladas y transporte pagado por las arcas del estado de México. De las tarjetas Mónex y Soriana al acarreo patriótico con rojas cachuchas patrocinadas por La costeña, la misma firma que apareció en los calzoncillos boxísticos del Canelo Álvarez, al que también apoyaron con compra de anuncios algunas haciendas estatales y la federal.

Peña Nieto cumplirá así, la mañana de hoy, con el ritual conmemorativo del estremecimiento de 1985 que no fue solamente telúrico. Será una ceremonia fallida, meramente formal, pues no se estará honrando la sustancia de lo sucedido a partir de aquella fecha: no se podrá homenajear de manera congruente el despertar cívico, la organización popular, el rescate de los espacios públicos y la vocación de unidad nacional desde una plaza secuestrada, recortando la expresión y la manifestación de quienes piensan distinto, amenazando a profesores con el uso de las fuerzas armadas vestidas de policía federal.

Pero ese parece ser el signo distintivo del deambular del equipo que gobierna al país. Se van cumpliendo las etapas conforme van apareciendo, sin visión de largo plazo, urgido Peña Nieto de ponerle palomita de cumplido a cada uno de los actos formales que en su agenda le van poniendo. No será con el uso y abuso de policías y militares como podrá desahogar el problema magisterial, pues los miles en lucha no son Elba Esther Gordillo y su corrupción condenatoria ni su cómplice firmante llamado Juan Díaz. Podrá hoy hacer que graben y difundan el acto conmemorativo del sismo, en una plaza forzadamente limpia de manifestantes (igual que ya puso palomita a los compromisos del Grito y del desfile muchísimo más militar que cívico), y podría ser que luego de esa diligencia los profesores queden en libertad de forcejear para entrar al Zócalo (acaso como parte de un acuerdo discreto entre los dirigentes de la CNTE y la secretaría de Gobernación), sólo confrontados por la policía capitalina debido a que Miguel Ángel Mancera pretende obstruir la instalación de un nuevo plantón.

Pero el problema de fondo subsiste y crece, en términos que deberían preocupar mucho a los poderes establecidos, pues segmentos estudiantiles muy activos han logrado que sus instituciones educativas sean llevadas a paro a partir de hoy, durante dos días, y las filas de los profesores de la CNTE, por sí mismos suficientemente aguerridos, y muy experimentados, se han fortalecido con la participación de nutridos grupos juveniles que no provienen de las filas de los anarquistas que están constituidas por muchos jóvenes genuinamente deseosos de confrontar al sistema y forzar cambios mediante la violencia, pero también por infiltrados y provocadores.

Otra irritación creciente pone a prueba la capacidad política, presupuestal y operativa de una élite gubernamental que no parece demasiado apta para atender dos asuntos difíciles al mismo tiempo. La tragedia nacional derivada de la concurrencia de dos fuertes frentes meteorológicos ha puesto de relieve la alta corrupción acumulada, que ha propiciado el resquebrajamiento de obras de infraestructura realizadas por debajo de la calidad convenida, para así dejar márgenes criminales de ganancia a repartir. La administración peñista no tendrá recursos suficientes para enfrentar adecuadamente las necesidades de reconstrucción en todo el país y, además, los esfuerzos presupuestales que se hagan serán atrapados por el mismo ciclo nada virtuoso de la corrupción, el clientelismo político y electoral y la simulación.

La corrupción del pasado tiene resonancia en el presente porque muchos de los grupos que hoy convergen en la élite federal provienen de esa matriz. Pero hay algo que sí corresponde plenamente al peñismo: la irresponsable desatención de un problema que no surgió a última hora y la pésima coordinación de esfuerzos federales para atender con justicia y prontitud a los damnificados en general. Mientras el peñismo concentraba su dosis de atención en el combate al profesorado disidente, y se empeñaba en cumplimentar libretos de boato calendarizado, gran parte del país vivía ya el desastre al que el ocupante de Los Pinos dedicaría una noche de 15 la efectista cancelación de su presencia en una cena colectiva de lujo, aunque al otro día retomó el gusto ceremonial palaciego al presenciar desde un balcón el despliegue de recursos, habilidades y organización militares y policiacas que en ese momento más falta hacían en la atención directa de las múltiples localidades ya en la catástrofe mientras en el Distrito Federal se desahogaba un fasto similar al que Porfirio Díaz presenciaba en 1910, conmemorando el primer centenario de la Independencia nacional.

Por otra parte, la limitada capacidad del gobierno federal para atender estos desastres naturales se vio concentrada (con mucha simulación) en áreas como Acapulco, dejando de lado a decenas de localidades, aunque la maquinaria propagandística oficial comenzaba a emitir irritantes mensajes de presunta ayuda integral y suficiente. ¡Hasta mañana!

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