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El Cirque du Soleil realiza nueva temporada en México con este espectáculo

Varekai rinde homenaje al espíritu nómada y arte de la tradición circense

En la obra, escrita y dirigida por Dominic Champagne, 56 artistas dan vida a la historia centrada en Ícaro que cae del cielo y aterriza en un bosque mágico lleno de criaturas fantásticas

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Es una muestra de trabajo físico al límite y de la búsqueda de la precisión matemática y geométricaFoto Yazmín Ortega Cortés
 
Periódico La Jornada
Viernes 20 de septiembre de 2013, p. 8

Ayer comenzó en México la temporada de Varekai (palabra en romaní que significa cualquier lugar), nuevo espectáculo del Cirque du Soleil, en el que los espectadores son llevados por medio de las artes circenses al topus uranus platónico, al mundo donde la fuerza bruta es sustituida por el grácil equilibrio de la destreza, la física y la dinámica que controlan cuerpos que se contorsionan.

Vuelan los artistas en un cualquier lugar, que puede ser un sitio más arriba de las nubes. Vuelan en zig-zag, como un insecto que persigue un haz, un rayo de luz.

La noche del pasado miércoles se realizó un ensayo general, el último antes de la función de apertura de esta temporada que en preventa alcanzó los 50 mil boletos, dato que denota la posibilidad de que haya más funciones.

A diferencia de otros años, llegar a la Carpa Santa Fe, la sede tradicional en el Distrito Federal, en la calle Vasco de Quiroga, es más fácil y se puede arribar en camión o micro que dejan exactamente en la entrada.

La carpa, llamada Grand Chapiteau, de 17 metros de altura por 50 de diámetro, tiene una capacidad para 2 mil 534 personas. Esta es la séptima vez que el Cirque du Soleil llega a la ciudad de México.

En Varekai intervienen 56 artistas, que lucen 130 trajes que son, en sí, un tema. Varekai es la historia de un joven que cae del cielo y tiene que aprender un poco sobre los sentimientos. Esta obra fue escrita y es dirigida por Dominic Champagne, quien centra la historia en un Ícaro que cae del cielo y aterriza en un bosque mágico lleno de criaturas fantásticas, que darán comienzo a una aventura con la cual se rinde homenaje al espíritu nómada, al alma y al arte de la tradición circense.

La noche del miércoles algunos llegaron fríos, pero acabaron aplaudiendo cada ejecución, que hace preguntarse: ¿seré capaz de hacer eso? Cada cuadro fue aplaudido y la noche fue de exclamaciones y risas, de ojos desorbitados.

Son 13 episodios, desde el vuelo de Ícaro, interpretado por Mark Halasi, quien enaltece la mímica, el trabajo del clown que se basta a sí mismo. Siguen los juegos de Ícaro y los artistas del trapecio. Sorprendente, el acto en el cual un cuerpo es girado con los pies, cual si fuera de hule o trapo. Cualquier otro mortal saldría con la columna rota. ¿De qué están hechos esos artistas? De trabajo físico al límite y de la búsqueda de la precisión matemática y geométrica. Las figuras que dibujan en el aire con sus cuerpos alcanzan el mérito de la simetría.

La danza georgiana, con los maestros vestidos de rojo, aluden a la gran tradición del baile tradicional de una latitud lejana, pero muy conocida por la mayoría, que unida al circo es convincente de que nadie sabe la potencia de un cuerpo.

Tras un intermedio de 25 minutos, siguió la segunda parte, en la que la música, que en Varekai armoniza el vuelo y cada movimiento, envuelve por su efecto hipnótico y onírico. El sonido de campanas siempre ha obligado a poner atención.

Vaivenes y giros sin pausa

Las lianas que llevan los cuerpos de un lado a otro, en vaivenes y giros sin pausa; dejan en claro que la carne tiene en la tela a un aliado. El humor con una gorda enamorada de un galán que acabará sucumbiendo por el celo. Un cantante francés que persigue la luz de los reflectores... hasta en lo alto. Un malabarista mexicano que estuvo al punto de lo exacto, pero quedó en 9.9 de calificación, porque se le cayó un pino. El éxtasis fue con el acto con dos columpios-catapulta, donde la precisión es cosa de vida o huesos rotos, porque la más mínima falla implica contusiones. Simplemente, una maravilla.

Conceptualmente, Varekai es polisémica y cada quien siente y se lleva algo diferente. Cada uno es llevado a cualquier lugar, a esa utopía de Campanella, para quien es dramático que el bufón comience a bromear en serio. En el programa-souvenir se lee: “Y es nuestro deber no dejar al mundo en la mano de los bufones. Que este show sea para ti como fue para mí: una celebración de la mano de hermanos y hermanas, y de la alegría de desafiar los límites. Déjate llevar por el coraje y la belleza de estos acróbatas, bailarines y actores que cada día, adonde sea que el viento los lleve, arriesgan sus vidas tratando de lograr lo sublime, de tocar el cielo, de desafiar las leyes de la gravedad y de bailar en el fuego de los volcanes, para que puedan decirle al mundo que es posible algo más.”

Ese algo más es la esperanza.