Directora General: Carmen Lira Saade
Director Fundador: Carlos Payán Velver
Domingo 6 de octubre de 2013 Num: 970

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Sándor Márai
y la justicia

Ricardo Guzmán Wolffer

Antonio Cisneros
cronista

Marco Antonio Campos

Todos presos
o presuntos

Fabrizio Lorusso

Retrato de Rafael
Sánchez Ferlosio

José María Espinasa

Maravillas de
la antimateria

Norma Ávila Jiménez

María Izquierdo,
pasión y melancolía

Germaine Gómez Haro

La poesía salvaje
de María Izquierdo

Argelia Castillo

Leer

Columnas:
A Lápiz
Enrique López Aguilar
Jornada Virtual
Naief Yehya
Artes Visuales
Germaine Gómez Haro
Bemol Sostenido
Alonso Arreola
Paso a Retirarme
Ana García Bergua
Cabezalcubo
Jorge Moch
Jornada de Poesía
Juan Domingo Argüelles
Cinexcusas
Luis Tovar


Directorio
Núm. anteriores
[email protected]
@JornadaSemanal
La Jornada Semanal

 

Naief Yehya
[email protected]

Medio siglo y un año del Festival
de Cine de Nueva York

La nueva diversidad de un viejo festival

La edición número 51 del Festival de Cine de Nueva York (NYFF por sus siglas en inglés) sigue siendo el evento cinematográfico más prestigioso de esta ciudad. Históricamente, el NYFF ha sido un muestrario de lo más relevante de los grandes festivales (Cannes, Berlín y Venecia, entre otros) y siempre ha estado marcado por ser una celebración del cine y no una oportunidad más para el lucimiento de celebridades. No obstante, podría parecer que en los últimos años ha habido una inclinación por incluir numerosos filmes estadunidenses considerados de calidad (y sobre todo taquilleros) como será sin duda Capitán Phillips, de Paul Greengrass (el cineasta británico que ha realizado algunas cintas bien logradas y, dentro del contexto comercial, con conciencia política sobre el terrorismo y la guerra contra el “terror”), estelarizada por Tom Hanks, en la que se cuenta el secuestro de un navío comercial por piratas somalíes en 2009. Al rebasar el medio siglo, el festival del Lincoln Center ha ampliado su selección oficial, su muestra de cortos, filmes experimentales y homenaje de cajón (este año toca a la actriz Cate Blanchett y a Ralph Fiennes), al programar secciones como: “Revivals”, “Ciencias aplicadas” (que consiste en proyectos documentales ambiciosos, como el filme sobre la digitalización emprendida por Google de todos los libros del mundo), “Artistas emergentes” (donde participa el mexicano Fernando Eimbcke) y una curiosa recopilación de “Retratos en movimiento”. En buena medida, estas novedades reflejan los cambios en los medios y en las audiencias, así como la influencia de YouTube, el streaming y otros medios audiovisuales cada día más variados y populares que compiten con el cine. Pero también llama la atención que en plena era del síndrome de déficit de atención masivo, se han incluido varios filmes de cuatro horas, que resultan un desafío a la concentración del individuo de la era de internet.

La zarza ardiente, de Agnieska Holland


La zarza ardiente

Una de estas obras de cuatro horas es el telefilme checo, hecho para HBO Europa, La zarza ardiente, de la veterana directora polaca Agnieska Holland. Aquí se proyectan en una sola sesión las tres partes de este trabajo fascinante que comienza con imágenes convencionales en blanco y negro de jóvenes checos bailando rock al tiempo en que los tanques avanzan sobre Praga. Poco después Holland, quien se educó en Checoslovaquia y vivió tanto el efímero período de libertad y apertura de 1969 como la invasión de las tropas del Tratado de Varsovia, da un giro para elaborar una obra sensible, inteligente y original. Una vez que las imágenes cambian del blanco y negro al color, vemos a un joven empaparse con gasolina y prenderse fuego en la Plaza Wenceslao. La inmolación del estudiante Jan Palach es la primera etapa de la lucha contra la invasión soviética de un grupo de jóvenes dispuestos a sacrificarse, convirtiéndose en “antorchas humanas”, para conseguir por lo menos el fin de la represión y la desaparición del diario propagandista oficial Zpravy. El gobierno trata de convencer al público de que Palach era un joven inestable y solitario que había tratado de suicidarse en numerosas ocasiones y/o que era un agente de la ultraderecha que trataba de destruir el socialismo checo.

La Verdad y la verdad

La muerte de Palach se vuelve una tragedia nacional y, cuando un oficial del partido comunista lo acusa de ser un idiota manipulado por la reacción, su madre y hermano deciden demandarlo por difamación. Así, el drama político se convierte en un tenso thriller legal en el que una valiente abogada arriesga todo en una lucha simbólica contra el poder. La cinta de Holland es un espléndido drama histórico que utiliza diversos puntos de vista y permanece fiel a los testimonios y la documentación existente (gran parte fue destruida por el régimen). Pero también establece paralelos con las invasiones actuales y muestra con agudeza la creciente atmósfera de paranoia, de traiciones y de renuncias ante un poder totalitario. Sin embargo, no hay aquí maniqueísmo alguno y hasta los policías tienen un lado humano. Poco antes de escuchar el veredicto, el funcionario del partido explica con frialdad a la abogada de los Palach: “Para un político la verdad es aquello que beneficia a la nación.” Triste y pragmática lección universal del poder.