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Las batallas de Bolivia por sus hidrocarburos
D

os guerras, una de ellas internacional, tres actos de nacionalización revolucionaria luego de otras tantas usurpaciones, dos golpes de Estado, un referéndum vinculatorio y 83 años de resistencia popular anticapitalista marcan la historia del petróleo y el gas en Bolivia.

La primera guerra internacional por el petróleo se dio entre Bolivia y Paraguay. La Guerra del Chaco (1932-1935) causó 100 mil muertos, 61 mil de ellos bolivianos. Esa contienda fue empujada por las trasnacionales Standard Oil Co y Gulf Oil Co.

En el sureste de Bolivia operaba desde 1921 la Standard Oil de Nueva Jersey que doblegó al gobierno con un empréstito financiero en 1930 a cambio de concesiones ventajistas; ese dinero sirvió para afrontar el crac de 1929.

La Gulf, por su lado, explotaba el hidrocarburo en el noroeste argentino y quiso hacerse del crudo boliviano bordeando territorio paraguayo. La Standard alertó de esa intención al gobierno de Bolivia, mismo que después de escaramuzas y dislates de ambos lados le declaró la guerra a Paraguay en 1932.

Más de 220 mil conscriptos fueron movilizados al Chaco Boreal y aquello fue un desastre por la eterna falta de agua en la región yerma. Dos soldados, que luego devinieron grandes escritores, el paraguayo Augusto Roa Bastos y el boliviano Augusto Céspedes, dijeron que la sed causó tanta mortandad como las 26 batallas consumadas.

En junio de 1935 se firmó el armisticio. La historia dice que Paraguay ganó la guerra. Los bolivianos afirman que no la perdieron. Los invasores, según Bolivia, no llegaron a los yacimientos petrolíferos ni se llevaron una gota del aceite de piedra, el petróleo.

De esa campaña emergió una generación de militares socialistas que fueron presidentes. El general David Toro nacionalizó el petróleo en 1937 y expulsó a la Standard Oil. Se trató de la primera nacionalización petrolera mundial y también de la primera empresa yanqui echada de América Latina. Ese presidente fundó la estatal Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos (YPFB), un año antes de que el presidente Lázaro Cárdenas creara Pemex.

El teniente coronel Germán Busch Becerra (1938-1939) se enfrentó al poder de los empresarios mineros y los amagó con la nacionalización de minas. Se suicidó, dijeron, con un tiro en la sien. La prensa amarilla afirmó que ese héroe de nueve batallas no pudo soportar un dolor de muelas y se pegó un balazo. Parece que lo mataron.

El mayor Gualberto Villarroel (presidente entre 1943 y 1946) afrontó la presión externa para modernizar la explotación petrolera y proclamó su nacionalismo antim­perialista. La burguesía lo acusó de nazi y la Iglesia lo llamó comunista. El 21 de julio de 1946 una turba asaltó el Palacio Quemado y golpeó a morir al presidente; arrastró su cuerpo hasta un farol de luz municipal y lo colgó con una soga que, según la prensa, alguien lanzó fortuitamente.

La triunfante revolución nacional de 1952 reivindicó a esos militares de avanzada, nacionalizó las minas, decretó la reforma agraria y potenció a la empresa petrolera fiscal. Pero en 1964, la embajada de Estados Unidos y el FMI patrocinaron un golpe de Estado que derrocó al nacionalista Víctor Paz Estenssoro y cortó ese proceso.

El imperialismo impuso al general René Barrientos en la presidencia y éste llamó a la Gulf Oil Co para manejar el petróleo con abstracción de YPFB. La empresa gringa le regaló un helicóptero en la Navidad de 1965.

El pueblo se opuso en las calles a esa privatización del energético; el diputado Marcelo Quiroga Santa Cruz abanderó esas luchas y fue perseguido y reprimido. Aquel Barrientos, empero, murió en abril de 1969 al precipitarse a tierra (¡gulp!) su helicóptero.

En octubre de 1970, el general Alfredo Ovando se hizo presidente mediante un golpe de Estado y, con Quiroga Santa Cruz como ministro de Energía, renacionalizó el petróleo y expulsó a la Gulf Oil Co.

Otro golpe militar organizado en 1980 por la embajada yanqui derribó al gobierno de Lidia Gueiler y asesinó a tiros a Quiroga Santa Cruz. En 1982 fue restablecida la democracia pero se la aparejó con el neoliberalismo y las privatizaciones.

Los recursos naturales fueron subastados a la inversión privada desde 1985 y el petróleo y el gas pasaron a poder total de 12 trasnacionales. La resistencia popular se magnificó hasta grados de heroísmo.

El 17 de octubre de 2003 ocurrió la guerra del gas en El Alto de La Paz y la represión militar mató a 67 patriotas, la mayoría indígenas. El presidente neoliberal Goni Sánchez de Lozada huyó a Estados Unidos ese día.

Tamaña victoria motivó al presidente Carlos Mesa a organizar un referéndum (abril, 2004), con esta premisa: ¿Está usted de acuerdo con la recuperación de todos los hidrocarburos en boca de pozo para el Estado boliviano?

El indígena Evo Morales asumió la presidencia democráticamente en 2006 y su primer acto de gobierno fue renacionalizar los hidrocarburos. El decreto se llamó Héroes del Chaco. Fue la tercera vez que esos recursos se recuperaron para honra del país.

Las 12 trasnacionales afectadas aceptaron quedarse en el país como prestadoras de servicios. Si antes pagaban sólo 18 por ciento por impuestos y regalías, ahora dejan 82 por ciento de sus ganancias a cambio de seguridades jurídicas y garantías plenas para sus inversiones.

El optimismo y las certidumbres en el actual proceso de cambios se asientan también en las coplas de la resistencia por los hidrocarburos: “El gas es un compuesto de etano, metano y butano… que nos quieren quitar zutano, mengano y perengano. Pero no nos vamos a dejar. Palabra de boliviano”.

* Escritor y periodista. Fue embajador de Bolivia en México.