Directora General: Carmen Lira Saade
Director Fundador: Carlos Payán Velver
Domingo 13 de octubre de 2013 Num: 971

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Lichtenberg: sobre
héroes y estatuas

Ricardo Bada

La palabra, el dandi
y la mosca

Edgar Aguilar entrevista
con Raúl Hernández Viveros

Antonio Gamoneda: sentimentalidad oscura
José Ángel Leyva

El caso de la mujer azul
Guillermo Samperio

El rival
Eugenio Aguirre

Tecnología y consumo:
el futuro enfermo

Sergio Gómez Montero

Cárcel y libertad
en Brasil

Ingrid Suckaer

Máscara
Klítos Kyrou

Leer

Columnas:
Bitácora bifronte
Jair Cortés
Mentiras Transparentes
Felipe Garrido
Al Vuelo
Rogelio Guedea
La Otra Escena
Miguel Ángel Quemain
Bemol Sostenido
Alonso Arreola
Las Rayas de la Cebra
Verónica Murguía
Cabezalcubo
Jorge Moch
La Casa Sosegada
Javier Sicilia
Cinexcusas
Luis Tovar


Directorio
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La Jornada Semanal

 

Alonso Arreola
Twitter: @LabAlonso

Una plática de banqueta

Ayer, sin querer, nos encontramos con dos amigos músicos. Homenajeando a la casualidad decidimos tomarnos un café allí mismo, en la banqueta. Mientras actualizábamos nuestras vidas, el más dedicado a la producción de bandas en estudio compartió un viejo interés que habíamos platicado en el pasado: el de tocar en conciertos pequeños, con no más de cincuenta personas, en los que se prohibiera todo tipo de grabación (de video o audio) y en los que siempre naciera música nueva que se esfumara en el olvido. Esto es: presentar una cadena de inspiración-composición-fijación-extinción musical, en la que no hubiera más de dos o tres intérpretes sobre el escenario. De esa manera, un pequeño público accedería a la intimidad en la que el artista aún no se traiciona a sí mismo pensando en un disco, una gira o su presencia en los medios.

Uno de sus argumentos fue el siguiente: “Cuando la audiencia supera los cincuenta miembros, el concierto se transforma en un ritual dirigido por alguien; en sentido contrario, yo quisiera que la gente se sintiera comprometida, corresponsable de lo que sucede conmigo, aunque termine cagándola.” En ese momento dudamos sobre si tal planteamiento atentaría o no contra el oficio de pulir y perfeccionar las ocurrencias hasta convertirlas, lentamente, en composiciones valiosas. También pensamos, atraídos por lo utópico de la idea, que efectivamente sería un gran homenaje a la música el revelar sus procesos, los cauces que toma antes de llegar al mar del aire. Dicho de otra manera: si se muestra el cómo enalteciéndolo por encima del qué, entonces esta nueva forma de compartir faena nos parece justificable. De lograrlo, nuestro amigo será un torero compartiendo labores no en el ruedo sino en el tendido, entre la gente, con todo y toro.

Para ese momento nuestro segundo camarada, dedicado a prestar servicio en la mayor cantidad de grupos posible para ser visto por la mayor cantidad de gente posible, hizo su propia interpretación: “Me gusta eso de que no dejes a la gente grabar nada. Pat Metheny dijo recientemente en una entrevista que Youtube ha sido la perdición de los músicos de jazz abocados a la improvisación; que ahora todos tocan sin correr riesgos porque se saben filmados, porque temen que horas después los suban a internet; dijo que por eso él ya no va a ciertas sesiones.”

Comentario atrayente, creemos que nuestro colega interpretó de manera distinta lo dicho por el primero, quien intenta una “purificación” del hecho artístico. Éste, por el contrario, se preocupa por el peso de un público que delimita –por ausencia o presencia– la creación de los músicos. Nosotros fijamos postura. Dijimos que nos parecía cobarde, pues un músico que improvisa debe cumplir destino soslayando el pasado y el futuro, fundiéndose con el presente. Recordamos también un viejo programa de televisión en el que Borges planteaba, palabras más palabras menos, que el contexto de una obra no debe influir en su creación. Premisa casi imposible, hoy tiene un nuevo enfoque por el peso que el público ejerce ya no en una sala de conciertos, sino en las redes sociales.

Confíe nuestra lectora, nuestro lector, en el rumbo de estas palabras domingueras. Los músicos de quienes hablamos son miembros destacados de la comunidad artística. Día con día graban o giran con múltiples proyectos y suelen tener opiniones muy valiosas. Así, después de un rato estuvimos de acuerdo en algo fundamental: es diferente que nuestras obras en estudio estén disponibles en internet, a que se nos conozca por lo que otros suben en concierto. Eso último ha sido elegido por entusiastas (los de los celulares en alto), que no tienen criterios básicos de producción ni valoran la obra entera de un compositor. Con ello se terminan repitiendo las piezas más populares (mal grabadas) oscureciendo otras que representan un mayor reto para los escuchas. (Desde luego es un fenómeno inevitable en el que no hay culpables.)

Finalmente, entendemos que miles de discos y músicos sólo pueden ser conocidos a través de Youtube; sin embargo, en la medida de lo posible le recomendamos usar esa fuente para: a) escuchar álbumes de estudio completos, b) evitar tracks en vivo mal filmados y con audio corrupto y c) dado el caso, tomarse el tiempo de ver conciertos enteros y no fragmentados. Nada de esto impide, además, que en la fiesta se olvide de todo ello y utilice la red como jukebox o karaoke (funciona excelente). No hay que ser tan clavados como nosotros y nuestros amigos de banqueta. Buen domingo. Buena semana. Buenos sonidos.