Opinión
Ver día anteriorMartes 15 de octubre de 2013Ver día siguienteEdiciones anteriores
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México SA

¡Es la coyuntura!

La sagrada familia

Modestia, ante todo

E

n la sagrada familia financiera del sector público (y del privado, porque los mismos integrantes circulan de un lado para el otro) dicen estar tranquilos y confiados, porque la desaceleración de la economía mexicana es algo coyuntural, pasajero. Palabras más, palabras menos, esa ha sido la muletilla por ella utilizada a lo largo de las últimas tres décadas para justificar el raquítico comportamiento económico del país, cuyo costo más oneroso y ostentoso ha sido el social.

Con la llegada del nuevo gobierno una vez más se escucha el estribillo, mientras los pronósticos sobre el comportamiento económico van de mal en peor. Recuérdese que la oferta original (EPN) fue la de alcanzar un crecimiento de 3.5 por ciento en el presente año, posibilidad que se ha reducido a 1.2 por ciento, y descontando. Sin embargo, lo anterior no hace mella en la sagrada familia, porque, reiteran, es algo coyuntural, pasajero.

Qué bueno que lo aclaren, porque en su análisis más reciente el Centro de Estudios de las Finanzas Públicas de la Cámara de Diputados recuerda que, para no ir más lejos, 2013 será el cuarto año consecutivo de desaceleración económica en el país, toda vez que después del desplome de 6.5 por ciento en 2009, el producto interno bruto oficialmente registró un avance de 5.07 por ciento en 2010, para descender a 3.98 por ciento en 2011 y de allí a 3.78 por ciento en 2012. Y en este maravilloso año de arranque de gobierno la perspectiva –hasta ahora– no pasa de 1.2 por ciento.

Así, sin ir más lejos, la coyuntura va para cuatro años consecutivos, sin considerar la caída abismal de 2009, y la propia desaceleración registrada en el primer bienio del calderonato (de 3.2 por ciento en 2007 a 1.6 por ciento en 2008, para desbarrancarse en el año del catarrito). Lo mismo con Fox en Los Pinos: el último año del zedillato el PIB creció 6.64 por ciento, mientras en el primero del ahora empresario mariguanero de milagro alcanzó 0.3 por ciento.

Si se amplía el periodo, la coyuntura, lo pasajero es más que notorio: la tasa anual promedio de crecimiento económico registrada en el sexenio del último presidente de la Revolución, como se autoevaluó José López Portillo, fue de 6.55 por ciento; con Miguel de la Madrid tal indicador se hundió a 0.34 por ciento, aunque la justificación fue no sólo la profunda crisis heredada, sino el giro de 180 grados en política económica, la llegada del chamaco moderno (el parto del neoliberalismo a la mexicana), con el que México se enfilaría, directa y rápidamente, al desarrollo (según promesa original).

Llegó a Los Pinos el primer presidente gringo nacido en México, Carlos Salinas de Gortari, y su política primermundista (así la presentó en sociedad). Si Miguel de la Madrid fue el responsable de la obra negra del neoliberalismo a la mexicana, Salinas fue el encargado de los acabados y, en efecto, acabó con la infraestructura productiva del Estado, siempre con la premisa de liberar recursos para atender las urgencias sociales y acceder, prácticamente de inmediato, al club de países ricos entre los ricos. Así, la tasa anual promedio de crecimiento económico alcanzada en el sexenio de la solidaridad fue de 3.9 por ciento (40 por ciento menos con respecto a la lograda en el periodo de JLP), una proporción muy alejada de lo mínimo necesario.

Lo relevó Ernesto Zedillo, el del bienestar para la familia (en el poder), quien heredó una crisis enorme e inició su estancia en la residencia oficial con un brutal desplome económico (6.2 por ciento). Con la bandera de seguir liberando recursos públicos para atender las urgencias sociales, este personaje decidió por la libre rescatar la banca privada y las carreteras concesionadas, mientras las urgencias sociales crecían de una forma inversamente proporcional al ritmo económico, todo ello en medio de la venta de garaje de bienes estatales. Resultado: una tasa anual promedio de crecimiento económico de 3.5 por ciento, 10 por ciento menos que lo reportado por su predecesor y 47 por ciento por abajo del registro de JLP.

Dicho sea de paso, en los tres sexenios neoliberales priístas que se mencionan, la pobreza creció y creció a pesar de que –según los tres tristes inquilinos de Los Pinos– se liberaron cuantiosos recursos para atender las urgencias sociales y, de paso, desmantelaron la infraestructura productiva del Estado. Y del otro lado, la concentración del ingreso y la riqueza avanzó y avanzó. Eso sí, la sagrada familia nunca dejó de presumir aquello de lo coyuntural, de lo pasajero.

Pero bueno, llegó la alternancia, el cambio, el priísmo disfrazado de panismo, aunque más mocho. Vicente Fox prometió un crecimiento de 7 por ciento anual, pero en los hechos reportó una tasa de 2.3 por ciento, es decir, tres veces menos de lo ofrecido, 35 por ciento por abajo del registro zedillista y 40 por ciento del salinista. Con respecto a JLP la diferencia (la minusvalía, como dirían los tecnócratas) fue de 2.84 tantos, aunque sin duda alguna fue algo coyuntural, pasajero.

Si alguien llegó a pensar que había pasado lo peor, la realidad lo ubicó: a Los Pinos arribó el inefable Felipe Calderón, el que a los mexicanos prometió vivir mejor (él, su familia y sus cuates desde luego que lo lograron), y para alcanzar tan humanitario fin a los habitantes de esta República de discursos prometió una tasa de crecimiento anual no menor a 5 por ciento. ¿Qué sucedió? En los hechos, la tasa anual promedio a duras penas llegó a 1.8 por ciento, es decir, 22 por ciento menos que con Fox, 50 por ciento por debajo de Zedillo y 54 por ciento de Salinas, mientras la diferencia con JLP fue de 3.6 tantos.

He allí la desaceleración económica coyuntural, pasajera, que tanto cacarea la sagrada familia financiera, la cual técnicamente” asegura que la economía mexicana no está en recesión, y que jura que apostarle a algo distinto implicaría retroceso. Ello sin considerar que el arranque sexenal de Enrique Peña Nieto apunta para que en este maravilloso 2013 el México que todos queremos se consolide con una tasa de crecimiento de 1.2 por ciento.

Las rebanadas del pastel

Todo lo anterior con base en cifras gubernamentales, pero a la sagrada familia nada le apesta su felicidad y modestia. Ayer, por ejemplo, en la conmemoración del 20 aniversario de la autonomía del Banco de México, su gobernador, Agustín El Catarrito Carstens, presumió que no se nos ha descompuesto la situación y la economía mexicana atraviesa por una buena racha. ¡Ole!

Twitter: @cafevega