Opinión
Ver día anteriorViernes 18 de octubre de 2013Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Mélon

Camargo y Montané

A

ntes que nada, mi asere, permítame enviarle saludos muy, pero muy, efusivos al que hizo popular aquello de haiga sido como haiga sido y al tal Javier Lozano por haber desaparecido al Sindicato Mexicano de Electricistas, y cambiarlo por la Comisión Federal de Electricidad, nefasta en grado superlativo, que tiene al edificio donde vivo sin agua, ya que la bomba que surte la cisterna no se puede prender. Tenemos varios días en esta situación y no es la primera vez. La disculpa que da la compañía de clase internacional es que todavía no puede normalizar la potencia, ¡vaya descaro! Si eso de que tanto presumen fuera cierto no me quejaría. Este país tan lindo no merece estos gobernantes, los de antaño y los de ahora, que ni fu ni fa.

Recibí un emilio del señor Jaime Saucedo Picazo en el que me cuenta de su viaje a Mérida, ciudad en que escuchó cantar a Tony Camargo, quien, en mi opinión, es uno de los magníficos cantantes que destacaron y dejaron testimonio de su calidad. No me atrevo a escribir una lista porque se me puede quedar alguno en el tintero y eso me apenaría en grado superlativo. Pero, sí le puedo hablar de dos que grabaron con Benny Moré y eso fue en mi opinión extraordinario.

Empezaré con Tony a quien le hice coro con Los Diablos del Trópico la primera vez que pisé un estudio de grabación, a la vez que formé parte parte de su grupo en un viaje al puerto de Acapulco. Aquí queda la muestra de lo que digo con Deja que suba la marea, Esta noche corazón y Sin razón ni justicia, con la Voz de Oro de Cuba, y como solista, La engañadora, La pastora, sólo por recordar algunas.

Tuve la oportunidad de visitar Venezuela y Colombia, donde lo consideran un ídolo. Hay que señalar que Luis Alfonso Larrain, director de orquesta venezolano, vino a nuestro país especialmente a contratarlo y llevarlo al país del Arauca donde Tony permaneció largo tiempo por el éxito que cosechó. También tuvo un grupo sensacional con cinco trompetas que por desgracia duró poco, pero soñaba de aquellita.

Oriundo de Guadalajara, Tony formó parte de la orquesta de Chucho Rodríguez, magnífica agrupación a la que llamaban la academia y con la cual grabó números adelantados, como dicen los que saben, a la época que a mi me pusieron a gozar. Ojalá que algún empresario con iniciativa se dé cuenta del potencial de este gran cantante mexicano y lo contrate aunque sea una temporada, que todavía tiene qué ofrecer y poder de convocatoria.

El otro se llama Lalo Montané, a quien escuché por primera vez en grabaciones con la orquesta de Arturo Núñez, apodado el Caballero Antillano. Homero Jiménez, tremendo sonero y compositor cubano, prestó su nombre ya que, por razones contractuales, Benny no podía tener crédito en esas grabaciones. Así nació el Dueto Antillano que más tarde se convirtió en Dueto Fantasma. Esto, porque Arturo era exclusivo de Columbia y Moré de RCA Víctor. Por fortuna, encontraron la solución y dejaron Pensamiento, convertido en medley, Mira que eres linda y otras perlas que no tienen desperdicio.

Meses más tarde escuché a Lalo en vivo también con el Caballero Antillano en el Oaxaqueño, donde los jueves el jícamo (sic) estaba presente y daba cabida a los mano a mano entre Chucho Rodríguez y Arturo Núñez, de los que salían chispas de saoco y sabor. Después, regresó Benny de Tijuana y el Dueto Fantasma apareció el lunes en el Fénix, martes en Los Ángeles, miércoles en La Playa, jueves en el Swing Club, en El Amanecer los viernes, mientras que el domingo volvían al Swing Club.

Años más tarde, por medio de Memo Salamanca, tuve la oportunidad de hacer coro con Lalo y Homero, primero para Memo, y a la semana siguiente con Bebo Valdés, cosa que fue sorpresivo y grato. Asimismo sirvió para conocer el temperamento de don Mariano Rivera Conde, director artístico de la RCA Víctor, que siempre me mereció admiración y respeto.

La neta del planeta, grabar en la Víctor era otra cosa. Aquello de los mejores artistas del mundo graban en RCA tenía carta de naturalización. El profesionalismo era obligatorio. Ya para terminar, mi admiración para el sinsonte de Tlalixcoyan, quien sigue presente en mí, porque simple y sencillamente de eso ya no hay. ¡Vale!