19 de octubre de 2013     Número 73

Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER

Suplemento Informativo de La Jornada

“¡Ni una ley más sin nosotras!”

Theres Hoechli

A lo largo de la historia latinoamericana, las mujeres han tenido un papel fundamental en la construcción y transformación de las sociedades. Aunque su presencia ha sido invisibilizada y sus puntos de vista han sido silenciados dentro de los movimientos sociales, su participación ha sido relevante, tal como lo ilustra el caso de Ecuador.

Rafael Correa, el actual presidente del país, con su proyecto inicial de justicia social llegó al poder en buena parte con y por el apoyo del voto femenino, ya que la pobreza y marginalidad en gran medida toca a las mujeres. Al mismo tiempo, existía una adhesión de las organizaciones de mujeres a la lucha por la democracia y la justicia desde la caída de varios presidentes en los años 90’s. Varias organizaciones feministas ingresaron al pacto y movimiento político del gobierno de Correa, otras optaron por mantenerse fuera y consolidar su fuerza desde una posición crítica, entre ellas las mujeres de laConfederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (Conaie), el movimiento Luna Creciente, las Defensoras de la Pachamama y la Asamblea de Mujeres Populares y Diversas del Ecuador (AMPDE).

En nuestro viaje al Ecuador tuvimos la oportunidad de reunirnos con Alejandra Santillana, una integrante de la AMPDE, por lo cual presentaré en este artículo esta experiencia como ejemplo de la lucha amplia y diversa de las mujeres de este país.

La AMPDE nació como plataforma entre diversas organizaciones de mujeres y feministas del país que se juntaron para debatir y elaborar propuestas para la Asamblea Constituyente en 2008. El espacio se ha caracterizado desde sus inicios por la diversidad de temas que las organizaciones han trabajado en sus regiones y localidades, además de tener una base fuertemente popular. La AMPDE hace énfasis en la diversidad de organizaciones que aglutina y que se unen en “la voz política de la igualdad en medio de las diferencias, (…) una fuerza política y social que el capitalismo y el patriarcado no ha podido callar”, según establece en su Manifiesto del Movimiento de Mujeres Populares y Diversas de 2010. Es un ejemplo práctico de la diversidad proclamada en la Constitución del Ecuador como Estado Plurinacional.

Alejandra recuerda que en las reuniones de la Asamblea Constituyente, fueron las mujeres indígenas las que principalmente plantearon temas atípicos para la agenda feminista, como son la soberanía alimentaria, las semillas nativas o el derecho al agua, a la vez que se sumaron a la demanda histórica del movimiento feminista por la despenalización del aborto. Para Alejandra, la AMPDE representa un feminismo que piensa en la totalidad y no se limita a tematizar asuntos relacionados exclusivamente con las mujeres: “Es un problema que se piense que el feminismo nada más puede tematizar algunos asuntos. Nosotras queremos pensar y debatir el sistema económico, el modelo de desarrollo, la criminalización de la protesta. Todo ello, desde nuestra perspectiva como mujeres”.

La AMPDE da cuenta de una lucha histórica de las mujeres ecuatorianas que vincula la demanda por la igualdad de género con la construcción de alternativas a la política y al modelo de desarrollo. El fuerte vinculo con el campo que la AMDPE tiene por las diversas organizaciones de mujeres rurales se refleja en su agenda, que incluye demandas por una economía solidaria y centrada en las diversas iniciativas productivas y populares desde las mujeres, la soberanía alimentaria como un derecho, la soberanía de los cuerpos, la lucha por los recursos naturales y contra el extractivismo, la despenalización del aborto y la eliminación de todas formas de violencia, de acuerdo con el Manifiesto mencionado

En México son las mujeres indígenas las que tienden puentes entre el movimiento feminista e indígena, reivindicando por un lado el derecho a la autodeterminación de los pueblos indígenas y el cumplimiento de sus derechos constitucionales, a la vez que cuestionan las relaciones de poder, costumbres y tradiciones que generan desigualdad y violencia contra las mujeres en sus comunidades.

“¡Ni una ley más sin nosotras!” es el lema de la AMPDE que hoy pretende crear el espacio para debatir, analizar, proponer y actuar sobre las leyes. A pesar de haber logrado colocar ideas y propuestas en la Constitución, no siempre se traducen en leyes, o no de manera adecuada. Alejandra nos comentó que, aunque se lograron ampliar los derechos de las mujeres, no perciben una legislación sensible al género: hay iniciativas por la penalización del aborto por violación, y el feminicidio está creciendo de manera alarmante, muestra de que el derecho al Sumak Kawsay (Buen Vivir) de las mujeres no está garantizado. Por ello y por las incongruencias que perciben en el gobierno de Correa, la AMPDE y otras organizaciones feministas y de mujeres toman distancia y cuestionan la política del gobierno que se ha alejado de la sociedad civil y de sus ideologías iniciales. Como consecuencia de formar parte del proceso de la Asamblea Constituyente, están más que dispuestas a luchar por sus derechos no satisfechos y por el cumplimiento de la Constitución en legislación y políticas públicas: ¡Ni una ley más sin nosotras!

El "buen vivir" y La protesta

Paola Ávila


ILUSTRACIÓN: Angie Vanessa Cárdenas Roa

Visitar Ecuador respondía a una necesidad de saber cómo se concreta una Constitución cuyo eje rector rompe la lógica del capitalismo. Sabíamos que nos encontraríamos con un fenómeno en construcción que nos permitiría aprender más. Como era de esperarse, observamos conflicto; en los lugares que visitamos había denuncias puntuales por despojo o imposición pero, sobre todo, acciones ante ello.

Llegamos a la capital Quito para atestiguar la marcha del uno de mayo que-igual que ocurre en México- estaba dividida en dos: la marcha oficial y la independiente. Observamos el desacuerdo con el gobierno de Rafael Correa y consignas y mantas que contradecían los grandes espectaculares sobre el “Quito del Buen Vivir”.

Esa misma tarde nos enteramos que hubo un operativo policiaco denominado “Sol rojo” en diciembre de 2012 en el que fueron detenidos diez jóvenes por terrorismo, y esa fue la primera vez que se utilizó esta figura legal (artículo 160 del Código Penal), lo que causó mucha indignación.

En algunos portales electrónicos encontramos dos versiones de los hechos: por un lado se denunciaba que las pruebas condenatorias presentadas eran playeras del Che Guevara, libros de política, discos de Víctor Jara y de Inti Illimani y cuadernos de la Universidad Central del Ecuador. En otras fuentes se decía que existían manuales de armado de bombas y que se ponían de acuerdo por mensajes cifrados para hacer “llamadas de explosivos durante las marchas”. Una de las campaña en apoyo a los chicos y chicas detenidos fue “Yo también soy sol rojo”, que circula por las redes sociales.

Diversos grupos y personas mencionaban el asunto de los “ecologistas infantiles”, término que utilizó el presidente Correa para nombrar a quienes se oponen a la explotación de los yacimientos de petróleo en el Yasuní, área protegida de la selva amazónica. Este término peyorativo que los acusaba de candorosos e ignorantes ante el problema primordial de que Ecuador se quedará sin crudo en 20 años, terminó siendo adoptado y reivindicado por quienes defienden esta importante área llena de riqueza endémica que queda en su país.

Después de las grandes movilizaciones que dieron origen a la actual Constitución y al gobierno, las organizaciones indígenas se encuentran en un proceso de balance y reflexión en torno a los resultados obtenidos. Percibimos cierto desaliento, pero también un análisis profundo de los procesos que están viviendo.

Fuimos testigos de múltiples formas de resistencia ante ciertas políticas gubernamentales para el campo: bancos de semillas originarias, producción de café de exportación como expresión de defensa del territorio ante una minera, organizaciones indígenas coordinadas regional y nacionalmente, empresas productivas y de turismo alternativo para poder autoemplearse y encuentros contra las represas, entre otras situaciones. Cada esfuerzo con aspectos contradictorios pero todos en búsqueda de que se concrete el buen vivir que cada grupo concibe.

Se observa la tensión entre lo que el gobierno y los habitantes del Ecuador consideran necesario para que el país siga funcionando. Si bien se habla de una mejor distribución de la riqueza y de una concepción de la nación muy diferente a la del desarrollo capitalista, no deja de haber polarización en ciertos temas como el uso de los recursos naturales, el uso de semillas endémicas o las leyes de radio. Para acabar con dichas diferencias se hace uso de la gestión, de la negociación, e incluso de la confrontación.

Al final del viaje, unos jóvenes nos planteaban la ventaja que teníamos los mexicanos al saber que en nuestro país es evidente que el gobierno está contra el pueblo, mientras que en Ecuador la mayoría de la población piensa que no es así, por lo que percibían que protestar no tenía sentido para un amplio sector social. A lo largo de nuestro viaje observamos muchas similitudes entre ambos países, pero en materia de violencia se hizo evidente que allá es significativamente menor a la que sufrimos en México.

Esta diferencia no aminora las dificultades que deben resolver los ecuatorianos, porque la protesta también es desvirtuada o francamente condenada en vez de ser un derecho. Así, se enfrentan con los medios que tienen a la mano. Si bien es cierto que la Constitución abre ciertas posibilidades, ya que se pueden exigir derechos que en México ni siquiera se consideran, el cumplimiento de ellos pareciera a veces tan lejano como en nuestro país.

Sabemos que no se trata de cuestiones nacionales, ni siquiera exclusivas de Latinoamérica, sino del orden mundial imperante, ante el cual los habitantes de Ecuador también encuentran modos de protesta creativos, simbólicos y profundos, características del pensamiento de este pueblo.

Regreso a casa

Lucero Mendizábal

¿Quién decide movilizarse hacia otro lugar que no es su país de origen? Esta es una de las primeras preguntas al tratar el tema de la migración y que nos lleva a indagar en los derechos universales sobre movilidad humana que sostienen que las personas tienen el derecho de buscar una mejor opción para mejorar su calidad de vida. Esta decisión sobrepasa todos los temas y sus orígenes se definen a partir de la sobrevivencia humana, del vivir dignamente.

No es una decisión simple ya que son varios los factores que determinan llegar a una conclusión de dicha magnitud para una persona o una familia pues el hecho de decir adiós o hasta pronto y emigrar a otro país es una decisión que cambia la vida de modo radical.

Son muchas las condiciones que incrementan la proliferación de personas cambiando de país, en algunos casos guerras internas, persecución por razones políticas, un Estado en extrema descomposición que no genera garantías para poder desarrollarse en plenitud y sí distintos tipos de violencia. En Latinoamérica la migración es parte de las historias en las que todos los pueblos nos podemos mirar, y Ecuador no es una excepción a la regla, viviendo las distintas categorías del migrar. La que abordaremos en este texto se refiere a la migración de retorno, es decir, cuando alguien emigró y regresó al lugar de origen, la tierra en donde nació.

En 2001 había un aproximado de 45 mil a 50 mil migrantes ecuatorianas en otros países y de 20 a 25 mil hombres ecuatorianos. En 2010 los números disminuyeron a menos de 25 mil mujeres y 15 mil hombres en el exterior de Ecuador. El informe Perfil Migratorio Ecuador 2011 señala que entre 2000 y 2010 hubo un crecimiento moderado de la emigración; una desaceleración de los flujos migratorios, y una tendencia de aumento de las personas retornadas, mismas que se reunieron con sus familiares. Los países con mayor población ecuatoriana son Estados Unidos, España e Italia, y un porcentaje de población retornada de estos mismos, de 26, 46 y seis por ciento, con una mayoría de mujeres. El total de personas retornadas en el lapso de diez años es de 60 mil personas. Cabe mencionar que muchas de estas personas han intentado migrar de nuevo y que en muchos casos fueron deportadas de esos países con la sanción de no volver en un determinado número de años, según las leyes penales de cada país, pero que igualmente dejaron familia, trabajo, sueños y una vida de la cual fueron expulsados por no tener un estatus migratorio que les permitiera continuar con su vivir en ese otro lugar que también se había hecho propio.

Un nuevo escenario aparecía en Ecuador. ¿Qué oportunidades han encontrado los emigrantes retornados en su país natal? Ésta y otras preguntas son las que viene trabajando el gobierno del presidente Rafael Correa. Como respuesta se han constituido instituciones como la Secretaría Nacional del Migrante (Senami) y la Dirección Nacional de Migraciones de la Policía Nacional, dependiente del Ministerio del Interior, pero siguen siendo insuficientes dadas las dimensiones de retorno. Y aunque una parte importante de la población reconoce que su situación está mejor que antes de haber salido de Ecuador, enfrentan problemas de adaptación, pues han aprendido otras costumbres y otras formas de pensamiento que en muchos casos contrastan con la realidad. En ocasiones, muchas personas retornadas aprendieron en el extranjero mucho más sobre el hacer valer sus derechos, y vivieron experiencias que trastocaron parte de su identidad y sus propios códigos de comunicación y relación. Además de que el retorno también se interpreta como una disminución en las remesas, las cuales son  el segundo rubro de ingresos externos en el país.

Por último, cabe decir que no es una mera cuestión de números sino que hablamos de vida, de gente en constante movilidad, intercambiando saberes, aprendizajes, conocimientos. Recuerdo que en Barcelona, trabajando yo de mesera, conviví con varias mujeres ecuatorianas, muchas de ellas madres solteras que para apoyar a su familia habían emprendido el desafío de la soledad, y de vivir para trabajar cubriendo jornadas de hasta 36 horas seguidas para poder “comprarse un terrenito”, “mejorar la casa de la mamá”, “ahorrar lo suficiente para volver en un futuro”. A ellas, a quienes recuerdo con estas líneas, reconozco mi total admiración por su valentía, su coraje y luchar con todo para salir adelante, y espero que si retornan o no sea por haber escuchado a su corazón.

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