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A la mitad del foro

El disgusto de los plutócratas

A

ntes de vencerse el plazo, los diputados aprobaron la reforma fiscal. La reforma hacendaria que agravió a los patrones y ofendió a los plutócratas al fijar un impuesto de 10 por ciento a las utilidades en operaciones de Bolsa; por remover parcialmente uno de sus grandes privilegios al incluir la revisión de la consolidación corporativa, tan útil para desvanecer utilidades y eludir el pago de impuestos. Sabor amargo para el PAN que no se come y vuelve a partirse con las manos. Gustavo Madero declara tóxica para las familias y la economía del país a la tímida restauración del poder de la bolsa.

Madero sabe que ese poder es del Congreso. Y que al anticipar que su bancada se opondría a todo lo propuesto en las iniciativas de reforma, a todo lo aprobado en comisiones, renunciaba a ejercer ese poder. Hoy espera que los panistas del Senado transformen su fracaso y modifiquen lo aprobado en la Cámara de Diputados. No podrían hacerlo los pastoreados por Ernesto Cordero, ni cubriendo a éste con piel de lobo. Ni ofreciendo tiempo libre en tribuna al enano del tapanco poblano. Los patrones de la derecha no distinguen colores partidarios. Tienen, siempre han tenido, aliados o cómplices entre los del PRI, sin faltar algunos de otras banderías que se dicen de izquierda. Saben que el PAN se ha desbaratado, que Cordero carga el cencerro de Felipillo santo, hoy en el ostracismo. Y que ya son tres los grupos que se disputan las sobras del poder partidario panista.

Los plutócratas mueven sus piezas, activan a sus cabilderos tras haber intentado convencer a Enrique Peña Nieto. Inútil todo. El gobierno de Peña Nieto, el del retorno del PRI, de todos tan temido, ofreció al llegar al poder preservar el cero déficit fiscal para mantener la estabilidad económica pregonada por el ortodoxo Agustín Carstens. Propios y ajenos acusan a Peña Nieto de pragmatismo extremo; y él dio muestras de su capacidad de adaptarse a los reclamos de la terca realidad. Ni modo, nadie va a decir que su capacidad política obedece a convicción ideológica alguna. La iniciativa presentada a la Cámara de Diputados rompió de golpe con el dogma de la ortodoxia, con el primer mandamiento de la austeridad a toda costa: propuso y obtuvo la aprobación de un déficit fiscal al que añadieron la autorización de endeudarse para hacer frente a la terca realidad.

Ni modo. El viejo PRI era pluralista, todo y todos cabían. El que volvió del más allá se encontró con un sistema plural de partidos y una división de poderes que reflejaba la ausencia de una mayoría en el Legislativo correspondiente a la del mandato presidencial. Los analistas de la alternancia, los del conservadurismo democristiano, pusieron el acento en la calidad de Estado débil. Y los plutócratas que pusieron la mesa de Los Pinos a un gobierno de gerentes lamentaron que esa pluralidad no dejara gobernar al pobrecito presidente de la República. Y, efectivamente, no gobernaron ni Fox ni Calderón. Peña Nieto decidió no oponerse al cambio impuesto por la terca realidad; subestimado por la derecha de la brega de eternidad, así como por las izquierdas dispersadas por inercia y artificialmente incorporadas al monolítico liderazgo de Andrés Manuel López Obrador, optó por hacer política.

Se hizo el Pacto por México que tanto han criticado quienes habían ignorado y despreciado las instituciones del poder constituido. Los del priato tardío a los que aturdió la voz académica de Jorge Carpizo: creyeron que los poderes metaconstitucionales eran la fuente del poder del Presidente, sin darse cuenta que el poder era de la institución presidencial y no del tlatoani; los panistas cuya brega de eternidad consistía en demoler las instituciones del Estado mexicano moderno; la izquierda que aceptó abandonar la lucha de guerrillas para incorporarse a la vía legal. El viejo sistema se hundió entre crisis económicas recurrentes; el neoliberalismo rampante se adaptó a la democracia sin adjetivos y a la fuerza incontestada de los dueños del dinero. El vuelco sublimó la fantasía gatopardiana: cambiar todo no para que todo siguiera igual, sino para instaurar una oligarquía con sufragio efectivo.

El pacto es con minúscula. Lo importante está en que se hizo política para convocar y conciliar a los tres partidos dominantes de la pluralidad que parecía indomable. Política con mayúscula. De ahí el disgusto de los plutócratas criollos. De ahí que se llame a robado Gustavo Madero al ver que los diputados del PRD aprobaran los impuestos, muy contentos y con euforia singular. Votamos en favor de la reforma fiscal, dice Jesús Zambrano, porque recoge muchas de nuestras propuestas. Parecen primos hermanos, dice Madero; que votaron a cambio de más y mejores recursos para el Gobierno del Distrito Federal. Decían los antiguos romanos: Do ut des (Doy para que me des). Y de paso, la capital se incorpora al Fondo de Aportaciones para la Infraestructura Social.

Manlio Fabio Beltrones asumió el liderazgo de su bancada y la eficaz conducción política del proceso que concluirá cuando el Senado devuelva las reformas a la cámara de origen. Ernesto Cordero no guardará fantasmagórico silencio. Pero será trasquilado. Mal podría Miguel Barbosa, coordinador de los senadores del PRD, oponerse al aumento del impuesto sobre la renta a quienes ganen más de uno, dos y tres millones de pesos anuales, o a las utilidades en operaciones de Bolsa. Emilio Gamboa Patrón lleva en el nombre la fama, el modito de hacer de la casta divina, pero además de sus cualidades para el cultivo yucateco, Gamboa aprendió en el camino que la cercanía da influencia. Tuvo en sus manos la llave del despacho presidencial de Miguel de la Madrid Hurtado. Lo único necesario para ser líder, decía Lyndon Johnson, es saber contar, saber si se cuenta con los votos a favor necesarios para aprobar una iniciativa.

Eso van a necesitar los del PRI cuando llegue la hora de aprobar el presupuesto de egresos, el gasto público y su distribución diseñados por Luis Videgaray. Ahí se va a poner a prueba la decisión de adoptar una política de economía contracíclica. No se trata tan sólo de gastar más, sino de cómo y en qué se gasta, en saber distinguir gasto de inversión, transformar la política asistencial de combate a la pobreza en una política social de Estado. Una en la que prive la razón de Estado. Queda pendiente la reforma energética. Ahí quiero ver a los operadores de Peña Nieto en el manejo de lo que se puede conciliar en el retrógrada proyecto de la derecha; de lo que se debe ceder a la izquierda encapsulada en el PRD, pero que cuenta con el prestigio de Cuauhtémoc Cárdenas y su apego a los principios.

Fueron los hombres de Peña Nieto quienes cometieron el error de invocar y evocar la hierática figura histórica de Lázaro Cárdenas. Tendrán que revisar el artículo 28 y aceptar que ahí no hace falta reformar la Constitución. Han logrado aprobar hasta ahora todas las iniciativas propuestas para hacer efectivo el compromiso de transformar la realidad, gobernar para avanzar y no seguir dando vueltas a la noria. Todo aprobado, pero todo cuestionado. Y nuevos frentes abiertos en el combate original de centralismo y federalismo.

Se anuncia manifestación de Andrés Manuel López Obrador en el Zócalo. No creo que el dirigente de la desmesura tropical cometa el error de insistir en: ¡No más impuestos, no más deudas! No está la república muy amorosa que digamos. Y son los plutócratas quienes han dado el grito de alarma por la tímida reaparición del Estado mexicano.