Directora General: Carmen Lira Saade
Director Fundador: Carlos Payán Velver
Domingo 20 de octubre de 2013 Num: 972

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Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Marjorie Agosin:
Querida Ana Frank

Esther Andradi

El poeta viajero
Adriana Cortés Koloffon
entrevista con Cees Nooteboom

La migración en la
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Raúl Dorantes y Febronio Zatarain

Migración, identidad
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De fronteras,
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Sandra Lorenzano

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La Jornada Semanal

 

Del amor y sus criaturas

Edgar Aguilar


Bestiario de amor,
Richard de Fournival,
Universidad Veracruzana,
México, 2012.

Bestiario de amor (Bestiaire d’ amour) es una pequeña joya literaria. Su autor, Richard de Fournival (1201-1260), fue un hombre de vasto conocimiento y de aficiones varias: clérigo, cirujano y poeta. Escribió obras relacionadas con las matemáticas, la alquimia, la astronomía, la filosofía, la música y la literatura, además de una autobiografía. Bestiario de amor puede leerse también como un tratado filosófico. Su composición, no obstante, hace de él un libro único en su género, lo que redundará en una obra fuertemente impregnada con el hálito de la poesía, o dicho mejor, de lo poético. Señala la cuarta de forros: “El tema del amor cortés era común en el mediodía francés del siglo XIII, como también lo era el bestiario, pero estos géneros nunca antes se habían combinado. Al contar y cantar los éxtasis y las agonías de su amor no correspondido, Richard de Fournival cambió los signos de su discurso.” Del discurso del bestiario, se entiende, para así otorgarle su autor el carácter que deseaba transmitir: persuadir a la amada de que su rechazo obedece a una “historia natural” en mucho semejante al apropiado o inapropiado –según sea el caso y el objetivo a demostrar– comportamiento de ciertos animales o aun de ciertas criaturas mitológicas (la sirena, el unicornio, Argos, la hidra o el dragón), de las cuales se hablaba todavía.

El Bestiario de amor se compone de un prólogo, 57 ejemplos de animales y un epílogo”, afirma Rafael Antúnez en su cuidada introducción. Es muy probable que se refiera a la obra original, puesto que en la presente edición se contabilizan cuarenta y nueve ejemplos (en algunos se repiten los animales, como son los casos del lobo, el león o el cocodrilo), y se carece de epílogo. Sea como sea, cada ejemplo con su respectiva “enseñanza” irá hilvanando el siguiente modelo aleccionador –valga la redundancia– en la forma de otro animal. Hubiera sido provechoso que el traductor –el propio Antúnez– indicara la fuente de su versión. Se intuye que traduce del italiano y no del francés (o por lo menos de un francés más cercano) por las constantes citas que hace en su prólogo de estudiosos italianos. Con todo, la traducción es loable.

Por la época en que le tocó vivir, Fournival representa al fin y al cabo al hombre de creencias medievales, de ideas establecidas acerca del amor idealizado. El enamorado (y no el amante) ante la doncella inaccesible quien, por decir lo menos, ha de convenir exclusivamente en una sana amistad y, por decir lo más, ha de despreciarle. Sin embargo, la manera de concebir a través del bestiario el arte amatorio, que en algunos momentos poco tiene de cortés y sí mucho de conocimiento de la naturaleza animal y humana en general y femenina en particular, halla en su Bestiaire d’ amour un medio ejemplar. Más adelante, obras como El Decamerón, de Boccaccio, o el Libro de buen amor del Arcipreste de Hita, vislumbrarán con pasos agigantados el espíritu renacentista, en donde se habrá de romper con la vetusta noción del amor sacralizado.


Las palabras del poder y viceversa

Edgar Morín


Buendía. El primer asesinato de la narcopolítica en México,
Miguel Ángel Granados Chapa,
Grijalbo/Proceso,
México, 2013.

Los primeros días de junio de 2009, Miguel Ángel Granados Chapa publicó un artículo que, con el tiempo, resultó profético: tras veinticuatro años en prisión finalmente había sido sentenciado Rafael Caro Quintero, aquel traficante de drogas perseguido por el asesinato de un agente de la dea en los años ochenta del siglo pasado. El periodista apuntó: “No estará lejano el día en que lo sepamos liberado”, como en ese momento recién lo estaba el exdirector federal de Seguridad, José Antonio Zorrilla Pérez, sentenciado por la autoría intelectual en el homicidio del periodista Manuel Buendía, hace veintinueve años.

Cuatro años más tarde, Caro Quintero fue liberado, mientras que a Zorrilla lo reaprehendieron y hace apenas unas semanas fue enviado a la cómoda prisión domiciliaria de la que podría salir muy pronto. Granados Chapa ya no pudo ver ambos hechos, aunque en éste, su libro póstumo, da cuenta puntual de estos vínculos entre altos mandos de la policía política y grupos de narcotraficantes que a la postre fueron decisivos en la muerte del entonces periodista más influyente del país, lo que el autor llama el primer asesinato de la narcopolítica en México.

Dividido en ocho capítulos, apéndices y cronología, buena parte del texto da cuenta de la trayectoria profesional de Buendía. Con prosa mesurada y apoyado en diversas fuentes, resulta útil para entender una época de la prensa mexicana donde destacan la sumisión casi absoluta al poder político (con honrosas excepciones), las amenazas y mecanismos institucionales de control, como el monopolio en la venta de papel o condonaciones a discreción para cooperativas y empresarios amigos con este tipo de deudas, las traiciones y el despido de periodistas incómodos, una precariedad laboral aún vigente, o las nada nuevas escuchas telefónicas. También son reveladores los medios y redes empleadas por Buendía para recopilar, ordenar o archivar información, el peso otorgado al humor, o las temáticas de su interés que pese al tiempo transcurrido mantienen vigencia: los jeques petroleros mexicanos y su corrupción, la privatización de la economía y el papel del Estado, así como las actividades de grupos de ultraderecha o de la CIA.

Igual de significativas son las partes dedicadas a la desaparecida Dirección Federal de Seguridad, o al trayecto burocrático de su exdirector, que se inició como secretario particular de Fernando Gutiérrez Barrios, y escogió a uno de sus alumnos universitarios, Manlio Fabio Beltrones, para que lo apoyara en dicha tarea. La desmemoria del expresidente De la Madrid, pese a encargar la investigación del asesinato al mismo Zorrilla aun en contra de la ley, o los intentos de Manuel Bartlett para desligarse tanto del exdirector de la DFS como de las sospechas por escándalos de narcotráfico que surgieron poco después de la muerte de Buendía: el caso Camarena o la fuga de Caro Quintero de un aeropuerto, gracias a credenciales de la DFS firmadas por el propio Zorrilla, o PepeToño, como en confianza le decían los comandantes que entregaban el tributo en efectivo. Tal cantidad de dinero le permitió amasar en pocos años gran fortuna (de la que no fue despojado pese al origen dudoso), con la que pudo contratar muy buenos abogados que lograron reducir su sentencia y que abandonara la prisión primero en 2009 y otra vez en 2013.

Historias como ésta, entrecruzada con la de Caro Quintero, no sólo muestran que en México la impunidad tiene un precio que el dinero puede comprar. También son ejemplo del poder de las palabras, y la obra además proporciona elementos para entender el papel ético del periodismo. Por eso los crímenes contra periodistas –y el de Manuel Buendía es paradigmático– deben esclarecerse y sus responsables ser castigados. Por eso el exdirector de Seguridad no debió ser liberado. Es algo que ofende la memoria del periodista asesinado, de su gremio y de la sociedad misma.


Filosofía y literatura

Germán Iván Martínez


Filosofía, literatura y animalidad,
María Luisa Bacarlett Pérez y Rosario Pérez Bernal (coordinadoras),
Universidad Autónoma del Estado de México/ Miguel Ángel Porrúa,
México, 2012.

Bertrand Russell, quien llegó a la filosofía gracias a las matemáticas y se pronunció a favor de la paz y la racionalidad en la convivencia humana, afirmaba que el hombre contiene una porción en su ser que no quiere ser vista, que busca ocultarse, negarse, no reconocerse. Dicha porción tiene que ver con nuestra condición animalesca. Hay en todo ser humano una parte bestial y abominable, un monstruo que justamente por estar dentro de nosotros es nosotros mismos. La tradición filosófica occidental se ha empeñado en negar esta condición y ha desplegado, respecto del animal, una opinión de intolerancia, enemistad, demérito y descrédito. Se concibe el ser humano entonces como antítesis del animal. Éste no puede razonar ni saber, tampoco producir, innovar, creer y crear, perfeccionarse o mejorarse a sí mismo. El animal no es imaginativo ni inventivo, mucho menos moral y reflexivo.

Esta es la idea que ha prevalecido; sin embargo, a pesar de esta relación de negación y exclusión respecto al animal, también existen pensadores que sugieren acercarnos a él para entendernos mejor a nosotros mismos.

La obra que María Luisa Bacarlett y Rosario Pérez han coordinado resulta, en este sentido, fundamental. Filosofía, literatura y animalidad es un libro que parte de una idea: la figura del animal ha servido, al menos en la filosofía occidental, para salvaguardar la particularidad humana; esto es, para alimentar la ilusión de una supuesta superioridad del hombre respecto a la bestia, la cual hoy se cuestiona y problematiza.

Es cierto, el animal ha servido para pensar por vía negativa al hombre; se ha usado para enfatizar todo lo que en él hay de aborrecible, imperfecto, instintivo y malsano, pero un repaso cuidadoso por la historia de la filosofía nos permite hallar también a quienes subrayan la imposibilidad de explicar al hombre dejando de lado al animal. Los estoicos y Plutarco primero, luego Nietzsche, Deleuze, Derrida y Agamben más cerca de nosotros. Ellos propician, con sus reflexiones, un desbloqueo de nuestros lugares comunes al hacer notar la falacia que resulta de entender a la filosofía y la literatura como discursos distintos, separados, desvinculados entre sí o hasta opuestos.

Filosofía, literatura y animalidad da cuenta precisamente de la relación que hay entre estos ámbitos. Una relación compleja, sí, marcada desde sus orígenes por el rechazo y la exclusión pero que hoy puede, a partir de nuevas pesquisas, resultar más fecunda. La literatura debe entenderse como experiencia del pensamiento, válida, autónoma e independiente. Es por ello, dicen las autoras recordando a Badiou, una máquina de pensar que, a partir de la sensación y la vivencia, da pauta a la filosofía para que ésta pueda conceptuar y teorizar.

Quienes participan en esta obra parecen coincidir en que lo esencial de la literatura radica en provocar el pensamiento, es decir en desatarlo; también convergen cuando hacen notar que literatura y filosofía coexisten, se complican y complementan. Esta imbricación no borra sus especificidades, dicen, más bien las potencia.

El animal literario, señalan Bacarlett y Pérez, “lejos de darnos la distinción clara y perfecta entre el hombre y la bestia, termina haciéndonos patente la zona de indiscernibilidad que existe entre uno y otro”. Por ello, analizar la relación compleja e imbricación profunda que existe entre el hombre y la bestia siempre será una tarea pendiente. El libro es, desde esta perspectiva, un intento serio que permite al lector cuestionar la visión antropocéntrica que coloca al hombre como un ser privilegiado, como centro de un universo que parece estar reducido a mero instrumento, destinado a la realización de sus fines. Asimismo, posibilita repensar la relación entre el hombre y la bestia, y no precisamente para aclararla o resolverla sino más bien para cuestionarla, problematizarla repetidamente.

Literatura y filosofía, filosofía y literatura; ambas comparten intereses y preocupaciones; las dos tocan la realidad, la nombran y se valen irremediablemente del lenguaje para hacerse escuchar. Por ello hay entre estos ámbitos no sólo contacto sino contagio, porque si bien es cierto que la literatura no le resuelve los problemas a la filosofía, es preciso apuntar que cuando menos se los plantea.


Amores, memoria y política

Gerardo Bustamante Bermúdez


Háblame de amores,
Pedro Lemebel,
Seix Barral,
México, 2013.

Dividido en diez secciones, el reciente libro de Pedro Lemebel (Premio José Donoso 2013), titulado Háblame de amores es un recorrido por la memoria pretérita y reciente del afamado cronista, quien en los años ochenta dinamitó su propuesta literaria y su voz contestataria tanto en su trabajo literario como en el dúo que hacía con el poeta y performancero Francisco Casas en Las Yeguas del Apocalipsis.

A diferencia de otros de sus títulos, en esta ocasión el escritor chileno plantea un abanico de temas y espacios más amplios, aunque sigue ocupándose de los lugares y personajes marginales con los que convive. En este libro sigue planteando de forma valiente su justificado desdén al establishment cultural y político: festeja la muerte del dictador Augusto Pinochet en las calles, le escribe una carta al ministro Piñera o relata el escupitajo que le lanzó a Luciano Cruz Coke, ministro de Cultura, mientras Lemebel paseaba con su amante ecuatoriano por las calles de Santiago.

En Háblame de amores, Lemebel vuelve a los tópicos del amor, la experiencia sexual, los viajes y la rabia por la cínica presencia de los políticos y su desmemoria. El Amazonas, la ciudad de Quito, el aeropuerto de Santiago de Chile en donde se encuentra con la joven Camila Vallejo, Ciudad de México, Roma y otros lugares se convierten en los escenarios de la experiencia testimonial. Lemebel habla de personajes emblemáticos de la cultura latinoamericana como Mercedes Sosa, a quien conoció en los años ochenta, cuando ésta regresaba a Argentina, después de un largo exilio. El autor también relata, en su mejor estilo neobarroco, la disputa amorosa con el novelista Fernando Vallejo en la ciudad de Barranquilla por un joven.

Sobre el asunto político, Lemebel arremete contra el presidente Piñera y su intento de modernización nacional; también recuerda esos años aciagos de la dictadura en donde el mismo festival de Viña del Mar era propicio para la represión a los disidentes. Lemebel no olvida a los comuneros mapuches, sus eternas luchas y su huelga de hambre, mientras en el Palacio de La Moneda se sirven exquisitas viandas que atragantan los políticos; se ocupa también de la funa que se organiza y sale a las calles con su furia, sus muertos en la mente y el reclamo de justicia.

Finalmente, en este libro se aprecia el paso del tiempo en el escritor; crónicas como “Cómo olvidar tu pelo” refiere los intentos para controlar la calvicie, los tratamientos dermatológicos a los que se sometió y, finalmente, su renuncia al cabello, pues “el pelo es lo primero que se llevan las penas”. En “La Noy, Buenos Aires y el Malva”, el artista refiere su encuentro con un prostituto tucumano. Con conciencia y dolor escribe: “Abrí un ojo y lo vi tan polluelo tratando de excitarse. No importa, mi niño, murmuré al vacío. Cómo te vas a coger a esta vieja fea y calva. No hables así de ti. Tú vales mucho, me repetía mordiendo mi oreja. Y eso fue todo, ahí morí acunado por su tibio aliento susurrando palabras de alquiler de amor.”

Con Háblame de amores Lemebel reafirma que su literatura es un ejercicio estético clave para la historia no sólo de Chile sino de Latinoamérica; la literatura en él es un trabajo con el lenguaje contestatario que supone el acto creativo, a la vez que un intento por materializar su memoria, sus amores a veces frustrados que llegan convertidos en auténticos poemas en prosa.



Grafías contra el planisferio paginado,
Alberto Villarreal (selección y prólogo),
UNAM, Coordinación de Difusión Cultural,
Dirección de Literatura,
México, 2012.

Con obras de Lucía l. Enríquez, Alejandro Ricaño, Gabino Rodríguez, Mariana Gándara, David Gaitán, Enrique Olmos de Ita y Javier Márquez está compuesta la presente antología de dramaturgia mexicana actual, que se suma a las de poesía, narrativa y ensayo, también actuales, que recientemente han sido publicadas en la misma colección.