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Nosotros ya no somos los mismos

Diferencias entre pobres y ricos

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El desorden de la casa de los pobres es muy característico, parece que no importa poner las cosas en un lugar adecuado, todo va en donde caiga; los ricos todo lo quieren en un preciso y correcto lugarFoto José Carlo González
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e acuerdo con lo ofrecido, presento a su consideración el texto íntegro del sesudo ensayo del doctor Guillermo Dellamary Toral, publicado en El Informador, de Guadalajara, Jalisco.

En paréntesis, los comentarios de mi responsabilidad.

Algunas diferencias entre los pobres y los ricos.

Desde luego que no se pretende insinuar (¿insinuar? ¡Claro que no! El doctor tira la flecha y presume el arco. Era imposible no hallar un pechito para demostrar su perspicacia y buena puntería: en 2012, dice el Coneval, había en México 53.3 millones de pobres (descontemos los que se hayan muerto de entonces a la fecha). Y el Centro de Análisis Interdisciplinario de la UNAM agrega: 76 millones de mexicanos viven en carencia, es decir, que no pueden adquirir la canasta alimenticia recomendable o, simplemente, que están jodidísimos) ofensa ni discriminación alguna, (¿ofensas, discriminaciones? Por favor no confundir con realismo, objetividad y hasta un detallito de conmiseración)…. ni tampoco caer en necias generalizaciones. Es sólo atrapar algunas observaciones que recaen en los dos diferentes estilos de vida en nuestra muy particular cultura… (Párrafo no comprensible para este modesto exégeta)…

Aún no acabo por comprenderlo (no sea modesto, doctor, usted comprende esto y mucho más: ¿selección natural de las especies, división del trabajo, diferencias entre los hijos de Caín, Set y de los otros ocho cientos hermanos más?), pero los ricos tienden a ser gente bonita, linda, bien parecida y atractiva… (Beneficios colaterales de la plusvalía.) Y en cambio los pobres parecen recibir pocas bondades (¡nada de sacrilegios, doctor! ¿Quiere decir que el Altísimo no fue parejo en el reparto de bondades? ¿Entonces, con la Creación se inició la lucha de clases entre los feos contra los bonitos?)... Llegando a rayar en la fealdad (tiene razón, doctor: a los feos y pobres se las rayaron por partida doble). No sé si el dinero ayuda a mejorar la genética. (No sé a la genética pero, como diría la inolvidable MM, el dinero no es la felicidad, pero cómo quita los nervios)…o si es que la gente bonita tiene más oportunidades de trabajo y negocios, pero basta observar el fenómeno y nos damos cuenta de que las personas de éxito, lo que esto pueda significar (¿le parece un buen significado, Money, Money, Money?)... tienden a ser gente atractiva y bien parecida. En cambio los pobres, especialmente los delincuentes, fácilmente son gente fea…(No tan fácil, pero no podía ser de otra manera, si los delincuentes son una subespecie de los pobres y los feos).

También he observado que los ricos saben combinar sus prendas de vestir, tienen una mayor sensibilidad estética y no sólo porque tienen dinero para estar a la moda… (Los ricos no están a la moda, hacen la moda y, si tuvieran poco dinero, no serían ricos y nos interesarían menos que doña Emeteria, la de la accesoria 24, en el quinto patio), sino que tienen buen gusto hasta para hacer maravillas con poco dinero… (Esos saberes vienen con el ADN y si no, para eso hay cursos en los Centros de Altos Estudios: Gucci, Valentino, Dior, Chanel, Prada o Versace)... y lograr una buena imagen, de hecho muchos saben usar el lino, la lana y el algodón, según el momento y el clima. En cambio, los pobres ni idea (alguna idea tienen, doctor, pero muy burda, no pasan de la terlenka, poliéster, percal, satén, gaza, cabeza de indio o simples arpilleras); se ponen lo que hay y punto (este punto lo juntaremos con otro más adelante).

Bueno el extremo es cuando los pobres van a la playa o a una alberca, las mujeres se meten con una playera, shorts y toda su ropa íntima, como si no supieran que existe un traje de baño (y es peor cuando las playas son las que vienen hacia estos ignaros. ¿Ya los vio usted en Acapulco? A nadie le importó cumplir la obligación de usar traje de baño). Puede ser por pudor o simplemente una cultura de no gastar dinero en la prenda idónea para nadar (júrelo que fue por pudor, doctor. ¿Ya los ve pobrecitos y feos? Pues aunque no lo crea, son muy recatados). Es más, he visto en albercas públicas los letreros que indican que está prohibido meterse con ropa o pantalones largos, porque de que son capaces, lo son. (Y sin ropa son capaces de cosas piores).

Otra gran diferencia es en la higiene, los ricos son mucho más cuidadosos en su propio aliño personal, su salud y su cuidado bucal. (Con razón nunca los he visto en Médica Sur, en los hospitales Ángeles –en cualquier parte del territorio nacional–, en el American British Cowdray Medical –al que le apodan el ABC– y menos en el Pritikin Weist Lost and Longevity Center (de La Jolla, of course). En cambio los pobres parece que eso no es importante, igual los hombres no se rasuran como las mujeres no saben que existen desodorantes. (No le haga caso al maestro Saramago en su guerra contra los signos de puntuación: unos cuantos puntos o simples comas harían el milagro de hacer legible su expresión. Además, ¿Ya le preguntó a don Diego cómo se rasura, después del susto?) Los ricos toman más precauciones en la limpieza, presentación y equilibrio de los Si alimentos (Ya los veo en la angustia que las dudas vitales suscitan: “llevamos mucho tiempo comiendo filete Kobe y demasiados hors d’oeuvres de Almas Iranian. Debemos buscar un equilibrio en nuestra alimentación.” Algunos datos duros en apoyo de sus palabras: en la carnicería Ixcati, en avenida Hidalgo, Coyoacán, el kilo de filete Kobe cuesta 7 mil 500 pesos, y en House and Prunier, de Londres, la lata de un kilo de Almas Iranian vale 25 mil dólares. Esto del desequilibrio ha de ser también por causa del TLC, pero allí le llaman asimetría)... mientras que los pobres comen como viene. Lo que hay y punto (doctor, es la segunda vez que usted acertadamente exhibe a quienes: comen y se visten con lo que hay y punto. Pero entiéndalo, así son los pobres de empecinados, de rejegos. Con ellos no hay lugar para el diálogo y la concertación)... eso de lavarse las manos antes de comer o masticar correctamente parece que son sólo modales para señoritos. (No le eche usted la culpa de la asepsia a la virginidad de los señoritos que, por serlo, seguramente requieren de un trabajo manual más constante. Además, si el lavado de manos es antes de comer, comprenda que para los pobres no puede ser un requerimiento muy frecuente).

Hay pobres que salen sin conocer las bondades de un peine (Si usted mismo señaló que cuando nacieron, los pobres recibieron pocas bondades, ¿qué puede esperarse de un peine despiadado y discriminador…como usted comprenderá?), o mujeres que creen que andar arregladas es sólo un tema para fiestas. Igual los ricos, pecan de aseados y no quieren ni usar una misma prenda por la tarde y se cambian, y hay pobres que usan el mismo pantalón toda la semana y nada importa. (En este punto mi opinión está sesgada y me vería envuelto, como cualquier diputado lobbysta, en un conflicto de intereses: mi pantalón vaquero no me ha abandonado en 15 días).

El desorden de la casa de los pobres es muy característico, parece que no importa poner las cosas en un lugar adecuado, todo va en donde caiga. (Lo que resulta imperdonable, porque decir que tienen muchas cosas, tampoco. Se me ocurre que la razón puede ser la imprevisión de esta gente: construyen sus chozas, jacales, buhardillas, departamenticos de interés social y no piensan en los necesarios áticos, desvanes, tapancos, sótanos). Y claro, los ricos todo lo quieren en un preciso y correcto lugar (Las cajas bancarias de seguridad o las Islas Caimán, por ejemplo).

Si ustedes piensan que soy obsesivo compulsivo por mi propósito de dedicarle unos renglones finales a este asunto en la próxima columneta, es que o le hacen al sicólogo deductivo experimental o leyeron mi expediente. En mi descargo debo confesar que la lectura del tratado del doctor Dellarmy me provocó una serie de turbulencias emocionales, teológicas, biológicas, sociológicas, sicológicas, axiológicas que necesito socializar. Permítanme que, si olvidarme de los mexicanos de excepción a los que me he propuesto aclamar, les ruegue que me concedan unos renglones más para decir a este valiente cruzado (así se autodefine), adelante: ¡Cara al sol con la camisa nueva!

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