Directora General: Carmen Lira Saade
Director Fundador: Carlos Payán Velver
Domingo 27 de octubre de 2013 Num: 973

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Braque, el patrón
Vilma Fuentes

Concha Urquiza y la
oscura lumbre de Dios

Evodio Escalante

Basho en las versiones
de Pacheco

Marco Antonio Campos

El poeta que no quiso publicar en Londres
Vicente Fernández González

Poemas
Constantino P. Kavafis

El viejo poeta
de la ciudad

Francisco Torres Córdova

Leer

Columnas:
Bitácora bifronte
Ricardo Venegas
Monólogos compartidos
Francisco Torres Córdova
Mentiras Transparentes
Felipe Garrido
Al Vuelo
Rogelio Guedea
La Otra Escena
Miguel Ángel Quemain
Bemol Sostenido
Alonso Arreola
Las Rayas de la Cebra
Verónica Murguía
Cabezalcubo
Jorge Moch
Galería
Luis Guillermo Ibarra
Cinexcusas
Luis Tovar


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La Jornada Semanal

 

Alonso Arreola
Twitter: @LabAlonso

Las manos de Paco de Lucía

Platicar con Paco de Lucía representa un reto mayúsculo. No nos referimos únicamente a las grietas de nuestra ignorancia –enormes– frente a su saber musical, sino a la atención que se le debe prestar mientras sus manos distraen a la memoria. Dicho de otra forma: ante él cuesta trabajo sujetarse al presente sin pensar en las obras que esos dedos han interpretado, sin imaginar las cosas y personas que han atravesado. De “Llorando me lo pedía” junto a Camarón de la Isla a cualquiera de sus vivencias grabando en Europa, aunque el de Algeciras hable con sencillez, cada palabra pesa toneladas por culpa de sus manos.

Allí está él, explicándonos generosamente cómo se cuentan las métricas de una bulería; allí estamos nosotros, agradecidos con una casualidad provocada por el amigo mutuo. Nudillos percuten la mesa junto a la copa de vino. “Uno dos y tres, uno dos y tres…”, cuenta la voz que no necesita elevarse (cuando suena no hay quien la interrumpa). “Lo importante del flamenco es que suceda con frases breves: ‘cortito y rabioso’.” Nos juramos no olvidar lo que allí se diga. Claro, el entusiasmo termina perdiéndolo todo. Su apuesta es por el eco, por lo que quede al ir apareciendo los automóviles del alba. Muy poco.

Es así que este domingo, lectora, lector, no podremos decir mucho sobre aquel encuentro. La excitación convierte al instante en sueño y ése, claro, no se deja apresar en la convencional arquitectura del lenguaje. Ocurre en una realidad afectada que, como la de los asaltos con violencia o la del rasgueo de una guitarra, impide una reconstrucción precisa. Sin embargo, quede como consuelo que podamos compartirle algo de lo que fue su concierto en el Auditorio Nacional después de presentarse en el Palacio de Bellas Artes (allí donde algunos suelen confundir el respeto con la rigidez que paraliza al fuego).

Antes de nuestra aproximación, empero, confesamos que ahora suena en el estéreo su discografía completa, ésa de veintisiete discos remasterizados que Universal Music tuvo a bien editar en 2010 bajo el nombre Paco de Lucía Integral. Esa indispensable para acabar con el pendiente de escuchar lo grabado por este hombre que a sus sesenta y seis años es leyenda, referente como pocos de una cultura prolífica y vibrante. Digamos que con esta compilación pondrá su alma en vilo y jurará, lo aseguramos, no perderse una futura oportunidad para escucharlo en directo. (Ahora nos golpea el repertorio de Sólo quiero caminar, disco de 1981. No hay palabras para describir los duelos entre el bajo de Carles Benavente y las guitarras de De Lucía y Ramón de Algeciras.)

Volviendo al Auditorio Nacional, primero sale él. La ovación es inmediata y extendida. Se aplaude a la figura que inmóvil llena el escenario, se aplaude el regreso a su segunda patria (tiene dos hijos mexicanos), se aplaude una trayectoria sin mácula que preserva grandes momentos en la historia del flamenco. Toma asiento. Alinea la pierna con el horizonte y, al primer choque de sus uñas con las cuerdas, aparecen los campos de Andalucía. Para cuando sale su septeto ha quedado demostrado que su “soledad” puede restaurar a diez mil personas hipnotizadas.

Lo acompañan tres cantaores extraordinarios: Antonio Flores Cortés Rubio de Pruna, David Maldonado Santiago David de Jacoba y Antonio Fernández Montoya el Farru. Ciudades y desamores revientan en sus voces, entre arrebatos musculares que raspan con duende y aire. Aparece la otra guitarra, la de Antonio Sánchez Palomo, que para hacerle segunda al monstruo tiene un nivel de antología. Lo mismo diremos de Israel Suárez Escobar el Piraña (percusiones) y de Alain Pérez (bajo); del tecladista y extraordinario armoniquista Antonio Serrano. Todos integran un conjunto dinámico y elegante que llega a la cumbre en cada solo del gaditano, en las faenas del Farru sobre la tarima (su baile enorgullecería, seguro, a los más exigentes de su dinastía: Farruco, Farruca y Farruquito).

Navegando un repertorio variopinto que cierra con “Entre dos aguas”, todos brillan haciendo días con la noche. Solean y sonríen provocándose, poniendo a prueba sus talentos. Nosotros, conmovidos como todos los que celebran de pie y exigen “otra”, nos prometemos la torpeza de escribir sobre lo ocurrido allí y en esa madrugada cuando las monstruosas, las inmensas, las imposibles, las sobrenaturales manos de Paco de Lucía distrajeron tanto nuestra mente, sin una guitarra entre los dedos. Buen domingo. Buena semana. Buenos sonidos.